El libro de historia de la Tierra se lee en una playa de Euskadi: qué narran los estratos del Flysch de Zumaia

Asomarse a esta playa es como abrir un libro que nadie ha escrito pero que la Tierra lleva millones de años editando. Sus acantilados guardan un relato sorprendente que merece ser leído capa a capa.

Así de espectaculares se ven los acantilados del Flysch en Zumaia, situados a tan solo 40 km de San Sebastián, que se formaron hace millones de años por sedimentos marinos.

En Zumaia, basta bajar a la playa de Itzurun para encontrarse con algo poco habitual: un paisaje que no solo se mira, sino que también se lee. Los acantilados de este lugar muestran el Flysch, una secuencia de capas rocosas tan precisa que permite seguir, paso a paso, casi 60 millones de años de historia terrestre.

Aunque a simple vista es una costa espectacular, bajo la mirada de un geólogo es un archivo natural donde cada franja explica un cambio, una crisis o una transformación del planeta.

Un rincón del Cantábrico convertido en referencia científica

El Flysch forma parte del Geoparque de la Costa Vasca, que abarca los municipios de Zumaia, Deba y Mutriku. La zona era conocida desde hace siglos por sus acantilados, pero no fue hasta el siglo XX cuando empezó a estudiarse en profundidad.

Los geólogos descubrieron que sus estratos se habían depositado en un antiguo fondo marino, acumulándose sin interrupción durante millones de años.

Más tarde, el empuje tectónico que dio origen a los Pirineos levantó esas capas y las dejó expuestas como están hoy: inclinadas, visibles y ordenadas con una claridad poco común. Este proceso convierte la costa de Zumaia en un lugar único, ya que cada banda de roca cuenta un episodio diferente del pasado geológico. Y además, lo hace en la misma secuencia en la que ocurrió.

Un libro en piedra que empieza en el Cretácico

Las capas más antiguas visibles en Zumaia se formaron hace unos 100 millones de años, en el Cretácico Superior, cuando la zona era un mar profundo y tranquilo. Cada lámina de caliza, marga o arenisca corresponde a un ciclo de sedimentación: periodos con más organismos marinos, cambios en la temperatura del agua o variaciones en la cantidad de materia orgánica.

Gracias a esta continuidad, los científicos pueden seguir paso a paso transiciones que en otros lugares aparecen fragmentadas o incompletas. Por eso el Flysch se ha convertido en referencia mundial para estudiar el límite entre el Cretácico y el Paleógeno, un punto clave en la historia del planeta.

La señal del meteorito que cambió la vida en la Tierra

Una de las capas más célebres del Flysch es una línea oscura, de solo unos centímetros, que marca el fin de los dinosaurios hace 66 millones de años. Este nivel contiene iridio, un elemento raro en la corteza terrestre pero abundante en los meteoritos.

Para la comunidad científica es, sin duda alguna, la huella del impacto del asteroide que cayó en Yucatán, que generó un colapso ecológico global y provocó la extinción del 75% de las especies. En Zumaia, esa frontera es sorprendentemente nítida. No es una teoría abstracta: está ahí, visible en la roca, y se puede tocar.

Un registro de calentamientos abruptos y mares cambiantes

Otros estratos igualmente importantes se encuentran en el Paleoceno y el Eoceno, épocas marcadas por intensos cambios climáticos. Entre ellos destaca el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno (PETM), un evento de calentamiento rápido provocado por una liberación masiva de carbono. En Zumaia aparece como una banda más oscura y fina, asociada a un océano más cálido y menos oxigenado.

Para los científicos que estudian el clima actual, estos registros del pasado funcionan como un espejo, ya que ayudan a entender cómo responde el planeta cuando aumenta rápidamente la concentración de gases de efecto invernadero.

Hoy, el Flysch es uno de los grandes atractivos turísticos de la Costa Vasca. Existen rutas guiadas a pie y en barco que explican, de forma sencilla, cómo leer la secuencia de capas. Cuando baja la marea, se puede caminar sobre ellas y ver de cerca pliegues, fallas y niveles cargados de fósiles microscópicos. Todo un espectáculo para nuestros ojos.

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