¿Por qué los expertos temen la llegada de lluvias fuertes en las zonas afectadas por los grandes incendios en España?
España enfrenta una de sus mayores catástrofes naturales de las últimas décadas: más de 343.000 hectáreas arrasadas por incendios, aldeas devastadas y la preocupación por la llegada de lluvias que podrían agravar la situación.

El fuego se ha convertido en el triste protagonista de agosto. Las llamas han arrasado ya más de 300.000 hectáreas de terreno, una cifra que supera con creces la media de los últimos años y que sitúa a España entre los más castigados de Europa por los incendios forestales. La magnitud de esta tragedia ha obligado a evacuar a miles de vecinos, que han tenido que abandonar sus hogares, mientras veían cómo el humo y las llamas avanzaban sin control.
Decenas de aldeas y pequeños núcleos rurales han quedado devastados, con viviendas calcinadas, infraestructuras destruidas y un entorno natural reducido a cenizas. Los daños no son solo materiales: la pérdida de biodiversidad es incalculable, con bosques enteros arrasados, fauna desplazada o muerta y suelos que tardarán décadas en recuperarse.
Fuego y lluvia, una doble amenaza
Tras semanas angustiosas, marcadas por el avance implacable de las llamas, los expertos temen ahora las consecuencias del fuego, más allá de las que ya se han hecho visibles.
Toda esa superficie quemada ha perdido su capacidad de retener el agua de lluvia.
— Víctor M. González (@gdvictorm) August 21, 2025
En cuanto lleguen las lluvias tendremos crecidas, inundaciones de lodo negro, deslizamientos de tierra y desbordamientos de ríos.
Esta emergencia derivará en otras durante varios años.#IIFF pic.twitter.com/l9Gk0tCHpb
El miedo no se limita a lo que el incendio ha devorado hasta hoy; se extiende también a lo que vendrá después: la pérdida de medios d e vida, el éxodo de vecinos que ya no podrán regresar, un paisaje arrasado que tardará décadas en volver a recuperarse y la contaminación de las aguas.
Actualmente, 343.862 hectáreas han quedado reducidas a cenizas según las últimas estimaciones, un paisaje desolador cuya magnitud no solo se mide en tierra arrasada, sino también en la contaminación del agua. También estas circunstancias aumentan la probabilidad de desbordamientos e inundaciones.
Los expertos temen la llegada de las lluvias a las zonas afectadas por incendios porque el terreno recién quemado es muy vulnerable y la lluvia puede agravar los daños en lugar de aliviar la situación, siempre y cuando las llamas hayan cesado.
Los efectos de las cenizas en el agua
De forma visible, las cenizas pueden durar entre semanas y meses en paisajes abiertos, pero sus efectos sobre el suelo y el agua pueden durar incluso años.
En caso de lluvias intensas, las zonas recién arrasadas por el fuego quedan especialmente expuestas: la falta de vegetación impide que el suelo actúe como barrera natural y las cenizas, junto con otros materiales de combustión, son arrastradas con facilidad hacia ríos, lagos, embalses e incluso acuíferos subterráneos.
Los problemas de los incendios no terminan cuando las llamas se apagan: Las aguas de la Garganta Mayor bajan negras por los efectos de la erosión tras los incendios forestales en la Sierra de Tormantos (Garganta La Olla, La Vera, Extremadura) pic.twitter.com/wfrV4jsU09
— PacoCastañares (@PacoCastanares) August 27, 2019
Este arrastre no solo altera la calidad del agua al aumentar su turbidez y modificar su composición química, sino que también puede provocar episodios de contaminación grave, afectando a la fauna acuática, a los ecosistemas ribereños y al suministro de agua potable.
Problemas muy graves de erosión
La vegetación que sostenía el terreno ha desaparecido, por lo que la lluvia, sobre todo si cae con intensidad, puede arrastrar la capa fértil del suelo, generar deslizamientos y dejar el terreno más vulnerable a futuras lluvias o incendios. En otras palabras, hablamos de problemas muy graves de erosión.

Los suelos calcinados absorben menos agua, por lo que la lluvia puede provocar corrientes rápidas o inundaciones locales, especialmente en pendientes y cauces de ríos.
La combinación de erosión, pérdida de nutrientes y contaminación dificulta que la vegetación vuelva a crecer, prolongando la vulnerabilidad del área durante meses o años.