¿Y si el cambio climático fuera irreversible?

El aumento global de las temperaturas podría favorecer la llegada de puntos de inflexión en el clima. Las modificaciones podrían convertirse en irreversibles, y ya nada valdría para volver atrás. El profesor Jorge Álvarez Solas nos explica los riesgos. 

Sequía
El cambio climático podría pasar factura al Monzón y esto tendría consecuencias dramáticas para la agricultura que está vinculada a sus lluvias. Foto de Patrick Hendry.

Hace unos días el afamado y laureado científico Stephen Hawking cumplió 75 años, y los celebró haciendo una oda a la sostenibilidad. El profesor británico desde hace años muestra públicamente su preocupación sobre el futuro de la especie humana y de la Tierra, pero ahora más si cabe, con la decisión de Donald Trump de retirarse del acuerdo de París. Estados Unidos está en “pole position”, junto con China, en la emisión de gases de efecto invernadero.

El profesor Hawking incluyó en su programa de celebración una entrevista con BBC News y dio rienda suelta a sus reivindicaciones. “Estamos cerca del punto de inflexión donde el calentamiento global se vuelve irreversible. La acción de Trump podría empujar a la Tierra al borde del precipicio”, advirtió el maestro de Cambridge.

A medida que las temperaturas aumentan, el riesgo potencial de llegar a puntos de inflexión climática crece.

Esta manifestación, que podría resultar alarmista, no hace más que mostrar una de las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU: a medida que las temperaturas aumentan, el riesgo potencial de llegar a puntos de inflexión climática crece. Asumen que hay lagunas en el conocimiento de estos límites, pero la mera probabilidad de que esto pueda ocurrir asusta. Y mucho.

En Tiempo.com hemos recurrido a Jorge Álvarez Solas, un experto en Paleoclimatología de la Universidad Complutense de Madrid, para conocer más sobre este tema. “El punto de inflexión en climatología se relaciona con procesos irreversibles”, comparte con Hawking. “Si estos se sobrepasan debido al cambio climático actual no bastaría que volviésemos a valores pre-industriales de concentración de gases de efecto invernadero, si no que dichos cambios serían persistentes a escalas de tiempo que podrían alcanzar varios miles de años”, añade Álvarez Solas.

El profesor de la Complutense muestra especial preocupación por los puntos que involucran a la circulación oceánica a escala global y a los mantos polares. “Una vez sobrepasados encontrarán un nuevo estado de equilibrio muy distante al pre-industrial, pudiendo así cambiar enteramente el sistema climático terrestre”, observa.

Cambios irreversibles a escala global

En los últimos años se han barajado unos cuantos escenarios de inflexión, entre los que aparecen las regresiones del bosque boreal y del Amazonas. Este problema no implica al dióxido de carbono (CO2), va más con la mala praxis humana.

 “El calentamiento antrópico actual no favorece su regresión, más bien hace más probable la existencia de estos bosques en zonas que ahora están ocupadas por el permafrost y el hielo”, asegura Jorge Álvarez que, aun así, resalta la problemática de esta situación que “se debe a la sobreexplotación y a la tala, más que a un efecto directo del clima”. Preservar los bosques boreales y asegurar su biodiversidad es fundamental, ya que son uno de los mayores sumideros de CO2 del planeta.

Antártida
El deshielo del continente antártico o del Ártico tendría consecuencias graves para el clima, quizás irreversibles, y para la población. Foto de la Antártida de Girlart.

Otro de los puntos de inflexión, que además inquieta mucho al experto madrileño, es la desaparición de las banquisas, como la ártica que está en una situación muy delicada. “La pérdida de hielo marino en el Ártico tiene la capacidad de alterar la circulación oceánica en el Atlántico Norte”, y ésta forma parte de la circulación termohalina.

“La ausencia de la circulación termohalina tendría como consecuencia un cambio en el régimen de circulación de todo el océano a escala global cuyas consecuencias son poco conocidas”, arguye Álvarez Solas. Algunos de los posibles efectos podrían ser el enfriamiento relativo de Europa del Norte, el calentamiento del océano Austral o la modificación de los regímenes del monzón.

Podría romperse el proceso del Monzón

Los cambios en la circulación del océano, especialmente en el Atlántico, podrían alterar los monzones. Una modificación en la circulación meridiana, que transporta calor a las latitudes altas, cambiaría las temperaturas del océano en las zonas tropicales y la distribución de la convergencia intertropical. “Estos cambios afectarían a la localización y distribución de los monzones, con consecuencias dramáticas para la población agrícola cuya subsistencia está condicionada por las lluvias del monzón”, argumenta el climatólogo.

Y ojo con el permafrost

El permafrost es una capa de suelo que está permanentemente congelado, cubierto o no de hielo y de nieve, que se puede encontrar en regiones muy frías, como la tundra. Pues bien, el aumento de temperaturas podría deshelarlo. “Estas zonas contienen metano, un gas muy poderoso de efecto invernadero”, avisa Jorge Álvarez. “La pérdida de permafrost podría liberar este metano amplificando así el calentamiento”, concluye.

 El profesor madrileño no ha querido zanjar la entrevista sin hacer referencia al aumento del nivel del mar. “La evolución de los grandes mantos polares es quizás el fenómeno más constreñido a día de hoy, pero con consecuencias para el resto del sistema climático y para la población muy importantes”. Igual el tono de Hawking no es tan catastrofista como parece.