Entrevista del mes: María Victoria Marzol Jaén
Climatóloga Catedrática de Geografía Física de la Universidad de La Laguna (Tenerife). Entrevista de octubre de 201. Recuperada en agosto de 2012
Climatóloga Catedrática de Geografía Física de la Universidad de La Laguna (Tenerife)
Entrevista de octubre de 201. Recuperada en agosto de 2012
Confieso que mi especialización en Climatología, allá por el año 1978, se debe a un profesor que me dio clases en la Universidad. A veces la influencia que ejerce un buen o mal profesor en el futuro profesional de sus alumnos es muy importante. En mi caso fue un buen profesor, Dr. Alfredo Morales Gil, actualmente catedrático de Geografía en la universidad de Alicante, que impartió la asignatura de Climatología en el 4º curso.
La imagen que se tiene del clima de Canarias es bastante difusa y a veces confusa o errónea. Hace falta vivir en estas islas para conocer con detalle cómo es su clima. Esa monotonía se rompe en cortas distancias dentro de una misma isla. Por ejemplo, subir desde la capital de la isla de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, hasta La Laguna, situada a 600 metros de altitud, implica muchas veces el tener que ponerse un anorak; lo mismo ocurre si comparamos el sur y norte de cada isla y que decir si ascendemos hasta Izaña o el Roque de los Muchachos, situados ambos por encima de los 2.000 metros de altitud en las islas de Tenerife y La Palma respectivamente. Yo no creo que el clima de Canarias sea monótono espacialmente; sí es verdad que las diferencias entre el invierno y el verano no son tan marcadas como en cualquier sitio de la península o del continente. Ese es un rasgo de todos los territorios insulares.
Ahora bien, de todos los rasgos que definen el clima de las islas, considero que el mar de nubes es el que tiene el papel más sobresaliente porque modifica los valores de todos los elementos climáticos y, además, crea unas diferencias ambientales espaciales muy importantes.
Mi tesis doctoral fue sobre las precipitaciones en Canarias, así que siempre me he interesado por el agua, pero es verdad que desde hace años estoy focalizada en el análisis de la captación de agua de la niebla. Está línea de investigación la comienzo en 1992, a raíz de una estancia de tres meses en la universidad Pontificia Católica de Chile, donde conocí los trabajos desarrollados por la también geógrafa Pilar Cereceda, que trabaja desde hace muchos años con el Dr. Robert Schemenauer, de Canadá, para obtener agua de la camanchaca en el desierto de La Serena. Camanchaca es el nombre que utilizan en Chile para denominar a esta capa nubosa de estratocúmulos, que en el caso de Marruecos es tagut o en el de Sudáfrica es cocimbo.
Experiencias en el campo de la obtención de parte del agua de las nubes se realizan en Chile desde 1985; sin embargo, las primeras investigaciones datan de principios del siglo pasado en Sudáfrica. Fue una línea de investigación que me atrajo mucho en ese momento y sobre todo porque era la única forma de cuantificar la cantidad de agua que las nubes depositan en las áreas boscosas de Canarias, que hasta ese momento se hablaba de lo importante que era pero nadie había podido medir su valor.
En el “ranking” de volúmenes de agua colectada de la niebla mediante sistemas artificiales, la verdad es que Canarias ostenta un buen puesto, con una media de 10 litros diarios por metro cuadrado. Similares cantidades se consiguen en Madeira, en Marruecos estamos consiguiendo valores semejantes, en Perú también han obtenido promedios de alrededor de 8 l/m2
Los condicionantes geográficos para obtener una buena captación son una altitud en torno a los 800 – 900 metros, porque permite que la nube choque con el relieve en su primer tercio de espesor, otro es la existencia de un collado por el que se canalice la niebla que deposita las gotitas que lleva en las mallas que colocamos perpendicularmente al viento. Si esa niebla se queda estancada la eficacia disminuye. También es primordial la orientación a los vientos húmedos del Norte y la cercanía a la línea de costa puesto que las nubes conforme se adentran en las islas van perdiendo su contenido líquido.
Desde la época de la conquista hay referencias de cómo los aborígenes se aprovechaban mediante sistemas sumamente curiosos del agua que depositaba la niebla en su contacto con la vegetación. Los mejores antecedentes los encontramos en la isla de El Hierro, donde secularmente han padecido escasez de agua. Allí encontramos la historia del famoso árbol del garoé y existen grabados de este fenómeno desde principios del siglo XVI. Es tan importante este fenómeno que en el diseño del escudo del municipio de Valverde hay un garoé.
Las mallas que se utilizan para este fin son de muchos tipos aunque las más frecuentes son de polipropileno. Se han realizado análisis con mallas metálicas, con hilos de teflón, rafia, plástico, etc. Lo que ocurre es que la mayoría de estas investigaciones de carácter básico se realizan para su posterior aplicación, lo que condiciona muchísimo el tipo de material utilizado. Si lo que se quiere es proporcionar a una comunidad rural la mayor cantidad de agua posible a partir de pantallas grandes (de 12 m2 o más) hay que ser realista y trabajar con los modelos que después vamos a poder utilizar.
Las instaladas en Canarias son de 12 metros cuadrados. Actualmente, en Tenerife hay ocho pantallas con esas dimensiones y varias de 1m2 o ¼ de m2. El agua colectada se utiliza fundamentalmente para la reforestación y para rellenar depósitos que están situados en el monte y ser utilizada para usos forestales o en caso de incendios en el bosque. Con las pequeñas investigamos para poder conocer el ritmo horario de colección de agua y su relación con las restantes variables meteorológicas como el viento, temperatura y humedad, también las usamos para bebederos de cabras, pájaros y abejas. En Marruecos, este verano, hemos colocado a 1.225 m de altitud, en donde obteníamos una media de 10 l/m2/día, once pantallas de 15 m2 cada una y en el mes de julio se han conseguido 12.000 litros de agua, sólo procedente de la niebla porque no ha llovido nada. Este proyecto de instalación de captanieblas tiene la finalidad de proporcionar agua a tres pequeñas comunidades rurales y a una escuela coránica de niños que en estos momentos no disponen de agua potable.
En principio, el agua de la niebla es la misma que la de la lluvia y ésta se ha recogido en aljibes para un uso doméstico desde siempre. Los análisis químicos realizados indican que tienen déficit de minerales y aconsejan mezclarla con agua de peor calidad para un consumo habitual. En Marruecos, en estos momentos está siendo utilizada directamente sin ningún tratamiento.
El CEAM (Centro de Estudios del Mediterráneo) con sede en Valencia está realizando experiencias similares en los montes próximos al litoral, también con fines de reforestación de terrenos devastados por incendios.
No, en absoluto. Hay que ser realista, este sistema es factible para solucionar problemas puntuales, de poblaciones reducidas que no disponen de agua corriente porque son cantidades bajas que sólo constituyen una gran ayuda y una mejoría en su calidad de vida en territorios que no disponen agua. Sin embargo, en el llamado primer mundo, donde el consumo medio diario por personas supera los 150 litros, este sistema no puede ser una solución a la escasez de agua potable.
Me resulta difícil dar un valor medio que sea totalmente fiable porque una vez que se instalan las pantallas grandes el control no es el mismo que el que yo tengo con el Standard Fog Collector (diseñado por Schemenauer y Cereceda en 1994) o el Quarter Fog Collector (QFC, diseñado por mí en el 2002). En estos casos, puedo decir que en las cumbres de Anaga (Tenerife) y en Boutmezguida (Marruecos) la colección es de 10,2 l/m2/día de media. Ese valor no se puede multiplicar por 15, si ese es el tamaño del atrapanieblas, porque la relación no es directa.
Desde el punto de vista meteorológico, se necesitaría una inversión térmica que detuviera el desarrollo vertical de la nubosidad y la “redujera” a nubes de género estratocúmulo a una altura inferior a 1.000 metros; un viento no superior a 10 m/s que transportara a esas nubes y un relieve u obstáculo mecánico en torno a esa altitud que obligara a la nubosidad a desbordar sobre las cumbres. A eso hay que añadir una humedad ambiental superior al 90% y temperaturas frescas que impidan la evaporación y favorezcan la condensación.
Creo que ya no es posible negar la evidencia, como tampoco es admisible negar que detrás de ese calentamiento que la Tierra está experimentando está nuestra forma de vida y el modelo económico por el que hemos optado.
Que yo conozca no hay investigaciones publicadas en este sentido; sin embargo, si se sabe que uno de los riesgos es que el tamaño de las gotas de las nubes se reduzca y eso conllevaría que esas nubes tengan más dificultades para formarse y que también aporten menores cantidades de agua por lo que se captación sería más dificultosa.
En estos momentos se desarrolla otra línea de investigación relacionada con la edificación. Colaboramos estrechamente con la Consejería de Obras Públicas en el análisis de los aspectos climáticos del Código Técnico de la Edificación. Un conocimiento detallado del clima de Canarias muestra que no es nada homogéneo y que si queremos hacer eficientes nuestros edificios y a la vez conseguir el confort de sus moradores hay que prestar mucha atención al clima. Por ejemplo, en CTE fija que Canarias tiene el máximo de radiación (5 KWh/m2) y eso supone unas exigencias constructivas; sin embargo, hay lugares de las islas, precisamente aquellos que están bajo los efectos del mar de nubes, que poseen una radiación similar a la que hay en Santander. En ese sentido estamos trabajando para poder adaptar ese código a las peculiaridades de Canarias.
Desde la RAM damos las gracias a Mª Victoria Marzol por su amabilidad hacia los lectores de la revista.