Baguios, tifones y huracanes

Enormes sistemas meteorológicos en espiral que contienen vientos de gran intensidad y extensos bancos de nubes productoras de las precipitaciones más fuertes conocidas en la Tierra. Sepamos algo más de estas gigantescas estructuras.

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Situación del huracán Florence cerca de la costa este de Estados Unidos el 12 de septiembre de 2018. Fuente: NOAA.

Además de las tormentas, la naturaleza nos castiga con otros fenómenos que pueden producir graves problemas en la vida cotidiana y que están ligados principalmente con el viento, son los eolometeoros, aunque consigo traen también grandes precipitaciones.

Durante estos últimos días hemos oído hablar del huracán Florence que ha afectado a parte de la costa este de Estados Unidos o del tifón Mangkhut que ha arrasado la zona norte del archipiélago de las Filipinas. Ambos eolometeoros forman parte de lo que en Meteorología se llama ciclón tropical, que es el componente individual más espectacular de la máqui­na del tiempo terrestre.

¿Por qué el nombre de tropical?

Este término se refiere tanto a su lugar de formación, casi exclusivamente en las regiones intertropicales del planeta, como son el mar de la China, la costa occidental de América Central, el golfo de Bengala, la región de Madagascar y la región de Samoa y Nuevas Hébridas, como a su constitución por masas de aire tropical marítimo.

Y esto nos da la clave para saber por qué casi siempre se desarrollan en esas latitudes, ya que necesitan dos requisitos básicos, calor y humedad. A consecuencia de ello, sólo se forman en los trópicos, entre las latitu­des 5 y 20 grados Norte y Sur del Ecuador, y en regiones donde la temperatura del mar es superior a los 27 grados centígra­dos.

Formación y evolución

El ciclón tropical se desarrolla gracias a la evaporación intensa de la superficie del mar. El aire caliente y húmedo se inestabiliza, generándose fuertes corrientes ascendentes que dan lugar a una rápida condensación del vapor de agua.

Esto forma un centro muy marcado de bajas presiones, que se va cerrando, rodeándose de altísimas paredes de nubes tormentosas, que conforman la espiral nubosa tan característica de estas perturbaciones, entre cuyas calles se generan cada vez vientos más fuertes e importantes cantidades de precipitación. Si las condiciones de alimentación del ciclón se mantienen, la circulación será cada vez más cerrada hasta llegar a la formación del ojo del ciclón, donde se localiza el mínimo de presión atmosférica.

Es la región central de la perturbación, donde se observa una zona más calmada. Hay un descenso del aire desde la parte más alta de las paredes nubosas, lo que hace un efecto de secado en las capas atmosféricas inferiores, produciendo vientos flojos y cielos prácticamente despejados. Suele medir unos 25 kilómetros de diámetro, aunque puede llegar a los 70 ó más en tormentas muy amplias.

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Anatomía de un huracán en el hemisferio norte. Fuente: Wikipedia, autor Kelvinsong.

Los ciclones tropicales tienen un diámetro que puede alcanzar los 600 kilómetros, con viento que circula girando en espiral hacia el centro con velocidad aproximada de 250 kilómetros a la hora, pero que en ocasiones supera los 300 kilómetros a la hora. Van acompa­ñados de fuertes precipitaciones, con cantidades que varían entre los 80 y los 150 milímetros a la hora. Como ejemplo, en el huracán Florence, desde el viernes 14 que tocó tierra y hasta la tarde del lunes 17, hay puntos en los que se han recogido más de 800 milímetros de lluvia.

Normalmente estas estructuras tormentosas se mueven, primero en dirección oeste y luego se alejan del ecuador ascendiendo de latitud, bien para entrar en los continentes y causar enormes destrozos, o bien para continuar su camino por el océano hasta encontrar aguas más frías y extinguirse por sí mismos o convertirse en una simple borrasca. Su mayor frecuencia tiene lugar en la finalización del verano o principios de otoño del hemisferio respectivo. Según su localización reciben diversos nombres, en Filipinas baguios, en China tifones y en las Antillas huracanes.

Cazadores de huracanes

Dependiendo de su fuerza un ciclón tropical puede llamarse depresión tropical (vientos máximos sostenidos de 60 km/h), tormenta tropical (vientos de hasta 120 km/h) y huracán (cuando exceden este valor).

Los huracanes se clasifican en la escala de Saffir-Simpson según la intensidad del viento, que va de 1 a 5, siendo los huracanes de las categorías 3, 4 y 5 los que se llaman de gran intensidad.

En la cuenca del Atlántico (Océano Atlántico, Golfo de México y Mar Caribe) y en el Pacífico Nororiental y Norcentral, el reconocimiento de huracanes se lleva a cabo por dos agencias del gobierno de Estados Unidos: el escuadrón 53 de la Fuerza Aérea y aviones de Operaciones de la NOAA, son los cazahuracanes. Se encargan de realizar el seguimiento del ojo del huracán, que es la parte de la tormenta más destructiva cuando toca tierra.