Los incendios forestales más letales y extensos de España: un repaso con datos clave

Los fuegos que marcaron la memoria colectiva en España, por su magnitud y tragedia, han dejado cicatrices y lecciones profundas. Este recorrido periodístico repasa los incendios más devastadores en superficie y número de víctimas, mientras la amenaza sigue presente hoy.

Cada verano, los bomberos forestales se juegan la vida para proteger a las personas y evitar que las llamas devoren bosques y pueblos.

Basta un descuido, una imprudencia, una chispa, para encender la mecha. A veces, también es cuestión de maldad o de turbios intereses económicos. En España, el fuego ha sido un protagonista recurrente cada verano. No solo ha convertido bosques en pavesas, sino que ha llegado a arrasar pueblos enteros y, a veces, vidas humanas.

A lo largo de las últimas décadas, algunos incendios han quedado grabados en la memoria colectiva por su violencia inusitada o por el dolor que dejaron tras de sí.

Estos son algunos de los más trágicos de nuestra historia —ya sea por la tierra devorada o por las vidas truncadas— que nos recuerdan lo frágil que es el equilibrio entre el ser humano y su entorno.

La tragedia de La Gomera: un convoy atrapado por las llamas

El 11 de septiembre de 1984, la isla canaria de La Gomera vivió su jornada más negra. Un incendio forestal que se inició por la tarde en la zona de La Laja, se extendió durante la noche hacia la zona de Las Nieves, avanzando sin control por las carreteras estrechas y quebradas a lo largo de 900 hectáreas.

A la mañana siguiente, un cambio de viento generó una bola de fuego que atrapó a un convoy en el que viajaban voluntarios, operarios y autoridades que intentaban evaluar el alcance del fuego. No tuvieron salida: 20 personas murieron, entre ellas el joven gobernador civil (36 años) de Santa Cruz de Tenerife, Francisco Afonso.

La que se sigue considerando la mayor tragedia humana en un incendio forestal en España, fue un duro golpe para todo el país. Cada año, se sigue homenajeando a las víctimas en un monumento erigido en uno de los márgenes de la carretera TF-713, frente a Los Roques, en el Parque Nacional de Garajonay.

Guadalajara 2005: el fuego que se llevó a 11 héroes

Dos décadas después, en julio de 2005, otro incendio conmocionó España. Comenzó con algo tan banal como una barbacoa mal apagada en el merendero de un paraje de Riba de Saelices (Guadalajara).

El viento y la sequedad hicieron el resto. Las llamas avanzaron con tal velocidad que sorprendieron a un retén de 11 agentes forestales. Ninguno logró salir con vida. Sus nombres, grabados hoy en placas conmemorativas, recuerdan la heroica labor de los bomberos forestales.

Aquel incendió devoró 2400 hectáreas de alto valor ecológico en el parque natural del Alto Tajo. Además, provocó el desalojo de medio millar de personas, incluidos todos los vecinos de pueblos como Ciruelos del Pinar y Tobillos.

1994: el verano del miedo y los cielos rojos

Hubo un año que se convirtió en sinónimo de desastre ambiental en España: 1994. Durante aquel verano, el país vivió la peor ola de incendios forestales de su historia reciente. Las llamas arrasaron cerca de 437.000 hectáreas, una superficie casi imposible de imaginar.

Imagen que muestra la desolación que dejan los incendios forestales, como este en la Sierra de la Culebra, en Zamora, en 2022.

Un verano interminable de humo, ceniza y cielos rojos que se convirtió en referencia trágica en localidades como Moratalla (Región de Murcia), Villarluengo (Castellón), Yeste (Albacete) o Requena, Fontanares y Millares (las tres en Valencia). En este último incendio murieron ocho personas.

Riotinto, Cortes de Pallás y Zamora: las tragedias más recientes

Los incendios gigantes no son cosa del pasado. En 2004, Minas de Riotinto, en Huelva, sufrió un incendio que devoró entre 29.000 y 34.000 hectáreas, dejando dos fallecidos y un paisaje lunar que tardaría en reverdecer.

Ocho años más tarde, en 2012, la chispa de una soldadura en la instalación de unas placas solares desató un incendio que calcinó más de 28.000 hectáreas en las comarcas valencianas del Valle de Cofrentes-Ayora, la Ribera Alta, la Serranías y l'Alt Palància.

En 2022, hace solo tres años, fue la provincia de Zamora (Castilla y León) la que se convirtió en el epicentro del fuego. En la Sierra de la Culebra ardieron más de 65.000 hectáreas, mientras que el incendio de Losacio, que tardó 45 días en ser extinguido y se cobró la vida de cuatro personas, consumió otras 35.000. Ambos tuvieron su origen en tormentas secas.

Las imágenes de pastores huyendo con sus rebaños, y de pueblos envueltos en un resplandor infernal, mostraron cómo el cambio climático y la despoblación del campo multiplican la vulnerabilidad frente a estos monstruos de fuego.

Más allá de las cifras: las lecciones del fuego

No son únicamente números: víctimas humanas, hectáreas, millones de euros en pérdidas… Cada incendio es también una herida en el corazón de quienes lo vivieron y ha convertido la memoria familiar de cientos de personas en cenizas.

A pesar de estos dramáticos sucesos, la amenaza persiste. La combinación de montes abandonados, especies inflamables y un clima cada vez más extremo, crea un escenario perfecto para incendios que se autoalimentan.

Aunque España cuenta con uno de los dispositivos de extinción más potentes de Europa, el futuro exige más prevención y gestión forestal. Porque cuando el bosque arde, no se queman solo árboles: se pierde suelo, biodiversidad, paisaje y, sobre todo, seguridad.

Por eso, cuidar del monte, actuar con prudencia y exigir políticas que prioricen la prevención no son solo consignas, sino la única forma de evitar que la historia vuelva a escribirse con humo, sangre y llamas.