Los primeros paraguas

La historia de los paraguas se remonta muy atrás en el tiempo. Los primeros parasoles y sombrillas aparecieron en China en el siglo XI a. de C. El paraguas tal y como lo conocemos hoy en día -ligero y plegable-, se inventó en Francia a principios del siglo XVIII, popularizándose su uso a finales.

“Calle de París, día de lluvia”. Cuadro de Gustave Caillebotte. Año 1877. © Art Institute of Chicago

La palabra umbrella, con la que los anglosajones llaman al paraguas, arroja pistas sobre los orígenes de este útil artilugio. Alude al término latino umbra, que significa “sombra”. Un singular personaje inglés y principal artífice de que el uso del paraguas se popularizara –Jonas Hanway (1712-1786), al que luego nos referiremos– acuñó la palabra, ya que aparte de “parar el agua” (protegernos de la lluvia), el susodicho elemento proporciona una pequeña sombra. Esta es la función que cumplen los parasoles o sombrillas, que son los antepasados de los citados paraguas.

El parasol fue inventado en la antigua China, pero no tenemos certeza del momento exacto de aparición. Algunas fuentes apuntan al siglo XI a. de C, sin precisar más detalles. Sabemos que en tiempos de la dinastía Tang –entre los siglos X y VII a. de C. – las sombrillas ya se habían extendido por Corea y Japón. La más antigua que se conoce es la que apareció en la tumba del primer emperador de China unificada Qin Shi Huang (259 a. de C. – 210 a. de C.), formando parte del espectacular conjunto escultórico del ejército de terracota. Una de las figuras está subida a un carruaje tirado por cuatro caballos, y lleva acoplado una enorme sombrilla.

Guerrero de terracota conduciendo un carro bajo un parasol, tirado por cuatro caballos. Conjunto artístico que forma parte del mausoleo del emperador chino Qin Shi Huang, del siglo III a. C. Fotografía tomada en agosto de 2006 durante la exposición dedicada al ejército de terracota que se celebró en la localidad polaca de Gdynia. Crédito: Tomasz Sienicki.

La referencia escrita más antigua que se tiene de los parasoles aparece en el libro de ceremonias llamado Zhou Li. En este tratado sobre burocracia y teoría organizativa del siglo II a. de C. se explica que en los coches imperiales debían colocarse esos artefactos para proteger del sol y las inclemencias meteorológicas a los usuarios y, además, se ofrece una detallada descripción sobre su forma, las varillas y el bastón. De los primeros parasoles hechos con seda y caña de bambú se pasó a los de papel aceite. En el siglo I, los chinos empiezan a disponer del paraguas-parasol plegable, precursor del actual, que no empezó a usarse en Europa hasta el siglo XVIII. En China, tuvo que transcurrir también mucho tiempo hasta que su uso se extendió entre la población, lo que no ocurrió hasta la llegada al poder de la dinastía Ming, en la segunda mitad del siglo XIV.

Si bien en la época clásica, tanto griegos como romanos (solo la población femenina) usaban ya las sombrillas, principalmente para protegerse del sol –aunque en la antigua Roma las empezaron a usar como paraguas, aplicando una capa de aceite al papiro del que estaban hechas, para hacerlas impermeables–, todavía tuvo que transcurrir mucho tiempo hasta la aparición en Europa del paraguas plegable, convirtiéndose, además, en un artilugio de uso universal, empleado tanto por hombres como por mujeres.

Paraguas plegable diseñado por Jean Marius, cuya invención data de 1705, si bien no fue hasta 1710 cuando se empezó a comercializar. El de la fotografía es algo posterior, manufacturado hacia 1715 o algún año después. © Musée de la Mode de la Ville de Paris.

En Francia, durante el reinado de Luis XIV, un fabricante de carteras parisino llamado Jean Marius, inspirado en los paraguas plegables asiáticos, tuvo la feliz idea de implementar los complicados cierres metálicos que usaba en sus complementos a las pesadas y rígidas sombrillas que en aquella época usaban las clases altas para protegerse del sol y de la lluvia, pero que su gran envergadura y peso dificultaba su uso. Cuando llovía, los caballeros se protegían con sombreros de ala ancha y grandes capas y las mujeres tapándose con las capas de los varones, lo que limitaba mucho la movilidad, ya que esos elementos no protegían lo suficiente para evitar acabar con la ropa empapada. El paraguas de bolsillo de Marius, muy ligero y capaz de llevarse en un bolso o colgado a la cintura, fue una auténtica revolución.

Inventado en 1705 y hecho con tafetán impermeabilizado, el avispado artesano se presentó en el Palacio de Versalles con su ingenioso paraguas buscando el aval del monarca, que quedó impresionado con él, otorgándole un privilegio real (lo que hoy en día equivaldría a una patente), que establecía que desde el 1 de enero de 1710 y durante un período de cinco años, su “sombrilla plegable de bolsillo” se convertía en una marca registrada en Francia. El citado privilegio establecía una gravosa multa para todo aquel fabricante que tratara de comercializar ese tipo de paraguas. Marius tuvo el monopolio durante el lustro 1710-15. Tras una eficaz campaña publicitaria, las ventas se dispararon entre la alta sociedad francesa, no siendo hasta finales del siglo XVIII cuando el paraguas plegable definitivamente se populariza.

Grabado del año 1786 donde aparece Jonas Hanway paseando con su paraguas por las calles de Londres. Fuente: www.alamy.es

En la Inglaterra victoriana, el paraguas, cuyo uso empezaba a extenderse en Francia –aunque todavía no llegaba a toda la población– no era visto con buenos ojos. En la mentalidad un tanto obtusa de aquella época, un gentelman (caballero inglés) solo hacía gala de ello si se enfrentaba a la lluvia sin ayuda del “artilugio francés”. Portarlo ponía en cuestión su hombría, convirtiéndolo en afeminado. Los paraguas seguían siendo usados solo por las mujeres. El comerciante de lana y filántropo inglés Jonas Hanway puso todo su empeño en cambiar esas viejas costumbres. Tras haber estado en Francia y ver allí cómo tanto hombres como mujeres usaban paraguas, a su vuelta a Londres, empezó a usar uno cada vez que salía a la calle y estaba lloviendo.

Los “taxistas” londinenses de la época, con sus carruajes tirados por caballos, vieron a Jonas Hanway como la mayor de las amenazas para su negocio, ya que los días de lluvia eran justamente los que más trabajo tenían, pues muchas personas les demandaba su servicio para desplazarse de unos lugares a otros de la ciudad. Durante muchos años, Hanway tuvo que aguantar las continuas burlas y chismes que circulaban sobre él por las calles de Londres. Cuando algún cochero le veía caminando con su paraguas, se acercaban con sus carruajes al lado de la acera para salpicarle con el agua de los charcos. También recibió en ocasiones algún lanzamiento de mierda de caballo. Así aguantó estoicamente durante tres décadas.

Cuando Hanway murió, en 1786, los lores ingleses ya empezaban a ir con paraguas sin tapujos en los días lluviosos, y en su honor comenzaron a llamarlos “hanways”. Si bien fue Jean Marius a quien debemos el paraguas tal y como lo conocemos hoy en día, le corresponde a Jonas Hanway el mérito de haber sido el encargado de democratizarlo, siendo usado por gente de cualquier condición social y tanto hombres como mujeres.