Cascadas, casas de piedra y un molino del siglo XVI: así es el pueblo más bonito para visitar en otoño
Este lugar, pequeño en tamaño pero enorme en belleza, es considerado por muchos como el pueblo más bonito de Canarias, sobre todo cuando las lluvias caen en las montañas.

Cada año, más de cuatro millones de españoles elige el archipiélago canario como destino vacacional, atraídos por su clima eterno de primavera y su variada oferta turística. Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote o Fuerteventura son nombres habituales en las agendas de viaje, célebres por sus hoteles junto al mar, sus dunas y sus rutas de senderismo.
Pero, más allá de los grandes focos turísticos, existe un rincón que en otoño revela un encanto diferente: un pueblo de interior donde el agua fluye en cascadas, las casas están construidas en piedra y un antiguo molino del siglo XVI recuerda un pasado rural y silencioso.
Un oasis verde en el corazón de Gran Canaria
Nos referimos a Firgas, localidad ubicada en el norte de Gran Canaria, en la comarca conocida como las Medianías, a unos 20 kilómetros de Las Palmas. Con apenas 7.000 habitantes, este municipio sorprende por su carácter tranquilo, su atmósfera rural y el contraste con las imágenes típicas de playas y dunas asociadas a la isla.
Fundado oficialmente en 1488, poco después de la conquista castellana, Firgas es uno de los pueblos más antiguos de Gran Canaria. Su historia está ligada desde entonces al agua: manantiales, acequias y molinos que dieron vida a cultivos y abastecieron a toda la región.
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No en vano, el municipio es conocido como la “Villa del Agua”, una denominación que cobra todo su sentido cuando se recorren sus calles empedradas en otoño, momento en el que las fuentes y cascadas se integran en el paisaje urbano.
El Molino de Firgas, una joya del siglo XVI
Uno de los símbolos de este pueblo es el Molino de Agua de Firgas, construido en el siglo XVI y considerado uno de los más antiguos de Canarias que aún se conservan. Este molino, que molía gofio (la harina tostada tradicional canaria), fue fundamental para la economía local durante siglos.
Hoy está restaurado y abierto al público, y se ha convertido en una muestra viva del patrimonio etnográfico de la isla. En su interior se pueden ver las antiguas muelas, los canales de agua y los utensilios que narran la historia agrícola de Firgas.
Lo más fascinante es que el molino continúa recibiendo agua del barranco cercano, lo que permite comprender cómo la energía hidráulica fue la gran aliada de los primeros pobladores. Visitarlo en otoño, cuando el caudal se aviva gracias a las primeras lluvias, es una experiencia sin igual.
Su famosa Cascada y el Paseo de Gran Canaria
En pleno casco histórico se encuentra uno de los escenarios más fotografiados del municipio: el Paseo de Gran Canaria y el Paseo de Canarias, un conjunto urbano único en el archipiélago. Por una escalinata central desciende un paseo en cascada, con tramos de agua que fluyen entre azulejos y piedra, rodeados de bancos de cerámica que representan los escudos y paisajes de los 21 municipios de la isla, y de todas las islas del archipiélago.
En el norte de Gran Canaria, no puedes dejar de visitar Firgas, conocido por sus bonitos paseos, adornados por esculturas y fuente de agua. ️ Además, durante estos días, viven sus Fiestas Patronales en honor a San Roque. ️ https://t.co/AXrQAkJjDS#GranCanaria #MuchoPorVivir pic.twitter.com/nLE6hywcnz
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Este lugar, con el sonido del agua y sus calles llenas de color, transmite una calma especial. Las casas de piedra y los balcones de madera le dan un encanto acogedor, que en otoño se acentúa con la humedad y las nubes bajas, creando un ambiente tranquilo y muy agradable para pasear.
Sin duda alguna, Firgas es un lugar que tiene que visitarse sin prisas. Sus calles empinadas conducen hasta la Iglesia de San Roque, construida sobre una ermita del siglo XVI, y hasta el Mirador de la Plaza de San Roque, desde donde en días despejados se divisan incluso Tenerife y Fuerteventura.
Los alrededores del municipio invitan a descubrir senderos entre laureles, castaños y barrancos, como los del Barranco de Azuaje, una Reserva Natural que en otoño se torna especialmente frondosa.
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