Unos biólogos de la Universidad de Córdoba: "las aves migratorias pueden dispersar semillas a más de 500 kilómetros"
Cada otoño, miles de zorzales cruzan Europa llevando semillas en su interior sin que nadie lo note. ¿Y si fueran clave para salvar muchos bosques?

Cuando un zorzal común se lanza a migrar de noche, no viaja solo. En su interior lleva semillas de los frutos que ha comido horas antes. Para las plantas, ese pequeño pasajero alado puede suponer la diferencia entre quedarse atrapadas en un bosque fragmentado o colonizar nuevos territorios a cientos de kilómetros de distancia.
Un nuevo estudio en el que participa la Universidad de Córdoba demuestra hasta qué punto la migración de las aves frugívoras es un motor silencioso de movimientos masivos de semillas.
Aves frugívoras, aliadas involuntarias de las plantas
Muchas aves migratorias, como el zorzal común (Turdus philomelos), se alimentan de frutos carnosos. Buscan la pulpa como fuente de energía, pero tragan también las semillas, que después defecan o regurgitan lejos del árbol original. Las aves obtienen alimento y las plantas ganan “transporte gratuito” para sus descendientes.
¿Sabías que algunas aves pueden sembrar a más de 500 km de distancia?
— Universidad de Cádiz (@univcadiz) December 4, 2025
Un estudio liderado por la Universidad de Cádiz demuestra que aves migratorias como el zorzal común dispersan semillas a cientos de kilómetros durante sus viajes. pic.twitter.com/C6tHTA5Onv
La investigación, publicada en la revista Proceedings of the Royal Society B, muestra que esa ayuda va mucho más allá de los pocos metros que solemos imaginar cuando pensamos en un pájaro que come y se posa en la rama de al lado. Durante sus vuelos migratorios, zorzales equipados con GPS han demostrado ser capaces de desplazar semillas a más de 500 kilómetros de distancia, conectando ecosistemas separados por enormes barreras geográficas.
Estos desplazamientos son importantes para explicar cómo las plantas colonizan islas oceánicas, cómo logran mantenerse en paisajes troceados por carreteras, cultivos o ciudades, o cómo pueden responder al calentamiento global desplazando sus poblaciones hacia zonas más frías.
GPS, experimentos y modelos para seguir una semilla
Para cuantificar estas distancias, el equipo investigador marcó zorzales en diferentes puntos de Europa. En la campiña de Cádiz siguieron la migración primaveral hacia el norte, mientras que en Heligoland (Alemania), Falsterbo (Suecia) y el cabo Ventės (Lituania) rastrearon la migración otoñal hacia el sur. Los dispositivos GPS satelitales permitieron reconstruir con precisión los vuelos nocturnos, que suelen comenzar pocos minutos después de la puesta de sol.

En paralelo, en el Zoo botánico de Jerez se realizaron experimentos para saber cuánto tiempo permanecen las semillas en el tracto digestivo de las aves tras ingerir distintos frutos. Con esa información y las trayectorias migratorias, el equipo desarrolló modelos matemáticos capaces de simular la dispersión de semillas a escala continental.
Los resultados muestran que la migración de especies como el zorzal genera cada año cientos de miles de eventos de dispersión de semillas a más de 100 kilómetros. Esto contrasta con lo que ocurre cuando las aves no están migrando, es decir, en sus zonas de cría, invernada o durante las paradas en ruta. En esos contextos, las semillas rara vez se alejan más de un kilómetro de la planta madre.
No todas las semillas viajan igual de lejos
El estudio también revela que no todas las plantas se benefician por igual de estos “vuelos express”. Una pieza clave es el tamaño de la semilla. Las semillas pequeñas tienden a permanecer más tiempo en el intestino del ave y, por tanto, tienen más probabilidades de coincidir con el inicio de un vuelo migratorio y recorrer grandes distancias.

En el caso de plantas con semillas relativamente grandes, como el tejo, solo una fracción ínfima, en torno al 0,1%, llegaría a superar los 50 kilómetros transportada por zorzales en migración. Sin embargo, en especies como el madroño, cuyas semillas son más pequeñas, esa misma proporción podría alcanzar distancias superiores a 138 kilómetros.
A medida que las temperaturas aumentan, muchas plantas necesitan desplazarse hacia latitudes o altitudes más frías para sobrevivir. Por sí solas, sus semillas apenas avanzarían unos metros al año; con la ayuda de las aves migratorias, el salto puede ser de cientos de kilómetros en una sola temporada.
Referencia de la noticia
Bracho Estévanez C.A., Morales J. M., González-Moreno P.,et al. 2025. How far can frugivorous birds disperse seeds during migration? Proc. R.Soc. B 292: 20251545.
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