¿Por qué los vecinos de muchas ciudades europeas no usan aparatos de aire acondicionado como en España?

Mientras España y otros países del sur usan aire acondicionado como un básico del verano, en gran parte de Europa aún se considera un elemento difícil de justificar.

En España es habitual ver fachadas repletas de aparatos de aire acondicionado, algo que es muy difícil de ver en otras zonas de Europa, y no solo es por el clima, aunque sea cada vez más cálido..

En ciudades cada vez más calurosas, algunos países europeos siguen apostando por resistir al aire acondicionado. Aunque el calor extremo golpea con más fuerza y las noches tropicales se multiplican, la implantación de estos equipos apenas avanza. Las cifras hablan por ellas mismas: sólo un pequeño porcentaje de hogares europeos cuenta con sistemas de aire acondicionado, frente a la presencia casi universal en países como Estados Unidos o Japón.

La paradoja es clara: mientras la demanda mundial de aire acondicionado se dispara, gran parte del continente europeo mantiene su resistencia, ya sea por motivos culturales, energéticos o arquitectónicos. Y esta postura empieza a tener consecuencias graves para la salud pública.

Un consumo eléctrico que dispara las alarmas

La climatización doméstica no sólo enfría casas: también calienta el debate energético. Estos aparatos representan ya un consumo mundial equivalente al 7% de la electricidad del planeta y, según las proyecciones, podrían triplicar su número para 2050. El problema no es únicamente cuánta energía gastan, sino cuándo lo hacen. En las horas centrales del día, coincidiendo con los picos de calor, el uso de estos sistemas puede saturar la red eléctrica hasta el límite.

Ciudades como Londres sufren olas de calor inéditas, con más de dos semanas seguidas de temperaturas sofocantes. Sin embargo, su infraestructura no está preparada para refrigerar miles de viviendas a la vez, a diferencia de urbes norteamericanas con climas similares.

Además, las normativas urbanísticas complican la instalación. En algunos países, instalar una unidad externa en un balcón es directamente ilegal, lo que obliga a optar por sistemas de agua o aparatos portátiles, mucho menos eficientes y más caros de mantener.

Francia, el ejemplo de la resistencia frente al aire acondicionado

El verano francés vuelve a superar los 40 °C en decenas de regiones, pero el aire acondicionado sigue siendo una rareza. Sólo un 5 % de las familias dispone de estos equipos, una cifra minúscula si se compara con España, donde ronda el 60%, o con Italia, con casi un 40 %.

Los motivos son variados: concienciación climática, alto coste y un parque de viviendas con numerosos edificios antiguos. En los últimos meses, más de ochenta departamentos han estado en alerta naranja por calor extremo y hasta 200 colegios tuvieron que cerrar sus puertas temporalmente.

Los obstáculos no terminan ahí. Francia cuenta con miles de inmuebles protegidos por su valor histórico, lo que impide modificar fachadas o estructuras para instalar sistemas de refrigeración modernos. En ciudades como Lyon o Niza, reformar un edificio para añadir aire acondicionado resulta prácticamente imposible o, como mínimo, prohibitivo.

¿Qué pasa en España con el aire acondicionado?

Actualmente es común ver fachadas españolas llenas de aparatos de aire acondicionado, pero eso no significa que cualquiera pueda instalarlos sin más. Según un abogado de Millennials Abogados, la ley exige contar con la aprobación de la comunidad de propietarios antes de realizar cualquier modificación.

En palabras sencillas, no basta con querer poner un equipo: hay que respetar lo que marca la normativa.

El experto recuerda que “el artículo 7 de la Ley de Propiedad Horizontal prohíbe a los propietarios realizar alteraciones que modifiquen la estética del edificio”, ya sea sobre elementos comunes o incluso sobre partes privadas si afectan al conjunto. Sin embargo, existen situaciones en las que no se requiere este permiso, como cuando la instalación se hace dentro de un espacio privado y no toca ningún elemento común.

Un ejemplo sería colocar el aparato en una terraza interior o en un lugar que no interfiera con la imagen del edificio, siempre que la normativa interna de la comunidad lo permita. En todos los demás supuestos, el visto bueno de los vecinos resulta imprescindible si la instalación afecta a las zonas comunes, desde la fachada hasta los patios compartidos.