¿Cómo ha influido realmente el calentamiento global en el devastador megaincendio de Tenerife?

El devastador incendio ocurrido en la isla de Tenerife se vio favorecido por unas condiciones meteorológicas extremas previas: una ola de calor extraordinaria en el marco del calentamiento global.

Incendio forestal Tenerife calentamiento global
Cada vez son más frecuentes los incendios forestales de gran voracidad, cuya rápida propagación se ve favorecida por las condiciones meteorológicas extremas ligadas al calentamiento global.

El devastador incendio forestal que ha afectado a la isla de Tenerife, lo mismo que otros muchos ocurridos este mismo verano (Canadá, Grecia…) y los anteriores, se vinculan al calentamiento global, lo que nos debe de llevar a reflexionar sobre ello. Cuando ocurre un incendio forestal de grandes dimensiones es habitual que se busquen culpables. Por desgracia, muchos de ellos son provocados o debidos a negligencias. También se cargan las culpas con frecuencia al abandono de los montes o a los insuficientes medios humanos y técnicos destinados a la extinción de incendios.

Cada incendio forestal presenta sus singularidades y puede ser analizado desde múltiples ópticas. Las condiciones meteorológicas reinantes son, probablemente, el factor más determinante en la evolución que tiene un incendio, y es aquí donde encontramos la relación con el cambio climático o el calentamiento global.

Aunque se suele leer o escuchar que los voraces incendios forestales como el de Tenerife son debidos al cambio climático, la relación no es tan simple y directa. Son las condiciones de temperatura y sequedad extremas, favorecidas por el marco climático actual, las que contribuyen a la rápida propagación de los incendios y los hace imparables.

Incendios de sexta generación

Desde hace algunos años, es común referirse a estos megaincendios como de sexta generación. Su principal singularidad es que modifican el régimen local de vientos y generan sus propias condiciones meteorológicas, distintas de las pronosticadas por los modelos de predicción. Esto hace que evolucionen de forma imprevisible, haciendo inútil cualquier intento de frenar su avance por parte del operativo que se pone en marcha cuando salta la alarma.

Grandes incendios ha habido siempre. Olvidándonos de los provocados por los seres humanos (lamentablemente, el de Tenerife lo fue), se trata de procesos naturales que cumplen su función regenerativa del suelo y de la cubierta vegetal.

La lluvia, el frío en invierno o el calor en verano, son también circunstancias que ocurren en la naturaleza, pero al entrar en escena el calentamiento global, la abundancia o escasez de precipitaciones (inundaciones y sequías), las bajas o altas temperaturas (olas de frío y de calor), se están volviendo cada vez más extremas, y cada vez hay más incendios de sexta generación, por las circunstancias apuntadas.

El preámbulo meteorológico al incendio de Tenerife

El incendio de Tenerife se puede dar ya por estabilizado, pero no extinguido. Durante mucho tiempo aún, tendrá que ser vigilado. Su perímetro ha alcanzado los 90 kilómetros y se han quemado alrededor de 14000 hectáreas, en números redondos, lo que supone aproximadamente el 7% de la superficie de la isla.

En estos últimos días ha ardido más del 20% de la cubierta vegetal de la isla: la recuperación de algunas especies se antoja muy difícil o imposible.

Si consideramos solo la superficie tinerfeña con cubierta vegetal (dominada por la corona forestal), el porcentaje con respecto a ese tapiz verde aumenta hasta algo más del 20%. A pesar de la regeneración natural que se irá produciendo, la pérdida de biodiversidad preocupa a los especialistas, que temen que algunas especies sean irrecuperables.

Incendio de Tenerife
Imagen captada por el satélite Sentinel-2 en la que se aprecian los frentes de fuego y el humo del incendio de Tenerife el pasado 18 de agosto de 2023. La extensión del área quemada ya era grande, pero significativamente inferior a la que alcanzó al final. Crédito: Copernicus.

La gran extensión alcanzada por el incendio y la magnitud de sus impactos hubieran sido significativamente menores si la semana previa al incendio no se hubiera producido en Canarias una ola de calor tan extrema como la que ocurrió, como consecuencia de la irrupción de una masa de aire extremadamente cálido que alcanzó no solo las cotas bajas del archipiélago (por debajo de la inversión del alisio, rota durante este episodio) sino las medias y altas, batiéndose récords absolutos de temperatura máxima y también mínimas altas en cascada.

La persistencia durante varios días de unas condiciones meteorológicas tan extraordinarias (adversas), fue el caldo de cultivo perfecto para la voracidad del fuego. El calentamiento global está dando lugar, cada vez con una mayor frecuencia, a esas olas de calor extremo, precursoras de incendios forestales como el que ha dejado esa gran cicatriz en la isla de Tenerife. Hay que invertir más en prevención, para estar lo mejor preparados posible ante la aparición de focos (sean o no provocados) con un alto potencial de propagación, cuando el riesgo de incendio sea extremo, como fue el caso.