¿Es cierto que ya no se usa la escala de Richter para medir terremotos?

Si sigues utilizando esta expresión para referirte a la magnitud de los movimientos sísmicos, es hora de actualizar tu vocabulario científico. Para los sismólogos, esta escala ya no es suficiente para medir la intensidad de los terremotos más letales.

Sobrecoge el estado en que quedó la ciudad de Antakya, en Turquía, tras los letales terremotos de 2023.

Cada vez que sucede un mortífero y devastador terremoto en el mundo, leemos en las noticias y en las redes sociales que su magnitud se sigue interpretando con base a la conocida escala de Ritcher.

Ocurrió en febrero de 2023, con los de Turquía y Siria, y, más recientemente, el pasado septiembre con el de Marruecos. Se trata de un recurso habitual fruto de la costumbre, pero que, en realidad, carece de rigor científico, especialmente cuando se trata de grandes sismos.

En España, por ejemplo, el Instituto Geográfico Nacional utiliza hasta 8 escalas que proporcionan diferentes perspectivas sobre la magnitud y los efectos de un terremoto, y que permiten realizar una evaluación más completa de la actividad sísmica local.

Ninguna de ellas es ya la de Ritcher. Pero, empecemos por el principio.

¿Por qué se generan terremotos?

Las placas tectónicas son grandes fragmentos de la litosfera terrestre que flotan sobre el manto superior de la Tierra y se desplazan lentamente pero de manera constante.

Al hacerlo, pueden interactuar entre sí de diferentes maneras en los límites de las placas. Uno de los tipos más comunes de esos límites de placas son las fallas: grietas o zonas de fractura en la corteza terrestre donde dos bloques de roca se mueven uno con respecto al otro.

Cuando las placas tectónicas se empujan a lo largo de una falla, la fricción entre ellas puede hacer que queden atrapadas por un tiempo. A medida que las placas siguen intentando moverse, la energía se acumula en la zona de la falla.

Con el tiempo, la presión acumulada se libera repentinamente, generando ondas sísmicas que se propagan y que percibimos como un terremoto.

Las fallas más activas del planeta

En la actualidad, las fallas más activas en el planeta son las de San Andrés (California, en Estados Unidos) o las del Himalaya, donde colisionaron la placa tectónica india y la placa euroasiática.

También la de Atacama, en el norte de Chile, que es una falla de subducción donde la placa de Nazca se mueve bajo la placa sudamericana; y las fallas del Pacífico, que incluyen la Fosa de las Marianas y la de Tonga, conocidas por generar poderosos terremotos y tsunamis.

Límite entre las placas tectónicas de Eurasia y Norteamérica, en Suðurnes, Islandia.

En España, también existen estructuras geológicas activas que pueden generar actividad sísmica. Entre las fallas más importantes se encuentra la de Alhama de Murcia (Región de Murcia), responsable del terremoto ocurrido en Lorca en 2011, que dejó nueve víctimas mortales y ocasionó daños en el 80% de las viviendas de su casco urbano, donde residen más de 60.000 personas.

Otras fallas relevantes en el país son las de Padul (Granada), Amposta (Tarragona), la del Campo de Dalias (Almería), la de Valencia, y la del Mar de Alborán, entre la costa sur de la península ibérica y el norte de África.

Qué es y qué mide la escala de Richter

En 1935, el sismólogo estadounidense Charles Francis Richter, con la colaboración de su colega Beno Gutenberg, desarrolló una escala logarítmica para medir la magnitud de un terremoto.

La escala sismológica de Richter o escala de magnitud local (ML) calcula esa magnitud a partir de la amplitud máxima de las ondas sísmicas registradas por un sismógrafo desde su epicentro, que es el punto de la superficie terrestre que se encuentra encima del foco del terremoto.

Tras registrar las ondas, se asigna una cifra del 0 al 9 para indicar la fuerza de un terremoto. Al ser una escala logarítmica en base diez, un aumento de una unidad en la escala representa, en realidad, un incremento de diez veces en la magnitud del terremoto.

Veámoslo con un ejemplo. En términos de amplitud de las ondas sísmicas, un terremoto de magnitud 6 en la escala de Richter, es diez veces más grande que uno de magnitud 5, cien que uno de 4, y mil más que uno de tres. Y así, sucesivamente.

Una escala obsoleta

En su momento, la escala de Richter fue concebida para medir terremotos entre magnitudes de 2,0 y 6,9. Además, otro de los problemas con los que cuenta esta escalada es que es difícil relacionarla con las características físicas del origen del terremoto.

Concretamente, fue diseñada en California sobre la base de un tipo concreto de corteza terrestre. Esto hace que no sea extrapolable al resto del mundo. Además, no es válida para terremotos de gran magnitud, que provocan que los sismógrafos se saturen al analizar la amplitud de la onda.

Por eso, se considera desfasada, no se utiliza desde hace años y, en la práctica científica contemporánea, se opta por la escala de magnitud de momento (Mw), que es más precisa y abarca un rango más amplio de magnitudes sísmicas.

Los científicos prefieren la escala de magnitud de momento

A diferencia de la escala de Richter, la magnitud del momento relaciona la superficie de rotura de la corteza terrestre (falla) con la energía necesaria para generarla. La Mw se calcula utilizando una fórmula que tiene en cuenta la rigidez de la roca y el desplazamiento producido por el terremoto a lo largo de la falla.

Esta fórmula se basa en la teoría de la elasticidad y en el concepto de momento sísmico, que es una medida de la fuerza total liberada por el terremoto.

La escala de magnitud de momento también utiliza una escala logarítmica pero, en este caso, cada número entero representa, respecto al anterior, un aumento de aproximadamente 32 veces la cantidad de energía liberada.

Además, la Mw sí permite capturar terremotos extremadamente grandes, como los causados por eventos de subducción (deslizamientos de una placa tectónica debajo de otra), que pueden liberar una cantidad de energía mucho mayor que los terremotos de falla local más comunes y, en ocasiones, tener como resultado el surgimiento de volcanes.