La influencia de los ríos peninsulares en los fenomenos atmosféricos

Los cursos fluviales son parte imprescindible del ciclo del agua y un elemento clave del conjunto de la hidrosfera. Su consideración en los pronósticos del tiempo es vital para ajustar las previsiones a nivel local en relación a la temperatura, viento, humedad o formación de nieblas.

Río Llobregat a su paso por la comarca de 'El Berguedà', en Barcelona
Los cursos fluviales determinan y condicionan los flujos de calor y aire

Los ríos, aunque no lo parezca, tienen un peso importante para pronosticar fenómenos a nivel local o regional, ya que su presencia condiciona la formación de nieblas, la intensidad del viento, la temperatura e incluso... ¡la trayectoria de las tormentas! A continuación, vamos a descubrir una batería de efectos que tienen los cursos fluviales en los distintos parámetros atmosféricos y en la formación de fenómenos meteorológicos.

¿Cómo influyen los ríos en las condiciones meteorológicas a nivel local y regional?

En primer lugar, hay que hablar de la regulación térmica. La existencia de agua regula las temperaturas de forma local en los lugares adyacentes a la trayectoria de los ríos. El factor principal que explica esa circunstancia es el efecto albedo: el agua tiene cierta capacidad de reflejar la radiación solar incidente, de tal modo que no absorbe tanta energía. En verano, los ríos son verdaderos apaciguadores del calor, suavizando la temperatura: sus orillas siempre son lugares más frescos o menos cálidos que los terrenos de alrededor. Sin embargo, en invierno los ríos ejercen de intensificadores del frío, ya que la presencia de valles habitualmente canaliza el aire frío en una situación de inversión térmica.

También son un sumidero de humedad. Allí donde hay agua, sin duda, hay mucha humedad. Los cursos fluviales son grandes almacenes de humedad, que tiene consecuencias distintas en función de la localización de ese río, su cauce y magnitud, y también de la estación del año. El río Guadalquivir en Sevilla implica un incremento de la humedad importante en la capital andaluza, de tal modo que hace subir mucho el bochorno, y con lo cuál, agudiza la sensación de calor sofocante y pegajosa. Sin embargo, el río Garona en el Valle de Arán, durante un día muy cálido de verano, la presencia de humedad da una sensación de aire más fresco y de respiro ante el calor. Los cauces fluviales son zonas muy favorables a la formación de rocío: esas gotas de agua formadas sobre las superficies debido al enfriamiento por radiación nocturna al condensarse el vapor de agua. Por supuesto, cuando esto ocurre en invierno, hablamos de escarcha.

En el mapa de humedad relativa del próximo miércoles, se puede llegar a seguir el trazado de algunos ríos.

Hay una estrecha relación entre los ríos y la formación de niebla. Son son una fuente condensadora de la masa de aire, que ayuda a la aparición de nieblas. El cauce y la magnitud de esos ríos determina la magnitud, espesor y persistencia de las nieblas. Por ejemplo, el río Ebro tiene la capacidad de formar nieblas densas, amplias, gruesas y persistentes en invierno. Sin embargo, el Túria, tiene menos 'poder' para crear niebla.

Por otro lado, los ríos determinan el flujo y el régimen de vientos a escala local, comarcal o regional. Los cursos fluviales de la vertiente mediterránea sirven como canalizadores de las brisas marinas, de tal modo que 'meten' ese viento de mar hacia el interior a través de los cursos fluviales. Eso sucede en verano y días cálidos de primavera u otoño. En invierno, sucede el fenómeno contrario: los valles desplazan el aire frío almacenado en el interior y lo hacen viajar hacia las zonas costeras. Así pues, los vientos catabáticos a menudo son canalizados por los ríos.

Los valles ayudan a canalizar las brisas marinas en verano, que en ocasiones pueden penetrar muchos kilómetros tierra adentro. En invierno, los valles evacuan el aire frío almacenado en el interior peninsular.

Otro fenómeno relacionado con un curso fluvial y el viento es el efecto venturi: disminución de la presión y aumento de velocidad de un volumen de aire determinado cuando tiene que meterse por un espacio más estrecho.

Por último, los ríos no tienen la capacidad de formar tormentas pero sí tienen la capacidad de potenciar su fuerza e intensidad. Las tormentas necesitan temperatura y humedad como combustible para seguir 'vivas' y siempre van a buscar aquellos lugares de calor y sectores con humedad para retroalimentarlas. A menudo, observamos que las tormentas siguen la trayectoria de los cursos fluviales e incluso se intensifican.