¿Sabes cuál es el viento pirómano?

El viento de componente sur en el norte de la Península Ibérica ha ocasionado históricamente numerosos incendios que han llegado a devastar ciudades completas. Te contamos la procedencia de los "vientos pirómanos".

Viento pirómano
El viento de componente sur es conocido en Cantabria como "pirómano". 

Entre el 15 y el 16 de febrero de 1941 el incendio de un inmueble de la ciudad de Santander, que en condiciones normales no habría trascendido más allá del almanaque local, prendió la mecha de una de las catástrofes más sonadas de nuestro país. Las llamas, alentadas por el viento, rápidamente saltaron de un edificio a otro, y otro, hasta colonizar no menos de 37 calles. La mayor parte de la ciudad histórica fue reducida a cenizas.

En esos días se gestó una enorme borrasca en el Atlántico, con una presión mínima de 950 milibares que a su alrededor expelía rachas de viento superiores a los 120 kilómetros por hora (km/h). En la vertiente cantábrica el ciclón derivó en una surada que provocó innumerables daños, entre ellos el dantesco fuego santanderino. Según recoge el periodista Vicente Aupí en la Guía del clima de España, las llamas calcinaron el ayuntamiento, el colegio de los Jesuitas, el Palacio de Fernando de Rivaherrera y gran parte de la Catedral.

Este evento carece de datos en la cornisa cantábrica porque el vendaval rompió los anemómetros. De los efectos se dirime que las rachas probablemente llegaron a superar los 180 km/h. No resulta descabellado el dato, puesto que el observatorio de San Sebastián sí que aguantó las acometidas y marcó ráfagas de esa calaña. Además, las crónicas resaltan la persistencia del viento huracanado.  

Incendio Santander
Las ruinas resultantes del incendio en el entorno de la catedral de Santander. Foto DM, vía Fusiones Temporales.

Aupí argumenta que el actual récord de viento de la ciudad de Santander, que data del 12 de diciembre de 1979, sobresale en el libreto de efemérides de la Agencia Estatal de Meteorología por demérito de las cazoletas de 1941. Si las estaciones hubieran aguantado el temporal de la postguerra, ahora éste tendría el “honor” de encabezar el ranking.

El viento del sur se erigió, por la nutrida lista de antecedentes, como uno de los mayores peligros para la capital cántabra. El 28 de febrero de 1877 también detonó otro gran incendio en la ciudad que devastó numerosos barrios. Por estos incidentes y otros muchos en terreno forestal, los vientos del sur se han ganado por allí el adjetivo de pirómanos.

La cultura popular de Cantabria ya acuñó hace un puñado de décadas los “vientos pirómanos”. Las suradas por allí son las valedoras de las olas de calor y de índices de humedad muy bajos que son pasto para los incendios. A orillas del Cantábrico el viento del sur llega reseco por el efecto catabático que sale de las sierras que se disponen en esa dirección.

La cordillera Cantábrica supone un obstáculo para este viento que se ve, primero, forzado a subir por sus lomas y después a descenderlas, perdiendo así una notable carga de humedad y recalentándose. Este efecto también es conocido como Föhn o foehn. En la fachada mediterránea los vientos pirómanos de Cantabria equivaldrían al poniente.