Gemma del Caño es tajante: "la calidad del aire es peligrosa en las comunidades más golpeadas por los incendios"

Este verano, los incendios que arrasan España no solo destruyen bosques: el humo libera partículas PM2.5 que viajan kilómetros, degradan el aire y ponen en riesgo directo nuestra salud.

incendio
Nos duele y explota la rabia con los incendios año a año.

España, agosto de 2025, las imágenes de incendios forestales devorando bosques y pueblos nos encogen el alma y nos duele el corazón con rabia: arde Galicia, Castilla y León, Extremadura... el fuego está por todas partes. Pero más allá de las llamas, lo que no se ve también amenaza con ser letal. El humo lleva consigo partículas ultrafinas, las PM2.5, una amenaza invisible que convierte cada bocanada de aire en un riesgo potencial.

Un aire insalubre en las comunidades castigadas por los incendios

El tamaño es la clave. Las partículas más grandes (PM10) se quedan en la nariz o la garganta, provocando irritación. Pero las PM2.5 atraviesan esas defensas naturales y llegan hasta los alveolos pulmonares. Una vez allí, desencadenan inflamación, estrés oxidativo y, en algunos casos, atraviesan a la sangre y se distribuyen por todo el organismo.

particulas contaminación
Conocemos los efectos de estas partículas porque están asociadas a la contaminación atmosférica.

Los efectos en la salud están bien documentados.

  • Empeoran enfermedades respiratorias como el asma o la EPOC.
  • Aumentan el riesgo de infecciones respiratorias y bronquitis.
  • Elevan la probabilidad de sufrir infartos, arritmias e hipertensión.
  • La exposición prolongada se asocia a cáncer de pulmón.
  • Los niños, los ancianos y las personas con enfermedades crónicas son los más vulnerables.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que los niveles de PM2.5 no superen los 5 microgramos por metro cúbico como media anual. Sin embargo, durante los incendios las concentraciones se disparan hasta multiplicar por 10, 20 o incluso 30 veces ese límite. Recuerda que en Meteored puedes consultar su evolución en nuestro visor.

El índice de calidad del aire (AQI por sus siglas en inglés) de Meteored es un índice revolucionario que permite informar de la calidad del aire prevista a la población de una manera clara, sencilla y unificada. Permite comparar la calidad del aire entre diferentes zonas, al tener criterios homogéneos que unifican su cálculo.

En estos momentos, en el sur de Galicia, oeste de Castilla y León y en la Cordillera Cantábrica las concentraciones de PM 2.5 superan los 100 microgramos por metro cúbico, situación que se repite desde hace días, suponiendo un riesgo para la salud.

Los grandes incendios: fábricas masivas de partículas

Cuando incendios como los de estos días en el oeste y noroeste de la Península arrasan miles de hectáreas, lo que se libera a la atmósfera no es solo dióxido de carbono. También se emiten compuestos orgánicos volátiles, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y, sobre todo, millones de toneladas de partículas ultrafinas.

Estos días se están emitiendo una gran cantidad de partículas contaminantes en el noroeste peninsular, provocando una calidad del aire insalubre.

Ese humo puede desplazarse decenas o cientos de kilómetros. Aunque no vivas junto al incendio, puedes estar respirando las consecuencias. De hecho, en episodios recientes en España, localidades situadas a más de 50 kilómetros del foco vieron cómo la calidad del aire descendía hasta niveles calificados como “muy dañinos para la salud”.

¿Qué pueden hacer las personas en las zonas afectadas?

No siempre es posible evitar la exposición, pero sí reducirla. Las principales recomendaciones de salud pública en situaciones de humo intenso son las siguientes.

  1. Permanecer en interiores siempre que sea posible.
    • Mantener puertas y ventanas cerradas.
    • Reducir al mínimo la ventilación natural cuando el aire exterior esté contaminado.
  2. Mejorar el aire dentro de casa.
    • Si se dispone de filtros HEPA, utilizarlos.
    • Evitar actividades que empeoren la calidad del aire interior, como fumar, cocinar con leña o encender velas.
  3. Usar mascarilla en exteriores.
    • Las mascarillas quirúrgicas no filtran partículas finas.
    • Las más eficaces son las FFP2 o equivalentes, que atrapan gran parte de las PM2.5.
  4. Proteger a los más vulnerables.
    • Niños, ancianos, mujeres embarazadas y personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares deben extremar precauciones.
    • En casos graves, puede ser recomendable el traslado temporal a zonas no afectadas, si es posible.
  5. Seguir la información oficial.
    • Consultar los índices de calidad del aire, disponibles en webs y aplicaciones autonómicas.
    • Atender a las recomendaciones de protección civil y autoridades sanitarias.

Más allá de lo inmediato

Las medidas personales ayudan, pero no resuelven el problema de fondo. Lo cierto es que los incendios forestales, cada vez más frecuentes e intensos, están estrechamente ligados al cambio climático y al abandono de la gestión forestal. Veranos más secos y calurosos, acumulación de biomasa en los montes y tormentas con rayos son el escenario perfecto para que el fuego se propague.

Cada hectárea que arde es un golpe para la biodiversidad y el suelo, pero también para nuestra salud.

Porque el humo no desaparece: se transforma en un riesgo invisible que afecta tanto a quienes viven junto al incendio como a quienes respiran a cientos de kilómetros.

Una llamada a la prevención

Lo urgente ahora es proteger a las poblaciones afectadas por el humo. Pero lo importante es reducir la probabilidad y el impacto de estos incendios en el futuro. Eso implica invertir en prevención, cuidar los bosques, mejorar la respuesta de emergencias y, a nivel global, mitigar el cambio climático.

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Primero hay que proteger, después hay que exigir prevención.

Respirar debería ser el gesto más natural y seguro que hacemos cada día. Pero cuando el aire se llena de partículas invisibles procedentes de un incendio, cada inhalación se convierte en una pequeña dosis de riesgo. La ciencia nos advierte de ello, y la experiencia de estos días lo confirma: los incendios no solo destruyen bosques, también deterioran el aire que necesitamos para vivir.

Respirar, vivir y exigir prevención y protección no debería ser un acto de valentía.