Una joya secreta en la costa de la Región de Murcia: playas vírgenes y tapeo frente al mar sin aglomeraciones
Calas escondidas, una geología de otro planeta y tapeo frente al Mediterráneo: así es este encantador refugio marinero que pocos conocen en la costa de la Región de Murcia.

Entre la Sierra de las Moreras y el azul del Mediterráneo se esconde Bolnuevo, una pedanía de Mazarrón que sigue pasando de puntillas por los grandes titulares del turismo. Pero ese bajo perfil es, precisamente, lo que la convierte en un tesoro. Lejos de los resorts masificados, esta localidad murciana ofrece algo difícil de encontrar hoy: tranquilidad, naturaleza sin maquillaje y una vida de playa de las de antes, con chiringuito, paseo al atardecer y tapeo mirando al mar.
Lo primero que sorprende al llegar es el contraste entre la sencillez del pueblo y lo imponente de su entorno. Aquí, las montañas parecen caer sobre el mar y las formaciones rocosas parecen esculpidas por artistas surrealistas. Pero no, todo esto es obra del tiempo y del viento.
Bolnuevo: un litoral para perderse y reencontrarse
Bolnuevo no presume, pero debería. En esta parte de la Costa Cálida, nombre más que merecido con sus más de 2.800 horas de sol al año, las calas se esconden entre acantilados, y muchas de ellas se mantienen vírgenes. Son playas que se han librado del hormigón y de la prisa, ideales para pasar el día sin más banda sonora que el mar y alguna gaviota curiosa.
No, no es el Caribe ni falta que le hace ️
— Turismo Región de Murcia (@turismormurcia) July 30, 2023
Bolnuevo, Mazarrón. #RegiónDeMurcia #CostaCálida #CostaCálidaTeHaceFeliz #ImaginaElPaisajeYTeLoLlevamos pic.twitter.com/T8aLsuJKok
No hay que caminar demasiado para toparse con pequeñas bahías donde apenas caben unas pocas sombrillas. Algunas, como las que se encuentran hacia la Punta Cueva de Lobos, ofrecen una experiencia más salvaje y tranquila. El baño aquí es diferente: se alarga, se saborea. Y después, vuelta a la toalla, al libro o al bocadillo envuelto en papel de aluminio.
Para quien busque un poco más de ambiente, el extremo occidental del arenal central cuenta con buenos accesos, aparcamiento y una amplia oferta de chiringuitos. Se puede pasar el día entre chapuzón y caña sin que nadie te meta prisa.
Las Gredas: esculturas del viento con alma de desierto
Si Bolnuevo tiene un emblema natural, es sin duda la conocida como “La Ciudad Encantada”. Así llaman los lugareños a las Gredas, unas esculturas rocosas que parecen traídas de otro planeta. "Las Gredas" no son otra cosa que antiguos sedimentos marinos esculpidos por la erosión a lo largo de siglos, creando formas que parecen sacadas de un cuento fantástico.
¿La bella Petra en Jordania, las erosiones del desierto en El Sáhara o el lejano Egipto?No, las Gredas en Bolnuevo,Región de Murcia,España la ciudad encantada donde la naturaleza nos dejó este milagro del paisaje. #RegióndeMurciaBonica #DescubreRegióndeMurcia pic.twitter.com/naMmJ1XsdZ
— Miriam Guardiola (@miriamguard) June 3, 2018
Estas formaciones geológicas alcanzan varios metros de altura y se alzan como hongos de piedra sobre una planicie dorada. Al atardecer, los colores de la roca se tornan anaranjados y las sombras alargadas les dan un aire aún más mágico. No es raro ver a visitantes con cámara en mano, posando frente a estas figuras como si estuvieran en el mismísimo Monument Valley, entre Arizona y Utha, pero con aroma a salitre.
Además de su belleza, estas rocas guardan una historia que conecta con uno de los capítulos más antiguos del Mediterráneo. Los microfósiles incrustados en su base son testigos de la época en la que se formó el Estrecho de Gibraltar, devolviéndole al Mare Nostrum su inmensidad tras haber sido una laguna casi seca.
La Sierra de las Moreras: un paraíso de flora y aves rapaces
No todo es costa Bolnuevo. Al norte de la localidad se levanta la Sierra de las Moreras, un espacio protegido donde la vegetación mediterránea se despliega sin filtros. Aquí dominan los cornicales, tomillares, palmitares y otras especies resistentes al calor y al viento, muchas de ellas endémicas. El aire huele a resina y a tierra caliente.

Los aficionados al senderismo encuentran en esta sierra rutas que serpentean entre barrancos y crestas con vistas espectaculares al mar. Con un poco de suerte, o simplemente paciencia, puede que aparezca en el cielo el águila perdicera, especie en peligro que anida en los riscos más escarpados.
En la Rambla de las Moreras, donde la vegetación cambia y aparecen adelfas y tarays, los abejarucos aprovechan las paredes de tierra para excavar sus nidos. Es un rincón ideal para los amantes de la ornitología, o simplemente para los que disfrutan del silencio interrumpido sólo por el trinar de los pájaros.
Bolnuevo: historia, devoción y sardinas en la playa
Bolnuevo no sólo vive del paisaje. Su historia está marcada por un episodio insólito: el 17 de noviembre de 1585, una incursión de piratas berberiscos fue detenida por lo que muchos consideran un auténtico milagro. “La Virgen del Milagro”, como se la conoce en Mazarrón, habría ahuyentado a los atacantes, convirtiéndose desde entonces en protectora de la localidad.
Las Gredas de Bolnuevo o "Ciudad Encantada" de #Mazarrón, Monumento Natural de la Región de Murcia desde 2019.
— JALE sp. (@jalesp) March 25, 2020
Esta perspectiva, cercana, sigue igual, pero otra, más amplia, ha perdido una de sus figuras de roca naturales esculpidas por tiempo y viento.
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Cada año, esta historia se revive con una romería popular que une a los habitantes de Mazarrón y Bolnuevo. Desde la Iglesia de la Purísima hasta una ermita frente al mar, la Virgen es escoltada entre música, palmas y promesas. Y como manda la tradición, todo culmina con una gran moraga de sardinas en la playa, donde vecinos y visitantes comparten mesa y mantel con el mar Mediterráneo como telón de fondo.
Está claro que Bolnuevo no necesita grandes campañas de marketing. Su encanto está en lo que no tiene: prisas, bullicio, pretensiones. Aquí la vida se saborea como un vino blanco al sol de mediodía, acompañado de una tapa de calamares y el sonido de las olas. Es un lugar que no necesita gritar para hacerse notar. Y quizá por eso, cuando uno lo descubre, ya no quiere compartirlo con demasiada gente.