Los bosques de Cataluña se mueren: la sequía destruye el 10% de sus árboles, advierten investigadores del CREAF

La sequía crónica y las olas de calor están provocando una muerte silenciosa en los bosques de Cataluña. En la última década, una parte de la masa forestal ha desaparecido por colapso fisiológico de los árboles, sin incendios ni tala.

Bosque con árboles secos
Entre 2012 y 2023, un 10% de la masa forestal catalana ha sufrido impactos muy graves

Cataluña afronta una emergencia silenciosa. La desaparición progresiva de sus bosques por un enemigo menos espectacular que el fuego, pero igual de devastador: la sequía. Según datos del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), entre 2012 y 2023, un 10% de la masa forestal catalana, equivalente a unas 120.000 hectáreas, ha sufrido impactos muy graves como decoloración, defoliación o muerte debido a la prolongación de condiciones climáticas extremas.

El mapa del desastre

El proyecto europeo ICP-Forest, operado por el Ministerio para la Transición Ecológica, ha evidenciado un aumento de especies con defoliación superior al 25% desde 1990. En Cataluña, la red regional Deboscat, promovida por CREAF, ha señalado que la campaña de 2023 fue la más devastadora desde su inicio en 2012.

El 60% de las parcelas ya afectadas volvieron a presentar síntomas, y las nuevas zonas superaron las cifras récord registradas en años anteriores. El Baix Empordà, la Selva y el Gironès fueron las comarcas más impactadas.

A pesar de la relativa mejoría en 2025 debido a lluvias abundantes, incluyendo el marzo más lluvioso de este siglo, muchas áreas, especialmente aquellas dominadas por coníferas, como el Garraf, aún muestran pinares muertos que no vuelven a rebrotar.

Bosque
Pese a las lluvias de marzo muchas áreas, como el Garraf, aún muestran pinares muertos.

Para el equipo del CREAF, esta situación demuestra que el cambio climático no solo altera el régimen de lluvias, sino que somete a los bosques mediterráneos a un estrés constante. Las estaciones ya no son regulares, los periodos secos son cada vez más largos y las olas de calor más frecuentes y duraderas. En este nuevo contexto climático, muchos bosques simplemente no tienen margen para recuperarse.

Una muerte lenta y letal

A diferencia de los incendios, que son visibles, rápidos y espectaculares, la degradación forestal que está afectando a los bosques de Cataluña avanza de forma lenta y casi imperceptible. Los árboles no arden, pero pierden su verdor, luego parte del follaje, y finalmente mueren sin que las llamas lleguen a tocarlos. Sin embargo, su desaparición tiene efectos igual de devastadores.

Árbol seco
Los árboles afectados por la sequía pierden su verdor, luego parte del follaje, y finalmente mueren

La acumulación de ramas secas, troncos muertos y hojarasca elevan enormemente el riesgo de incendios descontrolados. Al mismo tiempo, la pérdida de arbolado implica una reducción de la biodiversidad: muchas especies que dependen del bosque, como mamíferos, aves o insectos, pierden sus hábitats, aunque también puede generarse un ecosistema alternativo en torno a la madera muerta, que sirve de refugio a hongos o aves insectívoras.

Esta transformación no solo afecta a la fauna, sino que desorganiza por completo el paisaje natural: altera las cuencas hídricas, modifica el clima local y empobrece la calidad del suelo, debilitando los servicios ambientales fundamentales que los bosques prestan a la sociedad.

El futuro de los bosques, en juego

Más que la pérdida de árboles, el problema es que gran parte del bosque ya fragilizado puede colapsar con la próxima ola de calor o sequía. Joaquim Espelta, biólogo de CREAF, lo llama "acompañar" al bosque en su adaptación: facilitar cambios menos traumáticos tanto para el ecosistema como para la población.

El reciente incendio de Torrefeta, que quemó más de 5.500 hectáreas en julio y provocó dos víctimas mortales, pone de manifiesto la vulnerabilidad de unos bosques ya debilitados por la sequía. Esa tragedia recuerda que un árbol muerto o estresado no solo pierde vida, sino que se convierte en una amenaza latente.