Ciclogénesis periodística

Una de las expresiones meteorológicas que ha entrado con más fuerza en los medios de comunicación es ciclogénesis explosiva. Lo mismo que ha pasado con algunas otras, se ha integrado con rapidez en nuestro lenguaje cotidiano.

borrasca Klaus
Vista de satélite del 23 de enero de 2009, con la borrasca Klaus previa llegada al Cantábrico, cuyo rápido desarrollo y profundización fue debido a una ciclogénesis explosiva.

Desde sus inicios, los medios de comunicación han ido difundiendo multitud de términos meteorológicos, restringidos inicialmente al argot de los meteorólogos, que con el paso del tiempo van cuajando entre la población y algunos de ellos terminan incorporándose a nuestro lenguaje cotidiano. Hoy en día, hablamos de un frente, un anticiclón o una inversión térmica con toda naturalidad, pero tanto estas como otras muchas palabras y expresiones de corte similar no surgieron en la calle, sino que fueron bautizadas así por científicos que dedicaron su vida al estudio de la atmósfera.

No resulta fácil saber la razón por la que algunas de ellas cuajan en la sociedad y otras no. Últimamente, las que triunfan en los medios tienen como denominador común su fuerza expresiva, lo que hace que se perciban como algo peligroso, de tintes catastróficos y se usen como reclamo. El ejemplo que mejor ilustra esta terminología meteorológica de nuevo cuño es la ciclogénesis explosiva. En apenas unos pocos años de uso periodístico ha calado en la sociedad y todo apunta a que no será una moda pasajera.

Viñeta del recordado Forges (1942-2018), publicada en la edición impresa del diario El País el sábado 27 de febrero de 2010, que alude al abuso del lenguaje meteorológico en los medios de comunicación.

El problema con esa expresión es que se emplea, a menudo, con ligereza, incorrectamente y de forma abusiva. El termino ciclogénesis, como su propio nombre indica, hace referencia a la génesis de un ciclón; es decir, al proceso que conlleva la formación y primeras etapas de desarrollo de un área de bajas presiones. Se aplica principalmente a las borrascas que nos afectan (ciclones extratropicales). A veces, el proceso es más rápido de lo normal y los predictores, en tales casos, aplican el calificativo “explosivo”, pero no porque la citada borrasca vaya a explotar (que es lo que puede entender el profano a la vista de la expresión), sino en alusión a la rapidez. Si la borrasca es de latitudes medias, su ciclogénesis es técnicamente explosiva cuando la presión en su centro disminuye como mínimo entre 18 y 20 hPa en 24 h. Para latitudes altas (bajas polares y subpolares), el umbral queda establecido en 24 hPa en 24 horas o menos.

Los medios también han explotado –nunca mejor dicho– otras expresiones equivalentes como “bomba meteorológica” y “tormenta perfecta”, para referirse a borrascas excepcionalmente profundas, de consecuencias a menudo devastadoras. Todos los inviernos, alguno de los fuertes temporales que nos afectan suele llevar colgada una de estas etiquetas en los medios, existiendo una predisposición en algunos periodistas a emplear abusivamente dichas expresiones. Es evidente que los titulares de prensa son más llamativos si aparecen en ellos las palabras bomba o explosiva.

Figura de la NOAA donde aparecen representados las dos configuraciones principales que presenta el vórtice polar. A la izquierda el modo estable, con un marcado flujo zonal, y a la derecha el modo ondulado.

En los últimos tiempos, también ha entrado en escena el famoso vórtice polar; en este caso promovido por los medios estadounidenses. Allí en Norteamérica todos los inviernos los temporales de nieve y frío extremo son noticia, y es común que los hombres y mujeres del tiempo que trabajan en las cadenas de televisión recurran a él para explicar las causas que provocan esas bruscas e intensas entradas de frío. El hecho de que otras muchas zonas del hemisferio norte también se vean afectadas por el vórtice polar (ártico), ha hecho que haya irrumpido con fuerza en los medios europeos.

Al igual que ha pasado con la ciclogénesis explosiva, el tratamiento informativo deja mucho que desear. De forma muy simplificada, el vórtice polar es una circulación ciclónica a gran escala en la baja estratosfera que discurre de oeste a este alrededor de una región polar durante el invierno. Acoplado a él hay otro vórtice por debajo, en la troposfera media y alta, que se localiza ahí durante todo el año, aunque presenta distintas configuraciones (ver la figura anexa), lo que provoca que ese aire frío situado sobre la región ártica alcance latitudes más o menos bajas. Ese desdoblamiento del vórtice polar en dos (uno superior y uno inferior) ha introducido mucha confusión en las informaciones que aludían a él, por lo que el ciudadano todavía no ha asimilado bien este nuevo concepto meteorológico.