Emergencia emergente

Desde que en 1988 se fundó el IPCC el cambio climático ha estado presente en los medios de comunicación. En la actualidad, a raíz del movimiento social emergente en torno a esta cuestión y la necesidad de actuar con urgencia, se ha empezado a hablar de emergencia climática.

La activista sueca Greta Thunberg fotografiada a las puertas del Parlamento Sueco en agosto de 2018, con una pancarta donde se puede leer: “Huelga escolar por el clima”. Fotografía: Michael Campanella. Crédito: Getty.

Llevamos ya 30 años oyendo hablar del cambio climático, viendo y leyendo noticias sobre esa cuestión en los medios de comunicación. Si bien, a lo largo de esas tres décadas el volumen de información, su tratamiento mediático y el impacto en la sociedad no siempre han sido los mismos, pudiendo distinguirse varias etapas. El punto de partida lo podemos situar en 1988, con la entrada en escena del Panel Internacional de Expertos de Cambio Climático (IPCC), bajo el paraguas de Naciones Unidas. Los científicos fueron los primeros informadores del cambio climático, instando a los políticos y la sociedad a actuar para evitar que el clima terrestre evolucionara por una senda poco deseable.

En esa primera etapa –que podemos prolongar hasta 2006– el cambio climático fue despertando cada vez más interés social, a medida que el IPCC fue dando a conocer sus tres primeros informes de evaluación (años 1990, 1995 y 2001), cada uno de los cuáles fue ganando en contundencia respecto al anterior, en lo relativo a la responsabilidad humana en el cambio climático observado. A pesar de ello, al inicio del siglo XXI todavía un amplio porcentaje de la población veía el cambio climático como algo que no le afectaba directamente, aunque el discurso de los científicos comenzaba a calar poco a poco en más personas.

El ex vicepresidente de EEUU Al Gore durante una de sus mediáticas conferencias sobre el cambio climático. Fotografía de Carlos Durán. Crédito: EPA/Corbis

La segunda etapa tuvo a un indiscutible protagonista: el ex vicepresidente de EEUU Al Gore y su película “Una verdad incómoda” (2006). Con un tono marcadamente catastrofista, su mensaje sirvió para concienciar del problema principalmente a una parte de la sociedad estadounidense, que hasta ese momento pensaba que el cambio climático no iba con él y que sus impactos no podían poner en riesgo su boyante economía y elevado nivel de vida. El mensaje de Al Gore estaba apoyado en los informes del IPCC, si bien eligió deliberadamente los peores escenarios previstos. Esta forma exagerada, dramática y poco rigurosa de plantear la cuestión del cambio climático, también le valió sus detractores, incluso dentro de la comunidad científica.

Al Gore consiguió crear una burbuja mediática que convirtió al cambio climático en unos de los temas de mayor popularidad, poniéndolo en boca de todos. En 2007, se publicó el 4º Informe del IPCC, cuya difusión se sirvió de ese “efecto Gore”, aunque al año siguiente la burbuja se fue desinflando, para finalmente estallar. Los años siguientes se siguieron publicando noticias en la prensa sobre el cambio climático, pero el interés decayó mucho, para desesperación de los científicos, que seguían reclamando urgencia en las medidas de mitigación y adaptación. Tras esa travesía del desierto, a finales de 2015 se produjo un punto de inflexión con el “Acuerdo de París”, que puso de nuevo el cambio climático en el candelero.

Manifestación de estudiantes en Barcelona, durante la jornada de huelga convocada en muchas ciudades del mundo el 15 de marzo de 2019 por la plataforma “Fridays for Future”. Crédito: Albert García.

Desde ese momento, con el jarro de agua fría que supuso la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EEUU y su declarado negacionismo climático, los movimientos sociales reclamando una emergencia climática a los dirigentes políticos no han parado de crecer. Estamos ahora mismo viviendo la última etapa, protagonizada por muchos miles de personas anónimas y centenares de organizaciones, en su mayoría de corte ecologista. La joven sueca Greta Thunberg se ha convertido en la abanderada de este movimiento social que está logrando movilizar a muchos jóvenes y no tan jóvenes de todo el mundo, que empiezan a entender que si la sociedad no actúa de forma rápida y decidida para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera y la contaminación del aire, las aguas y la tierra, el futuro se convertirá en un camino difícil, con numerosos obstáculos que sortear en forma de impactos climáticos.

La movilización social parece imparable, aunque su calado y recorrido es una incógnita. Pese a hablarse mucho de cambio climático, la mayoría de la población no conoce todavía en detalle lo que nos dice la ciencia sobre el particular. Esa y no otra debe de ser nuestra principal referencia, el faro que nos guíe y la base de cualquier acción colectiva que emprendamos a partir de ahora. Aunque los seres humanos nos movemos a menudo por la vía emocional, en este caso no deberíamos de apartar la parte racional, pues solo así tendremos cierta seguridad de que las acciones que emprendamos darán resultado. Se está proponiendo sustituir la expresión “cambio climático” por otras como crisis o emergencia climática, en un afán por reforzar esa componente emocional sobre la racional. Hay que tener cuidado con esto. Si algo debe de reforzarse en este momento es la divulgación científica, para que todo el mundo entienda de una vez qué es el cambio climático y cuáles pueden ser sus consecuencias si no actuamos con cabeza.