Por qué llamamos "Lorenzo" al Sol
La costumbre de llamar "Lorenzo" al Sol no es casualidad: tiene una historia fascinante que mezcla tradición popular, calor extremo y a un mártir legendario.

Durante el verano, especialmente en esos días sofocantes en los que el asfalto parece derretirse, muchos en España exclaman aquello de “¡cómo aprieta el Lorenzo! A simple vista, parece una frase más del riquísimo catálogo de expresiones del castellano. Pero tras esa familiaridad hay una historia bastante más intensa de lo que parece, una mezcla de religión, historia y cultura popular que ha sobrevivido siglos.
A lo largo y ancho del país, el refranero y las expresiones cotidianas son parte del paisaje. Nombres propios usados como apodos del clima no son raros, pero los casos del Sol y la Luna tienen tras de sí dos relatos dignos de película. A continuación, te contamos qué tienen que ver Lorenzo y Catalina con el cielo y con el lenguaje de todos los días.
Un mártir, una parrilla y un Sol de justicia
La expresión que bautiza al Sol como “Lorenzo” nace de una historia que se remonta al siglo III. San Lorenzo, diácono en la Roma imperial, tuvo un final tan legendario como brutal. Se le atribuye una resistencia heroica a una tortura que, por el contexto, se relaciona inevitablemente con el calor.
El 10 de agosto del año 258 en Roma entregó su alma entre terribles tormentos San Lorenzo, diácono y mártir, conocido también como Laurencio. Su nombre original era Laurentius.
— Ruy Barbo (@barbo_ruy) August 10, 2024
Lorenzo nació en el año 225 en Osca (Huesca) en la Tarraconense, hijo de Orencio y Paciencia, también pic.twitter.com/fazamq7ZDj
Según se cuenta, fue sentenciado a morir abrasado en una parrilla metálica por desobedecer las órdenes del prefecto romano. Pero antes del castigo, protagonizó una escena que marcaría su fama. El emperador exigió que entregara los bienes de la Iglesia. Tres días después, Lorenzo apareció con un grupo de personas desfavorecidas, declarando: “Estos son los tesoros más preciados de la Iglesia de Cristo”.
Aquella ejecución, ocurrida el 10 de agosto del año 258, coincidió con un día de calor extremo. Esa coincidencia meteorológica, junto al fuego real de la parrilla, ha hecho que en el lenguaje popular el Sol pasara a ser conocido como Lorenzo.
El detalle que inmortalizó aún más su figura fue lo que, según la tradición, dijo mientras ardía: “Assum est, inqüit, versa et manduca”. O sea, algo así como “esto ya está hecho, dale la vuelta y cómetelo”. Sarcástico hasta el final, su leyenda lo convirtió en símbolo de resistencia y calor, literalmente.
Catalina: la Luna con nombre de mártir
Así como Lorenzo representa el día y el fuego, la Luna se asocia con otra figura mística y poderosa: Catalina. Más concretamente, Santa Catalina de Alejandría. Esta mártir del siglo IV también desafió el orden establecido, en este caso por difundir el cristianismo en pleno auge del paganismo romano.
«El sol se llama Lorenzo y la luna Catalina,
— Zappa ۞ (@Zappa_Malaga) May 11, 2024
Catalina anda de noche y Lorenzo de día...» pic.twitter.com/tIjkyWKSrM
Las historias sobre su tormento también tienen un componente simbólico muy fuerte. Fue atada a una máquina de tortura compuesta por ruedas llenas de cuchillas, que, al contacto con ella, se destruyeron. Desde entonces, ese artefacto se empezó a representar como una media luna, estableciendo un vínculo visual entre Catalina y el satélite nocturno.
Tras sobrevivir al primer intento de ejecución, el emperador optó por decapitarla. Sin embargo, la leyenda no termina ahí: dicen que de su cuello no brotó sangre, sino un líquido lechoso, y que su cuerpo fue llevado milagrosamente al Monte Sinaí por ángeles. Allí, supuestamente, siguió emanando aceite con propiedades curativas.
Por esa conexión entre la rueda en forma de luna, la noche y el carácter misterioso de su historia, no resulta raro que Catalina quedara asociada al satélite que ilumina la oscuridad. Así, en la sabiduría popular, cuando la noche se vuelve clara, muchos dicen: “ahí está Catalina”.
La canción que une al Sol y la Luna
En Asturias, esta relación entre ambos astros, Sol y Luna, se convirtió incluso en una canción popular. De forma simpática y casi infantil, resume con ritmo la unión de estos dos personajes celestes. “El Sol se llama Lorenzo y la Luna Catalina. Catalina anda de noche y Lorenzo anda de día”, dice el estribillo.
Más allá de la letra, lo interesante es cómo esta copla resume siglos de tradición oral y cultural. En una forma ligera, se guarda toda una cosmovisión que mezcla religión, clima y costumbres populares. El Sol y la Luna, el día y la noche, el calor abrasador y la frescura nocturna, todo queda personificado en dos nombres con historia.
Al Sol lo llamamos Lorenzo porque este mártir murió asado a la parrilla, cosa que relacionamos con los días más calurosos del año: sobre el 10 de agosto.
— Nao Casanova (@NaoCasanova) August 17, 2023
Y me entero ahora que hay en Cuenca un pueblo que se llama San Lorenzo de la Parrilla. pic.twitter.com/mZsS7SPwV5
La boda entre Lorenzo y Catalina en la canción es pura metáfora: una forma lúdica de representar el ciclo diario. Él ilumina las mañanas, ella embellece las noches. Son opuestos que se buscan y se encuentran, al menos en el imaginario popular.