Los 7 motivos por los que no hay que beber de una botella olvidada en el coche al sol, según la experta Gemma del Caño
Dejar una botella de agua al sol en el coche parece inofensivo, pero en realidad es un cóctel de plásticos migrados, microplásticos, bacterias y mal sabor: no es nada recomendable.

Todos lo hemos hecho alguna vez. Ese día de calor, abres la puerta del coche y parece que has entrado en una sauna finlandesa versión low cost. Y ahí está, en el portavasos: tu botella de agua. Calentita, lista para infusionar tila sin necesidad de hervidor. Eau de radiador, literalmente. ¿Qué puede pasar por darle un trago?
Beber agua de una botella de plástico que has dejado al sol dentro del coche no es buena idea. No lo digo yo, lo dicen la química, la microbiología y el sentido común (ese que a veces también se derrite con el calor). Vamos a verlo con calma.
1- Migración de compuestos del plástico
Las botellas de agua están hechas de plásticos seguros para uso alimentario, normalmente PET (tereftalato de polietileno). Antes de llegar a tus manos, han pasado por controles y ensayos de migración: pruebas en laboratorio que verifican cuánto material del plástico puede pasar al agua en condiciones “normales” de uso.

El problema es que esas pruebas se hacen con temperaturas controladas, simulando lo que pasaría en una nevera, en la encimera o en la estantería del supermercado. No tienen en cuenta que la botella vaya a estar horas a 60 o 70 ºC dentro de un coche aparcado al sol. Y sin embargo, eso es exactamente lo que ocurre.
Cuando el coche se convierte en horno, el plástico también sufre. A esas temperaturas extremas, aumenta la probabilidad de que algunos compuestos migren en mayor cantidad al agua. No hablamos de que vaya a convertirse en un cóctel tóxico mortal al instante, pero sí de que la botella ya no está cumpliendo con las condiciones de seguridad para las que fue diseñada.
2 - Microplásticos: invitados no deseados
A estas alturas, todos hemos oído hablar de ellos. Pequeñas partículas de plástico que se desprenden de envases, tejidos o incluso del aire que respiramos. Pues bien, en las botellas de agua también aparecen.
El calor no solo favorece la migración de compuestos químicos, sino que también puede debilitar la estructura del plástico, facilitando que se liberen microplásticos al agua. Son tan diminutos que no los ves, pero ahí están, flotando como un aderezo invisible.

¿Qué pasa cuando los bebes? De momento, la ciencia todavía está investigando sus efectos a largo plazo. No está claro cuánto absorbemos ni qué consecuencias reales tienen en nuestro organismo, pero lo que sí sabemos es que no son precisamente vitaminas.
3 - El spa bacteriano
El calor y la humedad son el paraíso para las bacterias. Si, además, hablamos de una botella que ya has abierto y en la que has metido la boca, has creado el caldo de cultivo perfecto. Las bacterias de tu propia saliva, que en condiciones normales no son un problema, encuentran en ese agua tibia un lugar estupendo para multiplicarse.
Si le das tiempo y grados suficientes, puedes estar bebiendo una colonia entera de microorganismos que han decidido montar una fiesta privada en tu botella. Y aunque no siempre suponga una intoxicación grave, lo mínimo que puede darte es una gastroenteritis de campeonato. Poca broma con esto.
4 - Sabor a rayos (literalmente)
Seguro que alguna vez has probado agua de una botella calentada al sol y has notado ese “toque raro”. Ese sabor extraño no es tu imaginación: se debe a los compuestos que han migrado del plástico y también a las reacciones químicas que ocurren a altas temperaturas.

El agua, que debería ser insípida y refrescante, se convierte en un brebaje sospechoso que recuerda más a “agua de radiador” que a algo que quieras beber. Si tu paladar lo rechaza, hazle caso.
5 - Menos hidratación de la que piensas
El agua caliente tampoco sacia igual. Cuando tienes sed, tu cuerpo busca frescor, pero ese trago de agua a 40 grados no ayuda mucho.
Acabas bebiendo menos de lo que deberías, y eso en un día de calor puede ser un problema añadido. Deshidratación asegurada.
6 - Riesgo de liberación de acetaldehído
Un dato curioso: el PET puede liberar una sustancia llamada acetaldehído en condiciones de calor extremo.

No es que te vaya a envenenar con un trago, pero sí altera el sabor y, en cantidades altas, no es nada recomendable.
7 - La falsa seguridad del “siempre lo he hecho y nunca me pasó nada”
Aquí entra el clásico: “Yo llevo toda la vida bebiendo agua del coche y estoy tan campante”. Bien, también había gente que fumaba dos cajetillas al día y decía lo mismo. La toxicología funciona así: el riesgo depende de la dosis, la frecuencia y tu propia susceptibilidad.
Olvida esa botella de agua caliente en tu coche. Un estudio de la Universidad de Jinan revela que la exposición al sol libera compuestos tóxicos de los plásticos. Aunque un sorbo pequeño tiene riesgos mínimos, la exposición prolongada podría afectar tu salud. ¡Ten cuidado! pic.twitter.com/fLZKjjMQDt
— Seo Contenidos (@seo_contenidos) July 26, 2024
Quizá una vez no te pase nada, dos tampoco, pero cada vez que lo haces estás aumentando las probabilidades de beber agua menos segura. Y no, no merece la pena.
¿Entonces qué hacemos?
La solución es sencilla:
- No dejes la botella en el coche. Llévatela contigo o guarda una botella nueva cerrada en un lugar fresco.
- Usa botellas reutilizables de acero inoxidable: mantienen el agua fresca durante horas y no liberan nada al líquido.

- Si tienes sed y solo hay esa botella en el coche… mejor espera a encontrar otra opción. Beber agua caliente y sospechosa nunca es buena idea. ¡Ah! y llévala (vacía) a reciclar. Envase amarillo.
- Prioriza siempre que puedas el agua del grifo, 300 veces más barata y muchísimo menos contaminante.