Meteorología ficción

El verano es tiempo de lectura y si la Meteorología es una de tus aficiones tienes bastantes novedades editoriales donde elegir. Este año han salido publicados algunos títulos muy interesantes, cuyas reseñas encontrarás en la RAM. En esta entrada no te voy a recomendar libros divulgativos o de corte académico, sino novelas cuyo hilo conductor es la Meteorología.

La Meteorología ficción no es en sí mismo un género literario, ya que no es una temática que se prodigue en exceso. Bien es verdad que existen algunos buenos ejemplos de novelas cuyo argumento gira en torno al inmenso cajón de sastre del tiempo y el clima, donde tantas cosas tienen cabida. Por ejemplo, en torno al elemento “nube” destacan dos novelas con sendas historias muy bien entretejidas por sus autoras. Una de ellas es “La teoría de las nubes”, de Stèphane Audeguy (El Aleph, 2006) y la otra “El libro de las nubes” de Chloe Aridjis (Funambulista, 2011).

El libro de Audeguy es una deliciosa novela cuyo argumento no puede ser más sugerente: Akira Kumo, un estilista japonés de 70 años que ha desarrollado una brillante carrera como diseñador en Europa, contrata a una joven bibliotecaria, para que catalogue su gran colección de libros sobre nubes y le consiga uno que lleva años tras él y se ha convertido en una obsesión. Personajes como Luke Howard, el pintor Carmichael –que enloqueció en el intento de plasmar las formas cambiantes de las nubes– o el meteorólogo escocés Ralph Abercromby, van surgiendo, lo mismo que otros muchos personajes que fijaron su atención en las nubes.

En el caso de “El libro de las  nubes”, la acción se desarrolla en un Berlín sombrío y onírico. Allí, la protagonista, Tatiana, una joven mexicana que llega a la capital alemana gracias a una beca de estudios, queda prendada de la ciudad y conoce a Jonas, un meteorólogo que busca en los continuos cambios de forma de las nubes un antídoto a la sombría realidad. En este caso, Aridjis recurre al carácter simbólico de las nubes para conducir al lector al viaje interior que realizan los personajes por la ciudad.

Estas dos novelas son de ficción y utilizan un elemento meteorológico (las nubes) como gancho para atrapar al lector, pero no podemos catalogarlas de ciencia ficción. No es el caso de los libros que comentaremos a continuación y que se ajustan mejor a la “Meteorología ficción” que da nombre a esta entrada. El primero de ellos es “El sexto invierno”, escrito por Douglas Orgill y John Gribbin (Acervo, 1983). Su primera singularidad es el tándem de autores, ya que mientras que Orgill es novelista e historiador, Gribbin es un reconocido divulgador científico, ambos británicos. La novela relata la llegada de una brusca glaciación en la Tierra, de consecuencias devastadoras para la humanidad. Todo empieza con unos fenómenos meteorológicos extremos que empiezan a ocurrir en distintos lugares del mundo, y que un climatólogo había predicho, sin que nadie le hubiera prestado demasiado caso. Tras el colapso de algunas grandes ciudades como Nueva York, Chicago, Montreal, Hamburgo  o Moscú, el hambre, la falta de combustible y de electricidad acaba con una parte muy importante de la humanidad. Una novela apocalíptica en toda regla, que tuvo su versión cinematográfica en la película del género de catástrofes “El día de mañana” (2004), dirigida por Roland Emmerich. En esta cinta, la glaciación era consecuencia de un cambio climático abrupto producido en el marco del calentamiento global actual, debido a la interrupción de la circulación termohalina de los océanos, como consecuencia de los aportes masivos de agua fría a esa cinta transportadora oceánica, procedente del deshielo de las regiones polares.

Una novela que llega a un final parecido al de “El sexto invierno” es “El genio” del alemán Dieter Eisfeld (Seix Barral, 1987). En este caso, un talentoso físico llamado Yan Zabor, inventa una máquina meteorológica que permite manipular el tiempo y el clima a su antojo. Aunque sus intenciones no son perversas, el control de la máquina se le termina yendo de las manos, que pasa a caer en las redes de oscuros intereses comerciales, militares y políticos. Se produce entonces una catástrofe ecológica de enormes dimensiones, lo que hoy en día denuncian algunos científicos que ocurriría si se apostara en firme por la geoingeniería. Yan Zabor, apesadumbrado por lo que ha pasado en el planeta termina suicidándose. En ese escenario apocalíptico, los seres humanos que sobreviven son ajenos al conocimiento científico que permitió a ese físico inventar su diabólica máquina.

Algo más sofisticado y enrevesado es el argumento que desplegó el recordado novelista Michael Crichton en su novela “Estado de miedo” (Plaza & Janés, 2005). En este caso, se trata de un techno-thriller en el que le da una vuelta de tuerca al movimiento ecologista. Para ello, concibe un grupo ecoterrorista que intenta apoyar los argumentos que se debaten en un congreso mediante una serie de atentados con el fin de demostrar dichos argumentos y reafirmarlos. Crichton da fortaleza a la historia al incluir numerosas notas a pie de página con datos e información real, así como una extensa bibliografía y un mensaje de autor en el que expresa su opinión sobre el calentamiento global y otras cuestiones de índole climático abordadas en el libro.

Algo parecido hace José Miguel Gallardo en su primera novela (“2065”, Roca Editorial, 2017), con una nota suya al final de la misma, donde ofrece al lector varias explicaciones para –tal y como afirma– “evitar posibles conflictos”. Y es que ya se sabe que el cambio climático es una cuestión que invita al debate, si bien desde hace tiempo hay argumentos científicos de peso sobre la causa antrópica del mismo, que los llamados escépticos siguen empeñados en negar. Mi tocayo y colega ha sido durante años hombre del tiempo en diferentes cadenas de televisión (TVE, Telecinco, Aragón Televisión, Canal Extremadura) y ahora trabaja en AEMET. Su conocimiento del cambio climático le ha empujado a embarcarse en una novela futurista en la que se da en la Tierra uno de los escenarios que ofrecen las proyecciones climáticas del IPCC. Para abrir boca, a continuación os dejo la trama argumental que aparece en la contraportada del libro. 

Madrid, 2065. El calentamiento global provoca temperaturas altísimas con víctimas por golpes de calor, así como escasez de agua y de fuentes de energía. Un asesor del Ministerio del Cambio Climático, Adrián Salor, recibe la noticia del accidente mortal de su mujer, África, que ha quedado carbonizada en un lugar distinto a donde debía estar. En el funeral, un extraño con una cicatriz se acerca a Adrián, que se sabe vigilado sin identificar a sus perseguidores ni sus motivos. Va al templo de Debod para desenterrar una cápsula del tiempo en la que África y él guardaron sendas cartas de amor, pero en lugar de las cartas encuentra una foto que África le ocultó durante demasiado tiempo, y en la que aparece el mismo hombre de la cicatriz. A partir de aquí, una serie de sucesos empujan a Adrián a investigar los entresijos de un poder corrupto que controla el planeta a nivel global.”