Tormentas de finales de agosto: más generalizadas e intensas

Las tormentas resurgen tras semanas ausentes en la mayor parte del mar. Las altas temperaturas de mares y océanos es una de sus principales fuentes de combustible en estas fechas, por lo que es habitual que se generalizan y afecten a más zonas.

Durante las últimas semanas del verano, el mar alcanza su máxima temperatura y las tormentas alimentadas por las brisas marinas son más eficientes.

Tras casi dos meses con una actividad tormentosa bastante escasa en la Península, esta semana la convección profunda ha empezado a resurgir y ya está dejando chubascos en numerosos puntos del interior peninsular. Sin duda, el detonante de esta mayor actividad es un cambio en las condiciones de niveles medios y altos de la troposfera, donde varias ondas y una temperatura algo más baja están favoreciendo los ascensos de aire. Sin embargo, esto por sí sólo no basta para explicar ni lo que ha sucedido estos días ni lo que seguirá sucediendo a medida que avance la semana.

Las tormentas, además de una atmósfera favorable en niveles medios y altos, requieren de la energía que les aporta un aire húmedo y templado en niveles bajos, así como de un mecanismo de disparo que inicie el proceso convectivo. En primavera y verano, el mecanismo de disparo suele ser frecuentemente el calentamiento diurno o la presencia de un accidente geográfico, como una cordillera, que inicie el ascenso de la masa de aire. No obstante, al final del verano hay otros factores que empiezan a ganar protagonismo.

Las brisas y las zonas de convergencia que forman también son un excelente mecanismo de disparo, y esta época del año además cuentan con un importante aliado: la temperatura del mar alcanza su máximo anual. Por lo tanto, las brisas que procedan del mar serán templadas y con un contenido extra de humedad que aportará mucha más energía a las tormentas que durante el inicio de la temporada estival. Esto implica que las tormentas son por lo general más eficientes y más probables también en zonas de costa a finales de agosto y en septiembre, tal y como se aprecia en la climatología de tormentas de la Península Ibérica.

Más energía y humedad procedente de la costa

La energía potencial convectiva disponible (CAPE por sus siglas en inglés) no sólo depende del gradiente de temperatura que encontremos en la atmósfera, depende sobre todo de la humedad absoluta de la masa de aire que se eleva, ya que al ascender esa humedad irá condensando y liberará calor latente. Ese calor latente mantendrá la columna convectiva templada y por tanto más ligera que el aire circundante, acelerando su ascenso. Con el Mediterráneo a más de 26 ºC, las brisas que tienen recorrido por su superficie tendrán mucho potencial energético.

A esto hay que sumarle que la circulación atmosférica en nuestro hemisferio empieza a cambiar: los polos empiezan a enfriarse y el chorro a fortalecerse y descender de latitud, siendo cada vez más probable que puedan alcanzarnos vaguadas en altura, ondas o incluso depresiones que completen los ingredientes necesarios para la formación de tormentas, tal y como estamos observando estos días.

Por tanto, no nos debe sorprender que ante la llegada de estas ondas en la alta troposfera, las tormentas proliferen con facilidad en el interior, como lo harán estos días, y además empiecen a tener relevancia en otras zonas donde en semanas anteriores era más raro encontrarlas, como es el caso de la vertiente mediterránea.

Las tormentas en esta época comienzan a llegar a zonas en las que son más infrecuentes en el resto del verano, siendo uno de los mejores ejemplos la vertiente mediterránea.

Esta tendencia suele acentuarse en septiembre, además, los modelos insisten en que esta situación tenderá a mantenerse o incluso incrementarse tanto esta semana como posiblemente la próxima, con la llegada de más vaguadas y depresiones en niveles altos, por lo que las tormentas seguirán ocupando las previsiones meteorológicas de estos días.