Este es el único país donde se puede entrar sin visado, y esconde islas paradisíacas coloreadas por el mar turquesa

Viajar nunca fue tan fácil: hay un país al que se puede entrar sin visado y que, además, regala paisajes de postal con playas desiertas y mares transparentes.

Micronesia
Vista aérea tomada con dron de la capital del estado, Kolonia, desde la isla Chamorro, en la República Federada de Micronesia.

Cuando pensamos en organizar un viaje, lo primero que aparece en la lista de preocupaciones suele ser el papeleo. Entre reservas, billetes, seguros y maletas, el trámite del visado se convierte muchas veces en un obstáculo que resta ilusión. Sin embargo, existe un rincón del planeta que ha roto con esas complicaciones. Un país donde la entrada es libre de visado y que, por si fuera poco, guarda uno de los secretos más bien conservados del Pacífico.

Lo sorprendente de este destino es que no forma parte de los lugares de moda que aparecen en todas las redes sociales. Se mantiene todavía auténtico, con paisajes salvajes y una vida local que sigue su propio ritmo. Todo eso lo convierte en un lugar perfecto para desconectar y sentirse lejos de todo, sin necesidad de grandes trámites.

Micronesia, un archipiélago de fácil acceso y paisajes irreales

El país que ofrece esta libertad es Micronesia, oficialmente los Estados Federados de Micronesia. Situado en medio del Pacífico, este archipiélago permite la entrada a viajeros de muchos países sin necesidad de un visado previo. En el caso de los españoles, la estancia puede ser de hasta 30 días con sólo presentar el pasaporte y un billete de salida. Si la idea es prolongar la aventura, es posible extender el permiso otros 60 días a través de la oficina local de inmigración.

Desde el aire, Micronesia parece una pintura sobre un lienzo azul. Sus islas se dispersan como pinceladas verdes en un océano interminable. Al aterrizar, el visitante descubre junglas frondosas, cascadas escondidas y aldeas tranquilas. No se trata de un destino donde reine el turismo masivo, sino de un conjunto de islas donde el contacto humano y la naturaleza siguen marcando la pauta.

Pohnpei, una de sus islas más conocidas, esconde uno de los enclaves arqueológicos más misteriosos del Pacífico: las ruinas de Nan Madol. Se trata de una ciudad construida sobre canales de piedra, a la que muchos llaman la “Venecia del Pacífico”. Este escenario, rodeado de manglares y silencio, parece sacado de otra época.

Aventuras bajo el mar: barcos hundidos y arrecifes vivos

La superficie de Micronesia es sólo la mitad de la historia. Bajo sus aguas se encuentran algunos de los fondos marinos más espectaculares del planeta. Chuuk, otra de las islas del país, es un paraíso para buceadores y amantes del snorkel. Allí, en su laguna, reposan decenas de barcos de guerra hundidos durante la Segunda Guerra Mundial.

Micronesia
Micronesia es un auténtico paraíso en el Pacífico, un lugar donde no necesitas visado para vivir una experiencia inolvidable entre naturaleza y aguas turquesa.

Con el paso de las décadas, estos restos bélicos se han transformado en arrecifes llenos de vida. Corales de mil colores, bancos de peces y criaturas marinas han convertido los cascos oxidados en jardines submarinos. Lo que fue escenario de una gran batalla es hoy un museo natural bajo el agua, abierto a todo aquel que quiera explorar su historia.

No hace falta ser un experto buceador para disfrutarlo. Incluso con unas gafas de snorkel es posible contemplar parte de este espectáculo. La claridad del agua y la calma de la laguna permiten observar la vida marina en todo su esplendor. Una experiencia que mezcla memoria histórica con belleza natural.

Consejos prácticos para descubrir Micronesia

La mejor época para visitar Micronesia coincide con la temporada seca, entre los meses de diciembre y abril. Durante esos meses, los cielos permanecen despejados y el océano ofrece condiciones tranquilas para los traslados en barco y las inmersiones.

Moverse entre las islas no es complicado, aunque conviene planear con antelación. Existen vuelos regionales que conectan los principales puntos del archipiélago. Al ser un destino poco masificado, cada trayecto se convierte en una experiencia más personal y menos turística.

En cuanto al alojamiento, abundan los pequeños hoteles familiares y las pensiones frente al mar. No se trata de resorts lujosos, sino de lugares sencillos donde la hospitalidad es parte fundamental del viaje. Dormir a unos metros del océano y despertar con el sonido de las olas es un recuerdo de Micronesia que difícilmente se olvida.

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