Las catedrales del tiempo subterráneo: tardan siglos en crecer un centímetro y nos cuentan su historia
Visitar una cueva decorada con estalactitas es contemplar una obra de arte creada sin manos humanas, donde el tiempo es el único escultor. ¿Sabes cómo se forman? Te lo contamos aquí.

Dicen que, bajo nuestros pies, existe un mundo donde el tiempo no corre, gotea. En la penumbra de las cuevas, lejos del ruido y la prisa de la superficie, nacen estructuras que parecen obra de un artesano invisible: hilos de piedra que descienden del techo como si la Tierra estuviera tejiendo su propia historia.
Son estalactitas, esculturas formadas gota a gota a lo largo de siglos, que guardan en cada milímetro el rastro de lluvias antiguas, climas olvidados y movimientos geológicos que ya no recordamos.
Las esculturas del subsuelo que registran la historia del planeta gota a gota
Si nos centramos en el aspecto científico, una estalactita es una formación mineral que cuelga del techo de una cueva, generada por el depósito continuo de minerales transportados por el agua. Se forman principalmente en ambientes kársticos, zonas de roca caliza donde el agua de lluvia (ligeramente ácida por el dióxido de carbono atmosférico) disuelve el carbonato cálcico de la roca madre.
Los paisajes kársticos #IGEOnoticias #karst #caliza #dolomia #cenote #sima #dolina #espeleotema #estalactita #estalagmita #clima pic.twitter.com/gms81UPmOS
— IGEO (CSIC-UCM) (@IGeociencias) July 31, 2024
Cuando esta agua cargada de minerales llega al techo de una caverna y comienza a gotear, parte del carbonato cálcico se precipita nuevamente, solidificándose y creando una diminuta protuberancia. Así nace una estalactita: a partir de una sola gota.
El increíble reloj geológico que solo avanza un centímetro por siglo
El crecimiento de una estalactita es desesperadamente lento. Y es que las condiciones deben ser perfectas: humedad constante, un goteo estable, ausencia de corrientes de aire y una composición química precisa del agua. Por eso su desarrollo es tan frágil como fascinante.
De promedio, necesitan entre cien y ciento cincuenta años para crecer apenas un centímetro. Algunas han tardado miles de años en alcanzar la longitud de un brazo humano. Otras, especialmente en cuevas con condiciones óptimas, pueden crecer un poco más rápido, pero siguen siendo testigos de largos intervalos de tiempo.
Este ritmo casi inmóvil convierte a las estalactitas en archivos geológicos. La variación milimétrica en su composición puede revelar sequías antiguas, cambios climáticos abruptos, actividad volcánica e incluso fluctuaciones atmosféricas. Los científicos las estudian como si fueran anillos de un árbol, pero en un formato mucho más resistente al paso de los siglos.
El proceso químico que convierte una gota en piedra
El proceso de formación de una estalactita es pura química natural. Cuando el agua infiltrada a través del suelo y la roca llega al interior de la cueva, experimenta un cambio de presión y de concentración de dióxido de carbono. Esto provoca que parte del carbonato cálcico que transporta se deposite, cristalizando lentamente en forma de calcita.
A solo 47 km de León, las Cuevas de Valporquero esconden un universo subterráneo de estalactitas, ríos y silencio.
— Alberto Ribas (@alvientooo) October 8, 2025
Un viaje al corazón de la tierra que asombra a cada paso #LeónEsenciaViva #EstoEsLeón @CUEVALPORQUERO @turisleonesp pic.twitter.com/eWGYONiFCa
A medida que el agua gotea, deja pequeñas trazas minerales antes de caer al suelo. Justo debajo, esas gotas originan otra formación hermana: la estalagmita. Con el paso de los milenios, estalactita y estalagmita pueden llegar a encontrarse y fusionarse en una sola columna, una especie de pilar natural que sostiene la sala silenciosa de la cueva.
Lo que las estalactitas nos revelan sobre eras olvidadas
Las cuevas donde se forman estas estructuras se originaron hace millones de años, cuando la erosión del agua abrió galerías subterráneas en la roca caliza. Durante todo este tiempo, las estalactitas han ido creciendo sin prisa, registrando cambios que la superficie ha olvidado.
Lo cierto es que en muchas culturas antiguas, las estalactitas fueron en su día objeto de leyendas y supersticiones. Para algunos pueblos, eran las “lágrimas de la montaña”, y para otros, dientes petrificados de criaturas mitológicas. Hoy, además de su valor simbólico, poseen un valor científico incalculable, pues son una ventana a la evolución del planeta.
No te pierdas la última hora de Meteored y disfruta de todos nuestros contenidos en Google Discover totalmente GRATIS
+ Seguir a Meteored