Un grupo de investigadores españoles ha encontrado artefactos humanos muy antiguos en nidos de quebrantahuesos
Los nidos de quebrantahuesos esconden secretos sorprendentes. Investigadores del IREC y de las universidades de Cantabria y Granada han hallado en ellos artefactos humanos con siglos de antigüedad.

Los nidos del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) han revelado ser mucho más que refugios para la cría de esta especie amenazada. Una investigación del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC, dependiente del CSIC, la UCLM y la JCCM), junto a la Universidad de Cantabria y la Universidad de Granada, demuestra que estas estructuras actúan como auténticos archivos naturales.
En su interior se han encontrado restos óseos, fragmentos de cáscaras de huevo y objetos de origen humano como sandalias medievales o flechas de ballesta, capaces de conservarse durante siglos gracias a las condiciones estables de los abrigos rocosos donde se sitúan los nidos.
Nidos que conservan la memoria del tiempo
El quebrantahuesos es el único buitre osteófago de Europa, ya que basa su dieta en el consumo de huesos. Sus nidos, construidos en acantilados y cuevas, han sido utilizados durante generaciones, acumulando materiales que se han ido reutilizando capa tras capa.
Los investigadores aplicaron técnicas de estratigrafía, similares a las empleadas en arqueología, y dataciones por carbono-14 para desentrañar los secretos de estas acumulaciones y descubrir su valor histórico y cultural.
Un inventario sorprendente
Entre 2008 y 2014 se examinaron más de 50 nidos históricos en el sur de la península ibérica, donde la especie se extinguió hace entre 70 y 130 años. De ellos, 12 fueron analizados en detalle, recuperando cerca de 2.500 restos de distinto origen.

La mayoría eran huesos, testigos directos de la dieta de la especie. Sin embargo, los científicos también hallaron 226 objetos humanos, entre fibras vegetales, piezas de cuero, tejidos e incluso armas antiguas reutilizadas como material de construcción.
Artefactos con siglos de antigüedad
Algunos de los hallazgos más llamativos incluyen una sandalia de esparto datada en el siglo XIII, fragmentos de cuero pintados del siglo XIV y restos de cestería del siglo XVIII. Incluso apareció una flecha de ballesta, un objeto singular en este contexto.
Estos descubrimientos demuestran que algunos nidos fueron ocupados y reutilizados durante más de quinientos años, convirtiéndose en depósitos de gran valor etnográfico y cultural, comparables a restos arqueológicos hallados en cuevas neolíticas.
Claves ecológicas y bioculturales
Los materiales no solo aportan información histórica, también permiten reconstruir la evolución de los ecosistemas mediterráneos. Los huesos de ungulados muestran la abundancia de fauna silvestre y doméstica en distintas épocas.

Además, los fragmentos de cáscaras de huevo conservados durante siglos ofrecen la posibilidad de realizar estudios toxicológicos para comprender mejor la influencia de pesticidas y contaminantes en la desaparición del quebrantahuesos en el sur de España.
Una especie en peligro con un legado único
Hoy apenas existen 309 parejas reproductoras de quebrantahuesos en toda Europa, lo que convierte a la especie en un símbolo de conservación. Su papel como acumulador de restos lo sitúa también como un agente tafonómico que, de manera involuntaria, preserva información biológica y cultural.
Los investigadores consideran que cada nido funciona como un “museo natural”, capaz de contar historias de siglos de interacción entre naturaleza y humanidad, y de revelar cómo se han transformado los paisajes mediterráneos.
Los resultados de esta investigación tienen implicaciones directas para la conservación. Conservar al quebrantahuesos significa también proteger unos archivos bioculturales únicos, que contienen pistas sobre la biodiversidad, la historia y la cultura de las comunidades humanas.