Arcaísmos y otras particularidades del lenguaje meteorológico popular: Parte IV

Una de las primeras cosas que hacemos cada día es mirar a través de la ventana de casa y contemplar el cielo matutino, las nubes si las hay, lo que nos permite hacer una evaluación rápida del tiempo que podemos esperar al salir a la calle.

Arcaísmos Y Otras Particularidades Del Lenguaje Meteorológico Popular: Parte Iv
Ilustr. 36. Alborada. Fotografía realizada en la Ciudad Universitaria (Madrid). La palabra que da nombre a esta fotografía proviene de "albor", que es el resplandor del alba; esos primeros rayos de sol que dan luz al amanecer.

José Miguel Viñas Rubio - Meteorólogo
Fotografías: Fernando Llorente Martínez

Instituto Nacional de Meteorología
Página web personal: http://www.rumtor.com

Artículo marzo 2006. Recuperado en agosto 2013

PARTE IV y final

6. El aspecto del cielo y de las nubes

Una de las primeras cosas que hacemos cada día es mirar a través de la ventana de casa y contemplar el cielo matutino, las nubes si las hay, lo que nos permite hacer una evaluación rápida del tiempo que podemos esperar al salir a la calle. Aparte de esto, la salida del sol por el horizonte, lo mismo que la puesta, tiñe a la atmósfera de unas tonalidades cálidas (anaranjadas y rojizas) que causan nuestra admiración, especialmente cuando estamos en el campo, la montaña o a la orilla del mar.

El alba o alborada marca el momento “mágico” del amanecer, ese momento que tan bien supo transmitirnos con su música el compositor noruego Edvard Grieg. En Asturias, al amanecer le llaman riscar (“está riscando el día”), lo que para la mayoría de la gente marca el inicio de una nueva jornada que culmina a la caída del sol. En el momento de la puesta es bastante habitual que se formen cerca del horizonte unas nubes delgadas y alineadas muy características, en forma de banquera según el lenguaje popular.

Durante el crepúsculo o entrelubrican; es decir, el tiempo que dura la claridad tras la puesta de sol, esas nubes (llamadas galgas en la provincia de Jaén) adquieren a veces un tono rojizo muy intenso que recibe el nombre de candilazo, lo que suele anunciar cambios en el tiempo para las próximas horas (“candilazo al anochecer, agua al amanecer”). Referido también al color del cielo, en Cantabria usan el término empardalar, que significa: adquirir el cielo una tonalidad parda.

Por la mañana, nada más mirar por la ventana, podemos encontrarnos desde un cielo raso o tendido (sin nube alguna), hasta uno cubierto o nubarrado. También hay otras posibilidades intermedias, como un cielo barriau (en la Ribera Baja del Ebro llaman así al cielo nublado, no del todo cubierto), uno aborregado, borreguero o empedrado (cielo con presencia de altocúmulos o cirrocúmulos que suele anunciar lluvia: “cielo empedrado, suelo mojado”) o uno amarañao, que sería el típico cielo de nubes altas (cirros) de aspecto enmarañado o encerruscado (del latín cirrus).

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Ilustr. 37. Aborregado. Fotografía realizada a primeras horas del día en Vama, Bucovina (Rumania). En la imagen aparece un banco de altocúmulos; un tipo de nubes que tienen la apariencia de un rebaño de ovejas flotando en el aire, de ahí la expresión popular de "cielo aborregado".

Los cirros y cirroestratos, debido a su aspecto liviano y a las formas que adoptan en el cielo, reciben nombres muy curiosos como colas de gato, rabos de gallo o nubes palmeras (Toledo). Estas nubes se sitúan por encima de los 6.000 metros de altitud y están constituidas en su totalidad por cristales de hielo, siendo muchas veces la primera avanzadilla de un frente cálido.

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Ilustr. 38. Colas de gato. Esta imagen, tomada en la Ciudad Universitaria de Madrid, muestra a la perfección la fragilidad y la textura suave que presentan las nubes cirriformes, a modo de una "cabellera al viento", de ahí las diferentes expresiones usadas para identificarlas.

En la Montaña de Cantabria, los rabos de gallo serían tanto los cirros como los borreguitos o nubecillas que aparecen en el cielo por el SE. Cuando aparecen solas traen agua, mientras que si tienen el “rabo” ennegrecido, pronostican la llegada del ábrego. El escritor cántabro José María Pereda, en su novela “El sabor de la tierruca”, relataba esto magistralmente y con todo tipo de detalles meteorológicos:

Los que madrugaron al otro día (y cuenta que en Cumbrales se levanta al alba la gente) vieron que, mientras el sol salía embozado en crespones de escarlata, sobre las lomas del Sur relucía, fulguraba el celaje, como si fuera lago de cristal fundido; lago con islotes de nácar y grumos de oro; a trechos, ondas purpúreas, blancas vedijas inalterables, y rabos de gallo más efímeros, sobrenadando; y por riberas y marco en toda la redondez de este espacio, moles de negras y plomizas nubes amontonadas. Entre una y otra mole, densas brumas cenicientas, valles fantásticos de aquellas raras montañas que se prolongaban, en contrapuestos sentidos, en forma de ásperas cordilleras. En lo más alto del cielo, tenues veladuras rotas; luego el éter purísimo hasta el horizonte del Norte, donde el celaje era cárdeno, mate y estirado, como una inmensa lámina de acero sin bruñir.

El aire era tibio y pesaba tanto sobre el ánimo como sobre el cuerpo; ni una hoja se movía en los árboles, ni una yerba en los campos; la vista y el oído adquirían un alcance prodigioso; las tintas de las montañas, más que calientes, parecían caldeadas; los contornos y relieves flotaban en un ambiente seco y carminoso que, acortando las distancias, engrandecía las moles; y el silbido del pastor y el sonar de las esquilas del ganado, llegaban claros y perceptibles al oído desde los cerros del Mediodía.

Cuando en la Montaña amanece entre estos fenómenos de la naturaleza, todo montañés sabe qué viento va a reinar aquel día; y entonces se llama al espacio brillante rodeado de nubarrones, el agujero del ábrego.

Los términos greñas y melenchas, cuya acepción más conocida es la de una melena larga, adquieren también un significado meteorológico en algunas comarcas de Teruel. Las greñas serían los nubarrones oscuros que suelen acompañar a la tormenta, llamados también torrojones, mientras que las melenchas serían unas “nubecillas en estratos de formas alargadas y colgantes” (vocabulario de las gentes de Blesa). Tal vez esto último se refiera a las virgas (cortinas de precipitación que no alcanzan el suelo) que en ocasiones cuelgan de las nubes.

Sin abandonar las nubes, a las de tipo cúmulo las identifican en tierras maragatas (León) con los vellones. El vellón es el montón de lana que resulta tras la esquila de una oveja o carnero. También es frecuente comparar a los cúmulos de buen tiempo con el algodón y a la parte alta de un cúmulo bien desarrollado (de tipo congestus) con una coliflor. Al cúmulo en La Rioja le llaman tronero, en clara alusión a la tormenta.

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Ilustr. 39. Tronero. Esta foto está realizada al mediodía en Carabanchel Bajo (Madrid) y muestra la cima de un cúmulo de gran desarrollo vertical, con claras protuberancias que adoptan la forma típica de una coliflor. Son nubes que en muchos casos anticipan tiempo tormentoso, de ahí lo de tronero.

La panza de burra [panza de burro] es un fenómeno meteorológico característico de las islas Canarias, especialmente frecuente en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y en el valle de la Orotava. La panza de burra consiste en una acumulación de nubes bajas que origina una capa blanquecina que actúa como pantalla solar, provocando bajo ella una sensación térmica de frescor. Se produce habitualmente durante los meses de verano, por acción de los vientos alisios que soplan principalmente del NE y hacen que las nubes vayan chocando contra las laderas de las montañas produciendo la acumulación de nubes hasta una cota aproximada de 1.500 metros de altitud.

Este fenómeno da lugar al llamado “mar de nubes”, que simplemente se trata de la misma capa de nubes pero vista por encima. En las laderas donde chocan esas nubes se produce el efecto de “lluvia horizontal”, dando lugar a una zona de mucha humedad y vegetación exuberante.

La expresión panza de burra se emplea también en otras zonas de España para describir el color del cielo precursor de nevadas. Se trataría del característico color entre blanquecino y grisáceo que suele anunciar la inminente caída del blanco elemento. También se llama panzaburro al típico día que amanece con nubarrones.

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Ilustr. 40. Panza de burra. Fotografía realizada durante la ascensión al Roque de los Muchachos, en la isla de La Palma (Canarias). Se observa el característico mar de nubes que se extiende en la lejanía, sobre el mar, hasta la isla de Tenerife y su majestuoso pico del Teide, que se ve al fondo de la imagen. Bajo ese manto nuboso, el cielo presenta un aspecto grisáceo llamado por los lugareños “panza de burra”.

El término amarañarse significa cubrirse el cielo con algunas nubes, mientras que amorugar (Cantabria) y atapecer [tapecer] significan oscurecerse y/o anochecer. Arrasarse [arrasar] sería justamente lo contrario, despejarse el cielo. En Villablino (León) llaman escorrido al día en que después de llover intensamente queda raso y sin nubes pero con humedad en el ambiente.

A la luz envolvente, a menudo molesta, que acompaña en ocasiones a un día nublado se le llama en el norte de la Península resol o resolillo. Esa luminosidad, provocada por la radiación solar difusa (no directa), tiene lugar también en presencia de niebla o neblina. En Castilla y León, el resolillo es el sol que sale en los días fríos del invierno, lo que tanto agradece la gente de los pueblos cuando le toman al agrego o abrigaño (lugar protegido del viento, llamado en Asturias abeiro).

A veces, las nubes dejan colarse entre ellas algún rayo de sol, dando como resultado un fenómeno óptico muy singular, identificado en diferentes momentos de la historia como una “señal del cielo”, una manifestación divina que reflejan numerosos cuadros de temática religiosa. Ese rayo recibe nombres diversos, según las zonas, como raza de sol, calandrón, escaldachón, chugaína [chugá], caldiellu, llugada o llugatu (localismos asturianos estos tres últimos).

Ilustr. 41. Calandrón. Autor: Jordi Gubern Piña. Foto realizada desde el Balcón de Pineta, mirando hacia el Valle del mismo nombre, en el Parque Nacional de Ordesa (Huesca). Pocas imágenes representan tan bien como ésta al rayo que se cuela entre las nubes.

En el interior de Cantabria llaman rojana a los rayos de sol que se cuelan entre las nubes, mientras que palabras como gaja, gajada o estronda sirven para referirse a un claro entre las nubes en un día lluvioso. El término clarera sería similar, aunque referido a la claridad que sigue al chubasco.

7. Los calores del verano

Una de las características que mejor definen el clima mediterráneo es la existencia de un periodo estival prolongado, seco y caluroso. Los rigores del verano y el insufrible bochorno nos visitan cada año, lo que, generación tras generación, ha ido añadiendo palabras y enriqueciendo nuestro vocabulario meteorológico en cuanto al calor (o candor) se refiere.

La palabra bochorno tiene su origen el término latino vulturnus, que era el viento del Este para los romanos. En algunas comarcas leonesas como la Maragatería se emplean los localismos chornio [chorniu] y churmu. Otros términos equivalentes, de uso más extendido, son caloracho, calorina, calorza, quemazón o farria.

Al calor excesivo se le llama también chicharrina, un término que hace referencia a las chicharras (o cigarras) y al sonido característico que emiten en las calurosas tardes de verano. La frecuencia del ruidito aumenta con la temperatura, lo mismo que ocurre con el canto de los grillos.

Es habitual referirse al bochorno cuando el calor es pegajoso y sofocante (calor húmedo), lo que se conoce también como sorna. La bruma o neblina acompañada de calor y mucha humedad recibe el nombre de calmaria o canícula, si bien este último término se usa más para referirse a la época del año en la que el calor es más fuerte, normalmente del 15 de julio al 15 de agosto (“de virgen a virgen, el sol aprieta firme”). En Toledo identifican la canícula con los días de calor y bochorno, siempre y cuando vengan acompañados de calima.

La calima (llamada también calina o calisma) es un fenómeno relativamente frecuente en la Meseta Sur en verano, debido a la extrema sequedad del suelo, lo que permite al polvo escapar de la superficie y quedar en suspensión. En el lenguaje de la zona, calisma no es el meteoro en sí, sino el bochorno al que da lugar. Son los típicos días en los que el cielo pierde su color azul y aparece velado por una neblina blancuzca.

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Ilustr. 42. Calima. Autor: Antonio J. Galindo Navalón. Foto realizada en el verano de 2004 en Campo de Criptana (Ciudad Real). Este litometeoro consiste en la suspensión de partículas secas en la atmósfera, extremadamente pequeñas, invisibles a simple vista y bastante numerosas para dar al aire un aspecto opalescente.

La fuerte insolación veraniega recibe nombres como tabardillo o asoleamiento, mientras que para designar a los lugares donde calienta más el sol y a aquellos, orientados al norte, donde tenemos más horas de sombra, encontramos palabras como solanar, solanera, retestero o rachisol (sinóminos de solana) y abaceo, besedo, obejedo o frescal (sinóminos de umbría).

El término cántabro abarcanar, o su variante abracanar, toma el significado de aplanar (achicharrar, aplatanar…) el calor del sol, mientras que palabras como tresvanar (calentar el sol demasiado, perjudicando a personas y plantas) o espalambrar (agostar el sol los prados) se usan también para referirse a los rigores del calor estival.

Concluimos este breve apartado con el verbo picar que, entre sus numerosas acepciones, toma el significado de calentar mucho el sol, lo que en algunos lugares llaman chisnar. No hay que confundir chisnar con chiscar, ya que esta última acción sería, según el DRAE: “sacar chispas del eslabón chocándolo con el pedernal”. En tono de humor podríamos concluir que el sol pica en verano, pero no lo suficiente como para que salten chispas de nuestra piel.

8. Miscelánea final

Para la parte final de este trabajo, añadiremos una lista de palabras y expresiones, ordenadas alfabéticamente, que se refieren también a diferentes aspectos del clima y la Meteorología. Se incluyen aquí al no encajar del todo en ninguno de los siete apartados anteriores.

Abonanzar=Abuenar=Abonecer: Mejorar el tiempo, el estado del mar o ambas cosas. La bonanza meteorológica es el tiempo tranquilo y apacible.

Aborrascarse=Emborrascar: Ponerse el tiempo borrascoso, volverse tormentoso.

Aluvión: Inundación.

Arco de San Martín: Arco iris.

Arramascar: Doblar, mover fuerte o arrancar el viento o la cellisca las ramas arbóreas.

Asubiarse: Refugiarse contra las inclemencias del tiempo.

Asurado: Tiempo caliginoso y pesado, precursor del viento sur en el Cantábrico.

Badina: Pequeño charco de agua de lluvia.

Balsearse: Inundarse. Formarse balsas de agua en los prados.

Barrancada: Aluvión; avenida o crecida impetuosa de agua.

Bolaga: Pequeño alud.

Borraos: En Cantabria, zonas con manchas nubosas en la superficie del mar, formadas por la acción del viento que las pulveriza, convirtiéndolas en neblina.

Borrascón: Expresión vulgar para referirse a una borrasca muy profunda.

Borreguitos: Pequeñas olas levantadas por el viento. El término se emplea también para referirse a los pequeños cúmulos.

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Ilustr. 43. Borreguitos. Fotografía realizada desde un avión, volando desde La Palma hacia Madrid. La mayoría de las nubes que se observan en primer plano son los clásicos cúmulos de buen tiempo, de poco desarrollo vertical; aunque en la parte derecha, bajo la punta del ala, pueden observarse algunos de ellos de mayor desarrollo. Las nubes del fondo constituyen un velo de cirros.

Burz: En Aragón, tormenta con el cielo muy oscuro que presagia un intenso aguacero.

Cachón: Ola que rompe en la playa.

Caer: Calmar el viento a la mar, del todo o en parte (término náutico).

Canus=Cuérragos: En la Montaña de Cantabria llaman así a los arroyos que caen por las cuestas procedentes de la fusión de la nieve y los neveros.

Carañada: En Cantabria, aluvión de lluvia fina.

Cegazón=Cerrazón: Falta de visibilidad producida por la nieve, lluvia…

Cordonazo de San Francisco: Primer gran temporal del otoño. La festividad de San Francisco de Asís se celebra el 4 de octubre, una época del año que normalmente coincide con ese cambio de tiempo.

Desvilgar: Deslizarse sentado sobre la nieve.

Estiaje: Nivel más bajo o caudal mínimo que en verano tienen las aguas de un río, lago o laguna por causa de la sequía estival.

Glajo: En Cantabria, capa de hielo que se forma sobre las charcas.

Grandonizar: Granizar.

Humedanza: Humedad.

Marear: Inundar de agua a consecuencia de la marea alta.

Morfuga: Atmósfera (La Litera-Huesca)

Muelda: Alud, avalancha de nieve (término leonés).

Nevadona: Nevada muy intensa. El sufijo aumentativo –ona es de origen asturiano.

Nido de tormentas: Región, normalmente montañosa, donde se desarrollan tormentas con frecuencia.

Nievesí: Pájaro que barrunta la nieve y que se le distingue por su canto tristón. En Cantabria se le identifica también como el nevero o pico nevero.

Oraje [orage]: 1. Tiempo atmosférico. 2. Tiempo muy crudo de lluvias, nieve o granizo y también de vientos fuertes. En el apartado 5 vimos más variantes de esta palabra con diferentes significados.

Orear: Ventilar, airear, secar o refrescar al aire una cosa.

Orinal: Lugar donde llueve con mucha frecuencia (por ejemplo, el “orinal de Gredos”, situado al sur de la provincia de Ávila, en la zona de Guisando-El Arenal-El Hornillo).

Pedrisquear: Caer granizo grande o pedrisco.

Puentuco de los ángeles=Manto de la Virgen: Expresiones cántabras usadas para referirse al arco iris. En el País Vasco, se emplean los localismos erromako zubia (puente de Roma) y ostadar (cuerno del cielo), palabra vasca que resulta de la unión de ost (cielo) y adar (cuerno). Este último término (adar) también es un arcaísmo vasco utilizado para designar a la tromba de agua.

Ilustr. 44. Puentuco de los ángeles. Autor: José Antonio Quirantes. Foto realizada en Paracuellos-Ajalvir (Madrid). El arco iris, llamado también arco de San Martín, puede llegar a verse doble como en esta fotografía. En este caso, el arco interior, llamado arco primario, es más brillante, se observa bajo un ángulo comprendido entre los 40 y 42 grados, y presenta el color violeta en su parte interior y el rojo en la externa; mientras que el arco exterior, denominado secundario, es menos luminoso, está comprendido entre los 50 a los 54 grados respecto al observador y aparecen los colores invertidos.

Regirada [rejirada]: Cambio brusco y desagradable de tiempo.

Relente: Frescor de la noche, humedad que en las noches serenas se nota en el ambiente.

Runflar: Ruido de la mar o del viento, o de ambos a la vez.

Seca: Sequía. También se emplean los términos secación (Salamanca) y sequero.

Serrano: Aplíquese al tiempo frío y húmedo de la sierra.

Tardío [tardía]: Otoñada, otoño. El término tiene su origen en la palabra francesa tardor, que toma el mismo significado.

Temperie: Estado de la atmósfera.

Tempero: Término agrícola, relacionado con la Meteorología, que se usa para expresar que el contenido de humedad de la tierra es el adecuado para poder empezar la siembra. El tiempo de siembra es lo que se conoce como sementera.

Tiempo de perros: Tiempo frío y desapacible que tenemos a veces en invierno. También se emplea esta expresión, a veces, cuando el calor es muy intenso (relación con el término canícula). A lo largo de la historia, la figura del perro se ha asociado en numerosas ocasiones a calamidades y desgracias.

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Ilustr. 45. Tiempo de perros. Fotografía realizada el 6 de enero de 1997, en Carabanchel Bajo (Madrid). La clásica irrupción fría de primeros de año, recogida en el siguiente refrán: "Por los Reyes, los días y el frío crecen", dejó aquel año una nevada de varios centímetros de espesor en un lugar poco dado a ello, como son las cercanías del río Manzanares.

Tollo: Mismo significado que badina; es decir, un pequeño charco.

Vario: Blando (de blandura), templado; referido al tiempo atmosférico.

Ventolines: Término popular cántabro que se refiere a los “geniecillos” (personajes fantásticos) que ayudan a los pescadores ancianos a llegar a puerto, soplando una suave brisa sobre las velas de sus embarcaciones.

Todos los artículos de este tema en:

http://www.tiempo.com/ram/2398/arcaismos-y-otras-particularidades-del-lenguaje-meteorolgico-popular-2/ Parte I

http://www.tiempo.com/ram/2306/arcasmos-y-otras-particularidades-del-lenguaje-meteorolgico-popular/ Parte II

http://www.tiempo.com/ram/2360/arcaismos-y-otras-particularidades/ Parte III

http://www.tiempo.com/ram/2425/arcasmos-y-otras-particularidades-del-lenguaje-meteorolgico-popular-2/ Parte IV

Bibliografía y agradecimientos

Gran parte de los términos incluidos en este trabajo son de origen castellano.

Como principal fuente de consulta en Internet se utilizó la siguiente: http://users.servicios.retecal.es/amnuve/dicllion/dicciona/indice.htm

Otro par de fuentes de términos castellanos fueron:

http://www.catedramdelibes.com/

http://www.fuenterrebollo.com/Castilla/arcaismos.html

Los términos originarios de Aragón se obtuvieron casi en su mayoría de la siguiente dirección URL: http://www.solunet.es/~blesa/culfabla.htm

Sobre los términos llovizna y lloviznar puede consultarse el siguiente enlace:

http://jamillan.com/llovizna.htm

Los localismos asturianos fueron obtenidos en su mayor parte de la siguiente obra de consulta: Diccionario Enciclopédico del Principado de Asturias. Eds. Nóbel (2004).

En cuanto a los términos cántabros, he contado con la inestimable ayuda de Carmen Gozalo, quien me facilitó una completa lista de términos meteorológicos usados en la Cantabria montañesa, así como la correspondiente bibliografía específica (4 obras monográficas) que paso a detallar:

El lenguaje popular de la Cantabria Montañesa. Adriano García Lomas. Eds. Librería Estudio. 1ª edición. Santander (1999)

El habla pasiega. Ensayo de dialectología montañesa. Ralph J. Penny. Tamesis Books Limited. London (1970).

Léxico cántabro. Miguel Ángel Saiz Barrio. Eds. Tantín. Santander (1990).

Estampas campurrianas. Por los senderos de mi valle. José Calderón Escalada. Eds. RESMA. Santander (1970).

La búsqueda de términos se completó consultando también el Vocabulario de Términos Meteorológicos y Ciencias afines, de Alfonso Ascaso Liria y Manuel Casal Marcén. INM (1986), así como el Diccionario de la Lengua Española (DRAE), en su 21ª edición. Espasa Calpe (1996).

Doy las gracias a mi amigo y compañero de carrera Joseba Areitio, predictor en la actualidad de Euskalmet (Servicio Vasco de Meteorología), por haberme facilitado una completa relación de términos usados en Euskadi.

Agradezco también, muy sinceramente, las aportaciones hechas por diferentes participantes del foro de Meteored, tanto a través de algunas de las fotografías, mensajes privados, así como en el topic abierto el 14 de junio de 2005, y titulado: Terminología meteorológica curiosa: http://foro.meteored.com/index.php/topic,25831.0.html

Esta entrada se publicó en Reportajes en 05 Ago 2013 por Francisco Martín León