Fue el último refugio de los moriscos en Granada: un viaje a los pueblos entallados de Sierra Nevada
Hoy emprendemos un viaje por estos enclaves alpujarreños, donde la memoria morisca persiste en la arquitectura, en los caminos y hasta en el silencio de sus montañas.

Durante casi ocho siglos, Granada fue un crisol donde convivieron (no siempre pacíficamente) cristianos, judíos y musulmanes. Tras la caída del Reino de Granada en 1492, los moriscos, musulmanes obligados a convertirse al cristianismo, quedaron bajo sospecha constante.
Su cultura, sus lenguas y sus tradiciones fueron progresivamente prohibidas, empujándolos a una resistencia silenciosa que estalló con fuerza en la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571). En aquel levantamiento, las montañas abruptas de Sierra Nevada se convirtieron en su último refugio.
La Alpujarra granadina, un territorio entre barrancos y nieves eternas
En la vertiente sur de Sierra Nevada, a unos 70 kilómetros de Granada capital, se extiende La Alpujarra, una comarca de geografía quebrada, terrazas agrícolas y pueblos blancos que parecen brotar de la roca.
Su ubicación (remota, vertical y casi inaccesible durante siglos) permitió a los moriscos sobrevivir más tiempo aquí que en otros rincones de Andalucía. Las rutas de montaña, los senderos ocultos y las acequias heredadas del periodo andalusí siguen siendo testigos vivos de ese pasado.
Pampaneira, artesanía, callejuelas y el eco de las antiguas alquerías
El primero de los pueblos que aparece al ascender por el barranco es Pampaneira, una pequeña joya de calles estrechas, tinaos (pasadizos cubiertos) y casas encaladas con tejados planos de launa, un tipo de arcilla impermeable de tradición bereber.
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Pampaneira tuvo una importante población morisca dedicada al cultivo de moreras, al regadío de sus fértiles tierras y a la producción de tejidos artesanales.
Hoy, las tiendas de jarapas (alfombras multicolores de tradición morisca) mantienen ese legado. También pervive el entramado de acequias que distribuye el agua del deshielo, un sistema hidráulico heredado de Al-Ándalus que aún funciona con sorprendente eficacia.
Bubión: la serenidad de un pueblo suspendido en el tiempo
A mitad de ladera se encuentra Bubión, posiblemente el pueblo más tranquilo de los tres. Su estructura escalonada y sus calles silenciosas hacen que el visitante sienta que el tiempo se ha detenido. En época morisca fue un asentamiento próspero dedicado a la agricultura de montaña, especialmente al cultivo en terrazas, otro legado andalusí que aún marca el paisaje.
Granada
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Alpujarra. BUBION pic.twitter.com/32UC43lX6Q
Bubión sufrió duramente las consecuencias de la Rebelión de las Alpujarras. Tras la derrota, muchos moriscos fueron expulsados, pero sus técnicas agrícolas y su arquitectura permanecieron. Hoy puede recorrerse el pueblo siguiendo el antiguo trazado islámico, con viviendas agrupadas unas sobre otras, chimeneas cilíndricas y patios interiores protegidos del viento.
Su museo etnográfico permite comprender aún mejor cómo vivían las familias moriscas en esta zona aislada, donde la montaña era aliada, pero también una especie de castigo.
Capileira, el balcón de Sierra Nevada y el último bastión morisco
El más alto de los tres pueblos es Capileira, situado a casi 1.500 metros. Aquí, la presencia morisca se siente en cada detalle: en las viviendas cúbicas, en los pasillos cubiertos, en las terrazas que miran al Mulhacén (montaña sagrada para muchos musulmanes de la época) y en la organización comunitaria del agua.
Capileira, corazón de La Alpujarra pic.twitter.com/PpwVnh31zb
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Capileira fue uno de los últimos núcleos donde la resistencia morisca se mantuvo con fuerza. Su localización estratégica permitía vigilar el valle e impedir el avance de las tropas cristianas. Todavía hoy hay senderos que conectan Capileira con refugios de alta montaña utilizados en aquellos tiempos convulsos.
A este paisaje arquitectónico se suman sus inconfundibles chimeneas troncocónicas coronadas por launas, uno de los elementos más característicos de la Alpujarra, diseñadas para resistir los fuertes vientos y las nieves del invierno.
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