El frío sí existe

Una de las señas de identidad de Teruel es el frío. Parte de la provincia forma parte del llamado triángulo del frío, que es el lugar de España donde se registran habitualmente las temperaturas más bajas.

Transeúntes sobre el viaducto de la ciudad de Teruel y sufriendo los rigores invernales en una ola de frío. Crédito: EFE/Antonio García.

El aislamiento de Teruel, impuesto por su localización geográfica, junto a su baja densidad de población, ha hecho de esta provincia española una de las grandes olvidadas. En 1999, echó a andar una coordinadora ciudadana de un movimiento social que bajo el nombre “Teruel existe” no ha cejado en el empeño de llamar la atención sobre la realidad de esa provincia, la de sus habitantes y sus necesidades. El frío es una de las señas de identidad de las tierras turolenses, produciéndose allí episodios de temperaturas muy bajas prácticamente todos los inviernos. Los registros meteorológicos que definen su climatología no dejan lugar a la duda: el frío de Teruel existe y a él vamos a dedicar las siguientes líneas.

El periodista y escritor Vicente Aupí ha descrito mejor que nadie los rigores del frío turolense y zonas vecinas. En un área geográfica de forma triangular que abarca una parte del extremo occidental de la provincia de Teruel, se localiza el lugar de la península Ibérica donde se registran con mayor frecuencia las temperaturas mínimas más extremas, dejando al margen las cumbres más altas de los Pirineos.

El triángulo del frío (título de uno de los libros publicados por Aupí) queda configurado al unir las poblaciones de Calamocha, Teruel capital y Molina de Aragón, esta última en la provincia de Guadalajara. El triángulo se puede estirar un poco hacia el norte, siguiendo el curso del río Jiloca, cambiando el vértice de Calamocha por el de Daroca, en la provincia de Zaragoza

Las temperaturas medias anuales apenas alcanzan los 10,5 ºC en Calamocha, 11,6 ºC en Teruel y 12,5 ºC en Daroca, si bien es con los datos termométricos de los meses invernales y con las mínimas absolutas, con lo que adquirimos plena conciencia de la rigurosidad del frío en la zona. En Calamocha, la media de las mínimas del mes de enero es de -3,3 ºC, habiéndose llegado a alcanzar en más de una ocasión mínimas del orden de los -25 ºC, como ocurrió durante la ola de frío de las Navidades de 1970-71.

Brigadistas internacionales entrando en la ciudad Teruel durante la épica batalla que se libró allí durante la Guerra Civil entre diciembre de 1937 y febrero de 1938.

En Teruel capital tampoco se quedan muy atrás, ya que en enero de 1945 la temperatura descendió hasta los -22 ºC. Temperaturas de ese mismo orden se registraron a finales de diciembre de 1937 y principios de enero de 1938, durante la conocida como Batalla de Teruel, una más épicas de la Guerra Civil, siendo muchos los combatientes y civiles que perecieron no víctimas de los proyectiles, sino del excepcional frío.

Las temperaturas mínimas absolutas en la zona del triángulo del frío se corresponden con los momentos de máxima incidencia de las entradas de masas de aire de origen ártico o polar continental en la península Ibérica. Coincidiendo con una de esas olas de frío, en la madrugada del 17 de diciembre de 1963, la temperatura se desplomó hasta los -30 ºC en Calamocha. Allí, el 17 de diciembre de 2017, se descubrió una placa conmemorativa de esa importante efeméride meteorológica. Se trata de una loseta triangular colocada en el suelo de la plaza de Bartolomé Esteban. En ella se puede leer lo siguiente: “Calamocha. Récord histórico. 30 grados bajo cero. 17 de diciembre de 1963. Triángulo del frío.” Completa la placa, en su parte superior, una estrella de nieve poco realista, ya que tiene 7 puntas en lugar de las 6 que debería de tener.

Esos -30 ºC son el dato oficial que aquí en nuestro país AEMET considera la temperatura más baja jamás registrada en un lugar poblado. Esa temperatura se midió aquel gélido día en la antigua estación meteorológica de Calamocha-VOR, situada en el vecino municipio de Fuentes Claras, a las afueras del núcleo de población. Como bien apuntó Vicente Aupí en una crónica suya del Diario de Teruel, la placa debería de hacer referencia a Fuentes Claras, ya que fue en ese municipio y no en el de Calamocha donde se alcanzaron esos -30 ºC. En cualquier caso, seguramente en toda la zona la temperatura no debió de ser muy diferente.

Volviendo a las mínimas absolutas, la de Molina de Aragón es de -28,2 ºC, alcanzados el 28 de enero de 1952, mientras que en Monreal del Campo (Teruel) [dentro del triángulo del frío] se alcanzaron también los -28 ºC en enero de 1971, en lo que fue la segunda ola de frío más intensa del siglo XX en nuestro país, que hizo bajar los termómetros en Madrid hasta los -10 ºC. La última gran ola de frío ocurrida en la península Ibérica ha sido la de diciembre de 2001, con mínimas de -25 ºC en Torremocha del Jiloca y -19 ºC en Teruel capital.

Placa conmemorativa de los -30 ºC medidos en el municipio turolense de Fuentes Claras, instalada en Calamocha (Teruel).

En Teruel capital, la media de las mínimas de enero es de -2,1 ºC, mientras que en Monreal del Campo –a mitad de camino entre Teruel y Calamocha– esa temperatura media se sitúa en -3,7 ºC, lo que apunta a un núcleo de frío en medio del triángulo Molina-Daroca-Teruel.

La causa por la que en esa zona suelen alcanzarse con frecuencia unos valores tan bajos de temperatura, no es una sola, sino que sería el resultado de la combinación de varias de ellas. Por un lado, se trata de una zona alta, con una elevación media superior a los 1.000 metros. Cuando se produce una invasión de aire polar, aunque ésta no sea demasiado importante, el aire frío se acumula con facilidad en aquel enclave, ya que las montañas de alrededor forman una cubeta natural que impide su desalojo. El valle del río Jiloca, donde se localizan Daroca y Calamocha, se encarga de canalizar primero y retener después ese aire frío. Esto dispara el enfriamiento nocturno, especialmente cuando las noches son despejadas, registrándose en la zona las temperaturas mínimas más bajas de toda la península Ibérica. Cuando lo que tenemos es una ola de frío de origen siberiano, la temperatura cae espectacularmente en la zona, tal y como certifican los registros históricos.