Las tormentas son como un cajón desastre donde cabe desde cualquier chaparrón acompañado de actividad eléctrica, hasta las borrascas, ciclones tropicales o episodios de marejada. No todas esas acepciones son correctas, o al menos no en todos los países. A nivel técnico, en el ámbito de la meteorología se definen como una formación nubosa donde tienen lugar una o más descargas eléctricas repentinas que se manifiestan con un destello de luz, el relámpago, y con un ruido seco o un estruendo sordo, que es el trueno. Esa es la definición oficial de la Organización Meteorológica Mundial y la que se adopta en España, pero hay más.
También aparecen junto a la consideración de “tropical” cuando nos referimos a un ciclón con características tropicales, de rápida rotación y que se origina sobre las aguas cálidas de los océanos. De estas últimas adquieren el combustible para perdurar y muchas veces ganar intensidad hasta el punto de convertirse en huracán, si esto sucede en el Atlántico, o tifón si permanece sobre el Pacífico occidental.
En cualquier caso, las tormentas suponen muchas veces la llegada de fenómenos meteorológicos muy adversos a tener en cuenta, al conllevar lluvias intensas, granizo, viento fuerte o gran oleaje.