Efecto palanca y sombra pluviométrica, dos caras de una misma moneda

La presencia de montañas o relieve es clave para pronosticar y entender la distribución y la magnitud de las precipitaciones, porqué potencian la inestabilidad y a su vez, implican que zonas cercanas a sotavento tengan poca precipitación.

Lluvia intensa en una carretera de montaña
Las montañas actúan como palanca que retroalimentan la inestabilidad

La orografía o el relieve es un factor climático significativo porque produce una amalgama importante de fenómenos y circunstancias: las brisas de montaña y de valle, la formación de nieblas orográficas, la inversión térmica, el efecto föhn o dos elementos que analizamos en este artículo: el efecto palanca y la sombra pluviométrica.

¿Qué es el efecto palanca?

El efecto palanca es el mecanismo por el cual una masa de aire se ve obligada a subir debido a la presencia montañosa y este movimiento ascendente provoca la condensación y la formación de nubes y precipitaciones. A medida que el aire va subiendo, se va enfriando a razón de 1 ºC cada 100 metros (¡aproximadamente!) y ese enfriamiento da lugar al cambio de estado del aire: de gas a líquido, formando esa nubosidad.

Este fenómeno tiene lugar en todos los sistemas montañosos de nuestro país y puede producirse en cualquier situación de inestabilidad: frentes, borrascas, zonas de inestabilidad, ondas cortas o gotas frías. Eso sí, no se produce en todas las regiones con la misma magnitud, ni dejando resultados equiparables porque la altitud de las montañas, el grosor de la cordillera, la disposición del relieve en relación a los vientos y la lejanía o proximidad al mar son factores que modifican la intensidad de la lluvia.

El efecto palanca refuerza las precipitaciones en las zonas de montaña y en muchos casos retroalimenta la masa de aire para producir lluvias o tormentas estáticas, que descargan mucha agua durante varias horas en el mismo sitio.

El incremento de la precipitación se produce a barlovento de las montañas, mientras que a sotavento tiene lugar el fenómeno contrario. Es decir, una advección de componente norte que viene cargada de humedad y lluvia dejará la mayor parte de la precipitación en la vertiente norte de los Pirineos, por ejemplo, porque el efecto palanca tiene lugar en la fachada de donde procede esa masa de aire.

La frase mítica de 'tormentas en zonas de montaña' está apoyada por ese efecto palanca. Las montañas implican que se formen las tormentas, y luego que se desplacen o no en función de su estaticidad o del flujo de aire en altura.

Las sierras prelitorales del mediterráneo, a pesar de tener menos altitud, son también potentes 'palancas' que reactivan la inestabilidad. Es el caso del Montseny, Prades o Els Ports en Cataluña; y el Maestrazgo, sierra de Corbera, Mariola o Aitana en la Comunidad Valenciana. Eso sí, en estos casos el efecto palanca se activa cuando tenemos una situación de vientos de levante (que van de la componente sureste a noreste), con importante flujo marítimo que choca directamente con esas estribaciones orográficas.

Sombra pluviométrica: cuando esa masa de aire se reseca a sotavento

La sombra pluviométrica es la consecuencia directa y el fenómeno contrario al efecto palanca, por eso un elemento ayuda a entender la existencia del otro. Podríamos definirla como el mecanismo que produce una disminución significativa de precipitación respecto sus áreas adyacentes. Se manifiesta porque las masas de aire, al cruzar un sistema montañoso, ya "han descargado" toda la humedad y la lluvia a barlovento, y bajan a sotavento mucho más secas. 

Así pues, este fenómeno está relacionado con el efecto föhn, muy típico en los valles pirenaicos de Aragón y en Cataluña (fagueño y fogony, respectivamente). La sombra pluviométrica explica perfectamente la distribución y diferencia de precipitación anual entre los sistemas montañosos y los valles, mesetas y depresiones.

El Cantábrico y los Pirineos normalmente están afectados por masas de aire atlánticas cargadas de humedad que dejan precipitaciones frecuentes. Cuando ese viento del norte cruza esos sistemas montañosos se reseca y deja poca lluvia o ambiente seco en el centro y sur peninsular. Este fenómeno a escala peninsular también sucede a una escala más local, entre las cimas de las montañas y el fondo de los valles en el mismo Pirineo.

La conjunción de estas dos situaciones sirve para entender, entre otros factores, la presencia de los grandes desiertos a nivel mundial, como el del Valle de la Muerte, en Estados Unidos, o el del Sáhara, en África.