El desconocido pueblo marinero que hizo fortuna con sus langostas y centollos. Allí hoy se come el mejor marisco

Que Galicia presume del mejor marisco no sorprende a nadie, pero si buscas un rincón que combine producto excepcional y una historia marinera centenaria, este es el pueblo ideal.

Rinlo
La costa de Rinlo, con las antiguas cetáreas aún visibles junto al mar, forma parte del paisaje que recuerda su pasado marisquero.

Con la llegada del verano, nada apetece más que sentarse frente al mar con una buena ración de marisco fresco. Y si hay un sitio en España donde el marisco sabe a gloria, ese es Galicia.

Sus costas frías, limpias y batidas por el Atlántico son el hábitat perfecto para centollos, nécoras, langostas, percebes y almejas. Pero hay un rincón en esta región que pocos conocen y que guarda un auténtico tesoro gastronómico.

Rinlo, el secreto mejor guardado del Cantábrico occidental

Nos referimos a Rinlo, un pueblo marinero situado en la costa de Lugo, a pocos kilómetros de la famosa Playa de las Catedrales. Pertenece al municipio de Ribadeo y, aunque es pequeño (no llega a los 200 habitantes), tiene una gran historia ligada al mar. Sus callejuelas empedradas, sus casas bajas de piedra y sus vistas al Cantábrico hacen que parezca sacado de una postal.

Pero lo que realmente distingue a Rinlo es su tradición con el marisco. Aquí no solo se come bien, sino que se come uno de los mejores mariscos de toda Galicia. Langostas, centollos, percebes y camarones son los grandes protagonistas en sus mesas. Y lo mejor es que todo llega directamente del mar a la cocina.

El trío estrella del marisco gallego: langostas, centollos y percebes

Lo cierto es que éste fue uno de los primeros pueblos en la costa gallega que comenzó a criar marisco de forma organizada. Lo hizo gracias a unas construcciones llamadas cetáreas: piscinas de piedra construidas junto al mar donde se mantenían vivos los mariscos recién capturados. Estas cetáreas, algunas de las más antiguas de Galicia, permitían conservar langostas, centollos y percebes en perfecto estado hasta su venta o consumo.

Hoy en día, algunas de estas cetáreas se siguen utilizando o se han convertido en parte del paisaje. Gracias a este sistema tradicional, Rinlo se convirtió hace décadas en un referente en la comercialización de marisco. Su fama fue creciendo boca a boca entre los amantes del buen comer, y aunque sigue siendo un lugar poco turístico, cada vez son más los que llegan buscando una experiencia auténtica.

Comer en Rinlo: marisco fresco, vistas al Cantábrico y sabor auténtico

En Rinlo no encontrarás restaurantes de manteles de hilo ni cartas interminables, pero sí locales con encanto y cocina auténtica, donde el marisco es el protagonista absoluto. Entre los más conocidos está A Cofradía de Rinlo, probablemente el restaurante más emblemático del pueblo. Aquí el plato estrella es el arroz caldoso con bogavante, generoso, sabroso y perfecto para compartir. Es casi una institución local, y conviene reservar, especialmente en verano.

Otro lugar imprescindible es Porto de Rinlo, un restaurante pequeño y acogedor, muy valorado por la calidad del producto y su atención cercana. El centollo cocido, los percebes recién sacados del mar, y las navajas a la plancha son algunos de sus imprescindibles.

Un secreto cada vez más conocido

Aunque durante décadas Rinlo fue un destino casi desconocido fuera de Galicia, en los últimos años ha ido atrayendo a viajeros que buscan experiencias auténticas, lejos del bullicio. Su cercanía a la Playa de las Catedrales, que está a tan solo 10 minutos en coche lo convierte en una parada lógica para quienes recorren la costa lucense.

En verano, el pueblo vive su particular temporada alta, aunque sin masificaciones. Hay algunos alojamientos rurales y casas de huéspedes, lo justo para pasar una noche y disfrutar del ambiente marinero al caer el sol.

Para quienes deseen explorar más allá de su cocina, Rinlo reserva muchas más sorpresas como el antiguo puerto pesquero, las ruinas de las cetáreas históricas integradas en el paisaje, y la senda costera hacia la Playa de las Catedrales. Éste es, sin duda alguna, uno de los tramos más impresionantes del litoral lucense, pues ofrece un recorrido de unos 7 kilómetros con acantilados y vistas naturales únicas.