Los nuevos veranos en España. Iimpactos y dificultades de adaptación a fenómenos cada vez más extremos
El verano climatológico de 2025 entra en su recta final en España. El calor extremo y los devastadores incendios forestales han sido extraordinarios, sin olvidarnos tampoco de las fuertes tormentas con fenómenos adversos.

El mes de agosto entra en su recta final y con ello la finalización del verano meteorológico o climatológico de 2025, del que ya se puede hacer un primer balance. Un año más, se ha podido certificar que los veranos actuales presentan diferencias significativas con los que teníamos hace no muchos años. Cada vez son más extremos, condicionan más el tiempo que dedicamos al ocio y al descanso vacacional y despliegan un carrusel de adversidades meteorológicas de alto impacto.
Históricamente, para muchas personas el tiempo veraniego ha sido sinónimo de “buen tiempo” (expresión de uso común, aunque desafortunada), asociada al confort climático que proporciona el sol y la ausencia prolongada de frío y de precipitaciones, a pesar de los rigores estivales ibéricos. En la actualidad, la llegada del verano empieza a verse de una forma distinta, con temor ante la intensidad que alcanzará el calor y su persistencia, lo que trastoca cada vez más nuestro modo de vida.
Calor extremo y megaincendios
A falta de un análisis detallado de todo lo que ha ido aconteciendo desde el 1 de junio hasta finales de agosto, comentaremos a continuación algunos hechos extraordinarios, que pondremos en contexto. El trimestre veraniego comenzó con un mes de junio extremadamente cálido en el conjunto de España; el más cálido de toda la serie histórica (que AEMET comienza a contabilizar en 1961). Superó en nada menos que +3,6 ºC la temperatura media de ese mes en el periodo de referencia 1991-2020.

El mes de julio vino con sorpresa. Durante gran parte del mismo las temperaturas fueron anómalamente bajas, destacando la intensidad y el alcance espacial que tuvieron las tormentas. Muchas de ellas dejaron granizos de gran tamaño que causaron una gran devastación en las zonas afectadas. Algunos episodios tormentosos recordaban más al tiempo adverso de finales de verano y principios del otoño.
Quedaba el mes de agosto para completar el trimestre. Cambiaron radicalmente las tornas: el domingo día 3 se inició una ola de calor extraordinaria (la segunda del presente año) que se prolongó hasta el lunes 18 (extendiéndose el calor extremo un par de días más a algunas zonas del sureste y el Mediterráneo).
Tanto la persistencia de las elevadísimas temperaturas diurnas y nocturnas, como la extensión espacial que alcanzaron los fuertes calores, dieron como resultado unas condiciones de contorno favorables para la propagación de potenciales grandes incendios forestales, que lamentablemente se produjeron. ¡Y de qué manera!

Mientras escribo estas líneas, todavía quedan algunos activos. Se han cebado en el noroeste peninsular, con especial incidencia en las provincias de Ourense, León y Cáceres. Según el último balance, la superficie quemada asciende a 358.000 hectáreas, superándose en lo que llevamos de año las 400.000 en toda España.
A las gigantescas emisiones de monóxido de carbono y la dispersión del humo por gran parte del país, se suma una larga lista de adversidades meteorológicas, como la sucesión de noches tórridas y tropicales que dificultan el sueño y el descanso, temperaturas superiores a los 40 ºC muchos días en muchos lugares, altos niveles de ozono troposférico en las grandes ciudades, etc.
Vivencia vacacional en Centroeuropa: arroyos secos y pulverizadores de agua
Permítame que termine este pequeño resumen de un nuevo verano extremo, con unos apuntes de mis vacaciones familiares este mes de agosto por Austria y la República Checa, entre los días 8 y 21 de agosto. La dorsal de aire cálido anclada sobre la vertical peninsular, extendió su área de influencia hasta Centroeuropa. Aunque el calor no llegó a ser tan extremo, la primera semana se alcanzaron máximas entre los 32 y los 34 ºC, tanto en Viena como en Praga, con noches tropicales en ambas ciudades.
De día, había que buscar la sombra y los parques para esquivar el calor. La ausencia de refrigeración en muchos edificios denota que por aquellas tierras no era algo necesario hasta ahora, pero las cosas están cambiando, lo mismo que en el norte peninsular, donde cada vez hay más días en verano con altas temperaturas y puntualmente calor extremo.

En las calles de Viena y otras localidades austriacas me llamó la atención que en algunas fuentes públicas han integrado pulverizadores de agua, lo que permite a los viandantes refrescarse. Encontrarse esos dispositivos en un país como Austria es un claro indicador de que los veranos allí son cada vez más calurosos y las autoridades están empezando a adoptar medidas de adaptación.
En las vacaciones no solo hubo tiempo para visitar bellas ciudades como las dos comentadas y otras, sino también para hacer algunas excursiones en parques nacionales. En una bonita ruta por el de Gesäuse, en la Alta Austria, en torno al sinuoso curso del río Enns, y a los pies de un bello anfiteatro de montañas, llamó mi atención la presencia de arroyos (como el de la fotografía) completamente secos por el estiaje. No fue la única ruta en la que me percaté de este hecho, lo que confirma que los nuevos veranos ya están aquí. Tenemos que adaptarnos con rapidez a ellos, no nos queda otra.