Antigüedades egipcias dispersas por todo el mundo: ¿por qué no se exhiben en el nuevo Gran Museo Egipcio?

El flamante Gran Museo Egipcio anhela reunir en sus salas todo el esplendor faraónico pero, de momento, muchas de las piezas más famosas del antiguo Egipto siguen fuera del país. Ahondamos en las causas que impiden su regreso.

El Gran Museo Egipcio, en la ciudad de Guiza, es el museo arqueológico más grande del mundo dedicado a una sola civilización.

El nuevo Gran Museo Egipcio (GEM), situado a escasos kilómetros de las pirámides de Guiza e inaugurado hace solo unos días, ha sido concebido para convertirse en el centro cultural más importante del mundo dedicado al Antiguo Egipto.

Dotado de una avanzada tecnología de conservación y con más de cien mil piezas preparadas para su exhibición, el complejo representa la mayor inversión cultural –mil millones de dólares– de la historia moderna del país.

Sin embargo, a medida que sus salas revestidas de mármol comienzan a recibir visitantes, surge una pregunta que inquieta a arqueólogos y al público: ¿por qué tantos tesoros egipcios emblemáticos siguen dispersos por el mundo y no se exhiben en el GEM?

El sueño de un Egipto reunificado

Este impresionante museo simboliza el deseo de Egipto de recuperar su patrimonio y proyectar una imagen moderna pero orgullosa de su herencia milenaria.

Entre sus principales atractivos están la colosal estatua de Ramsés II, la colección completa de Tutankamón y piezas restauradas que antes se hallaban almacenadas en el Museo Egipcio de Tahrir, en El Cairo.

Tesoros arqueológicos que, sin embargo, no son suficientes para olvidar que una parte crucial de la historia del país está fuera de sus fronteras, en museos europeos y norteamericanos que se nutrieron durante siglos de las excavaciones realizadas en el valle del Nilo.

Una dispersión por causas coloniales

La presencia de antigüedades egipcias en el extranjero se remonta al siglo XIX, cuando el control británico y francés sobre la región permitió a arqueólogos y diplomáticos llevarse objetos con facilidad.

El Obelisco de Luxor procede de un templo de la antigua Tebas (Egipto). En 1836 fue colocado en la plaza de la Concordia de París y desde 1937 está catalogado como monumento histórico de Francia.

La práctica del partage –el reparto de hallazgos entre el país donde se habían realizado las excavaciones y las misiones extranjeras– fue legal durante décadas y dio lugar a acuerdos desiguales. A esto se sumó el tráfico ilícito de antigüedades y las “donaciones diplomáticas” de piezas valiosas a museos europeos.

Esta situación se mantuvo hasta mediados del siglo XX, cuando Egipto comenzó a reclamar formalmente su patrimonio y endureció sus leyes de exportación. Aún así, gran parte del legado faraónico ya había salido del país.

Piezas emblemáticas que siguen fuera de Egipto

Entre los tesoros egipcios más famosos que permanecen en el extranjero se encuentran:

  • La Piedra de Rosetta, custodiada en el British Museum de Londres, clave para descifrar los jeroglíficos y uno de los objetos más solicitados para su repatriación.
  • El busto de Nefertiti, exhibido en el Neues Museum de Berlín, cuya devolución lleva siendo reclamada por Egipto desde hace décadas.
  • El Obelisco de Lúxor, que adorna la Place de la Concorde en París desde 1836.
  • El Libro de los Muertos de Ani, también en el British Museum, uno de los papiros más extensos y mejor conservados de la antigüedad.
  • La colección egipcia del Museo del Louvre, con cientos de esculturas, relieves y joyas procedentes de Tebas y Saqqara.
  • Las momias reales del Museo de Turín, parte de una colección iniciada en el siglo XIX durante las expediciones europeas.
  • El Zodiaco Dendera, en el Louvre de París, está dedicado a Osiris y fue encargado, posiblemente, por Cleopatra alrededor del año 50 a. C. Este bajorrelieve representa una fusión del pensamiento griego y egipcio de la última dinastía del antiguo Egipto.

Estas piezas no son solo tienen un incalculable valor arqueológico. Además, forman parte del relato histórico que Egipto busca reconstruir. Sin embargo, su retorno no es sencillo.

La piedra de Rosetta es un fragmento de una antigua estela egipcia con la inscripción de un decreto publicado en Menfis en nombre del faraón Ptolomeo V en el año 196 a. C. Es una de las piezas más famosas del Museo Británico de Londres.

De momento, existe el precedente del sarcófago dorado del sacerdote Nedjemankh, devuelto por el Metropolitan Museum of Art en 2019 después de haberse sustraído ilegalmente en Egipto durante la revolución de 2011.

La identificación de la pieza por parte de un ex contrabandista a partir de una foto publicada en redes sociales por la celebrity Kim Kardashian, fue clave para resolver el caso.

Los obstáculos para la repatriación

Según la opinión de expertos en derecho internacional y de protección del patrimonio histórico, existen tres grandes barreras que explican por qué muchas antigüedades no se exhiben en Guiza:

Cuestiones legales y de propiedad

Muchos museos alegan que las piezas fueron adquiridas de manera legal según las normas de su tiempo. Algunos países, como el Reino Unido o Alemania, tienen leyes que impiden la devolución permanente de objetos pertenecientes a colecciones públicas.

Desafíos técnicos y financieros

El traslado de objetos frágiles –como momias, papiros o estatuas colosales– implica un enorme coste económico y también un elevado riesgo. Aunque el GEM cuenta con infraestructura moderna, Egipto todavía necesita ampliar su capacidad de conservación a largo plazo.

Reticencias diplomáticas

Las devoluciones masivas podrían sentar precedentes para otros países afectados por la práctica del partage –Irak, Siria, Turquía, Chipre o Afganistán–, por lo que muchos museos prefieren soluciones intermedias.

Parte de la colección de arte egipcio exhibida en el Museo del Louvre, en París, la capital de Francia.

Por ejemplo, préstamos temporales, exposiciones conjuntas o acuerdos culturales. Egipto ha aceptado algunos, pero insiste en que la restitución definitiva es un acto de justicia histórica.

El derecho de los pueblos a su patrimonio

El debate sobre las antigüedades egipcias refleja un conflicto global entre el derecho de los pueblos a su patrimonio y la idea de que ciertos objetos pertenecen a la “herencia universal de la humanidad”.

Esto último es lo que defiende la mayor parte de los museos europeos, que sostienen que su exhibición fuera de Egipto contribuye a la difusión cultural.

En la otra orilla, el gobierno egipcio argumenta que la descontextualización de estas piezas borra parte de su significado. Zahi Hawass, uno de los más célebres egiptólogos del mundo y exministro de Antigüedades, ha liderado campañas internacionales para recuperar piezas icónicas, asegurando que “no hay razón para que el busto de Nefertiti siga en Berlín mientras Egipto abre el museo más grande del mundo dedicado a su civilización”.

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