Fobia a las DANAs: ¿debemos tener miedo?

Muchas personas desarrollaron fobia a la lluvia o a las tormentas tras las inundaciones de septiembre de 2019, pero... ¿debería de ser así? ¿Sucede con otros fenómenos? ¿Qué importancia tiene el factor humano? Aquí contestamos estas preguntas.

Desde las inundaciones de septiembre de 2019, el concepto de DANA se suele asociar a fenómenos extremos o peligrosos, algo que es un error

Entramos en la época por excelencia de los diluvios mediterráneos, aunque como hemos visto en los últimos años, las lluvias torrenciales se están volviendo cada vez más frecuentes en otras estaciones en las que hasta hace muy poco eran casos excepcionales y aislados.

De hecho, nos acercamos al primer aniversario de las catastróficas riadas que se produjeron en el sureste peninsular tras registros de récord, como los más de 500 l/m2 en menos de 48 horas en Orihuela (la media anual ronda los 250), pero también un rastro de destrucción y varias víctimas mortales. Ahí es cuando el término de DANA empezó a ser temido.

Miedo a fenómenos atmosféricos... que siempre han estado ahí

A partir de esa situación de lluvias torrenciales, bastantes personas desarrollaron pluviofobia (miedo irracional a las lluvias o inundaciones, incluso cuando caen cuatro gotas) o/y brontofobia (en este caso el temor es hacia las tormentas). Cosa que por otra parte es habitual cuando uno se ha visto con el agua al cuello, literalmente.

Aunque el concepto de Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) surgió en parte para sustituir al de gota fría, que tras la Pantanada de Tous empezó a usarse de forma incorrecta como sinónimo de lluvias torrenciales. Tras el episodio de septiembre de 2019 se han vuelto las tornas, y ahora la DANA es la que da sensación de mayor peligro.

Desgraciadamente, muchos medios de comunicación aprovechan esta situación para conseguir visitas, alarmando de forma innecesaria a la población. Sucede lo mismo con otros términos como el de ciclogénesis explosivas o las olas de calor y de frío. Todos estos fenómenos siempre han estado ahí.

No hay que olvidar que una gota fría o DANA no es sinónimo de precipitaciones de consecuencias catastróficas. Para nada. De hecho, la inmensa mayoría pasan con más pena que gloria. Además no es nada nuevo para nosotros, ya que están documentadas inundaciones en el Mediterráneo desde la época romana.

Es necesaria una cultura del riesgo

No hay que confiarse ni tener miedo. Sí respeto. Da más pavor ver qué se ha hecho en muchas zonas de costa de nuestro país, donde ramblas y albuferas fueron sepultadas por metros de asfalto y urbanizaciones, que después son los puntos más conflictivos cuando la lluvia cae con fuerza. En los casos más extremos, se ha ocupado la totalidad de llanuras de inundación, como sucede en la Vega Baja del Segura. Mucha gente desconoce, por unas u otras causas, el terreno sobre el que se asienta su vivienda.

Implementar la cultura del riesgo en el colegio resulta fundamental. Y en eso vamos muy atrasados en España, ya que muchas personas no saben cómo actuar ante una inundación o un terremoto. Tenemos que aceptar que vamos hacia un contexto climático más extremo, por lo que nos tendremos que adaptar y convivir con fenómenos cada vez más adversos. Incluyendo las gotas frías o DANAs.