La maldición de los hongos tóxicos de Tutankamón esconde una posible solución para la medicina moderna

La negra profecía encerraba una promesa de esperanza: los hongos venenosos hallados en el sarcófago del legendario rey egipcio podrían haber estado escondiendo el secreto que la ciencia necesita para salvar millones de vidas de enfermedades como el cáncer.

El estudio de momias egipcias podría dar con un tratamiento efectivo para algunos tipos de cáncer.

Cuando en 1922 el egiptólogo Howard Carter descubrió la tumba del faraón Tutankamón en el Valle de los Reyes, no solo desenterró un tesoro arqueológico sin precedentes, sino también el germen de una leyenda tenebrosa: la supuesta “maldición del faraón”.

Según esta, quienes participaron en la apertura del sepulcro sufrieron desgracias y muertes misteriosas por las venganzas sobrenaturales llevadas a cabo por dioses egipcios iracundos y energías ocultas.

Sin embargo, la ciencia moderna ha revelado una causa mucho más terrenal y también prometedora: el Aspergillus flavus. Un hongo tóxico que prosperó durante siglos en las oscuras cámaras funerarias y que ahora podría ser un potente tratamiento contra la leucemia.

Un asesino microscópico

Estudios microbiológicos realizados décadas después del descubrimiento del sarcófago de Tutankamón, identificaron colonias de hongos Aspergillus flavus y también de Aspergillus niger, que producían micotoxinas letales al ser inhaladas.

Apenas se rompieron los sellos del sarcófago, estos organismos, acostumbrados a la humedad y oscuridad de las tumbas, liberaron esporas al aire que infectaron a los exploradores con sistemas inmunes frágiles.

El hongo Aspergillus flavus puede ser un arma poderosa en la lucha contra el cáncer.

Es el caso de Lord Carnarvon, patrocinador de la expedición, quien murió meses después tras desarrollar una infección severa tras una picadura de mosquito.

Si bien la causa oficial fue septicemia, algunos médicos sugieren que su debilitado organismo podría haber sucumbido a una infección micótica oportunista tras la exposición en la tumba.

De la maldición al laboratorio

Curiosamente, esos mismos hongos responsables de la “maldición” están captando hoy la atención de microbiólogos y farmacólogos. Las micotoxinas, que resultan tan letales para el ser humano, poseen propiedades que podrían ser transformadas en armas contra bacterias resistentes a los antibióticos, o incluso para combatir ciertos tipos de cáncer.

Momia del rey Tutankamón en el Valle de los Reyes, Luxor, Egipto.

Un estudio de bioingenieros de la Universidad de Pensilvania, publicado recientemente en la revista Chemical Biology Nature, ha conseguido demostrar que el Aspergillus flavus también produce un tipo de moléculas que actúan eficazmente contra las células cancerígenas.

Son las RiPPs (péptidos ribosomales sintetizados y modificados postraduccionalmente), y los científicos han logrado aislarlas mediante técnicas genéticas y químicas.

Una de las mayores fábricas de moléculas bioactivas del planeta

De momento, los estudios preliminares señalan que ciertos derivados de las RiPPs podrían inhibir enzimas cruciales en células cancerosas, especialmente en las causantes de la leucemia, lo que abre la puerta a nuevos tratamientos oncológicos menos invasivos.

De hecho, tras modificar con una molécula grasa presente en la jalea real de las abejas uno de esos cuatro compuestos, este ha sido capaz de igualar la eficacia de medicamentos clásicos contra este tipo de cáncer como la citarabina y la daunorrubicina.

Además, el reino de los hongos, una de las mayores fábricas de moléculas bioactivas del planeta, también tiene un enorme potencial para combatir bacterias resistentes a los antibióticos.

Un problema creciente en hospitales de todo el mundo y que, solo en España, causa 20 veces más muertes que los accidentes de circulación. Ahora el desafío es aislar y modificar estas moléculas fúngicas para que ataquen patógenos sin dañar las células humanas.

El legado inesperado de Tutankamón

El camino aún es largo y requiere superar enormes retos. Las micotoxinas son extremadamente tóxicas en su estado natural, por lo que el desarrollo biológico y farmacéutico implica modificar sus estructuras o encapsularlas de forma que se dirijan únicamente a las células enfermas.

Y, por otra parte, los ensayos clínicos deben demostrar que los beneficios superan ampliamente los riesgos.

Pero hay esperanza en que la enigmática maldición que envolvió el hallazgo arqueológico más famoso del siglo pasado pueda, con la ayuda de la ciencia moderna, convertirse en un inesperado legado de vida.

Paradójicamente, aquellos mismos hongos que aterrorizaron a los exploradores del siglo XX, hoy podrían ofrecer las claves para enfrentar algunos de los desafíos médicos más acuciantes de nuestra era.

Referencia del artículo

Nie, Q., Zhao, F., Yu, X. et al. Una clase de RiPP fúngicos heptacíclicos con actividad anticancerígena, portadores de benzofuranoindolina. Nat Chem Biol (2025). https://doi.org/10.1038/s41589-025-01946-9