En los últimos días las temperaturas globales han vuelto a alcanzar valores inéditos en las series de datos
Tras un leve respiro térmico, el calor global vuelve a intensificarse. Los datos del conjunto ERA5 muestran anomalías sin precedentes, reforzando la tendencia de un 2025 que podría cerrar entre los años más cálidos jamás registrados.

El planeta vuelve a marcar máximos. Según los últimos análisis, basados en el conjunto de datos ERA5 del Centro Europeo (ECMWF), octubre de 2025 se posiciona como el tercer mes más cálido jamás registrado, solo por detrás de 2023 y 2024. Los modelos climáticos confirman que la tendencia de calor extremo no sólo continúa, sino que se consolida.
 
 Durante la primera mitad del año hubo una leve disminución de las temperaturas globales tras el intenso 2024, pero el alivio duró poco. A finales de octubre, la anomalía global volvió a rozar los 1,75 °C sobre el promedio preindustrial, una cifra que mantiene al planeta en una situación inédita desde que existen registros instrumentales.
Calor persistente y récords que no se detienen
Los datos muestran cómo las temperaturas globales se mantienen cerca de los niveles más altos jamás observados. Con 26 días del mes ya reportados en ERA5, los expertos aseguran que “octubre de 2025 será el tercero más cálido en los registros, después de 2023 y 2024”.
 
 En los registros más recientes se aprecia un cambio contundente: los años actuales muestran temperaturas muy por encima de las observadas en décadas pasadas. Desde 2015, la tendencia al alza se ha acelerado, transformando octubre —antes un mes de transición— en uno de condiciones comparables a cualquier verano.
Un hemisferio norte que no se enfría
Además, los modelos meteorológicos globales prevén que las temperaturas se mantendrán estables durante los primeros días de noviembre, pero en niveles extremadamente altos. El calor persistiría en el hemisferio norte, y las anomalías térmicas estarán en los niveles más elevados del año.
 
 En esa gráfica, las líneas del hemisferio norte (en rojo) se mantienen por encima de la media global, evidenciando un desequilibrio térmico notable entre las dos mitades del planeta. El calor acumulado en los océanos y la pérdida de nieve temprana en el Ártico han contribuido a sostener estas temperaturas extremas, incluso cuando las condiciones del Pacífico tropical ya se estabilizan tras el evento de El Niño 2023–2024.
Un 2025 que podría igualar los récords de 2023
El siguiente gráfico destaca una visión más amplia: un repaso histórico de la temperatura global desde 1940 hasta hoy. La curva, con puntos azules ascendentes, muestra un crecimiento casi constante del calor global, con una aceleración clara a partir de la década de 1990.
 
 Se proyecta que 2025 podría cerrar entre los años más cálidos jamás registrados, manteniendo la tendencia ascendente que caracteriza a la última década. Este comportamiento confirma los pronósticos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, que advierte sobre una secuencia sostenida de récords térmicos impulsados por la actividad humana y la inercia del sistema climático.
El papel del océano y los aerosoles
Aunque los fenómenos naturales como El Niño pueden intensificar el calor global, los océanos son el gran motor detrás de este proceso. Tras años de absorber más del 90 % del exceso de energía del planeta, comienzan ahora a liberar lentamente ese calor acumulado hacia la atmósfera, impulsando nuevas alzas térmicas.
El Atlántico Norte y el Pacífico tropical oriental se mantienen anómalamente cálidos, favoreciendo la inestabilidad atmosférica, la sequedad y la alteración de los patrones de lluvia en distintas regiones del mundo. Este exceso de energía oceánica refuerza el círculo vicioso del calentamiento: cuanto más calor retienen, más contribuyen al desequilibrio climático.

A esto se suma la reducción de aerosoles marinos provocada por regulaciones ambientales más estrictas en el transporte marítimo. Menos partículas en suspensión significa menos reflexión de la radiación solar, lo que permite que los océanos absorban más energía. Paradójicamente, una medida orientada a mejorar la calidad del aire podría estar aumentando la temperatura global a corto plazo.
La persistencia de temperaturas tan elevadas, incluso sin un evento fuerte de El Niño, sugiere que el cambio climático ha entrado en una fase de aceleración estructural. Una etapa en la que el sistema climático responde más rápido que nuestra capacidad de adaptación, recordándonos que cada décima de grado cuenta.
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