Limón Cascarúo: la golosina tradicional y saludable que resiste en Málaga y es típica de Semana Santa

No es solo un tentempié, sino un viaje directo a la niñez de muchos malagueños. Una mezcla perfecta de lo ácido, lo salado y lo dulce que, sin grandes pretensiones, sigue conquistando todavía a muchas personas.

Limón Cascarúo
El limón cascarúo y la caña de azúcar son dos típicos manjares que puedes encontrar en puestos callejeros de Málaga en esta época. Aunque son limones menos fuertes que los normales, tienen un sabor intenso.

La Semana Santa no sólo se vive en las calles al paso de los tronos, las bandas de música y los cirios encendidos, sino también en la gastronomía. En cada rincón del país, esta época viene acompañada de sabores y dulces ligados a la tradición: torrijas empapadas en miel, pestiños crujientes, buñuelos de viento o rosquillas de anís, todos con siglos de historia.

En Andalucía, y especialmente en Málaga, a esa lista se suma una delicia tan sencilla como entrañable, que aún sobrevive al paso del tiempo gracias al recuerdo colectivo y a su carácter saludable.

Una golosina natural con sabor a infancia y raíces andaluzas que resiste al paso del tiempo

Estamos hablando del limón cascarúo, también conocido como "limón cascarudo" o "limón peleón", un dulce improvisado y natural que ha sido parte de la infancia de muchas generaciones de malagueños.

Su preparación no podría ser más simple: una rodaja de limón abierta en cruz, espolvoreada generosamente con sal y cubierta con azúcar. Sin cocción, sin aditivos, sin procesados. Solo fruta, sal y dulce en equilibrio perfecto.

A diferencia de otros dulces típicos de Semana Santa, el limón cascarúo destaca por su frescura, su bajo contenido calórico y su carácter refrescante, lo que lo convierte en una opción especialmente atractiva durante las procesiones, cuando el calor aprieta y el cuerpo pide algo ligero que calme la sed y reactive el ánimo.

Una golosina callejera

Aunque se puede preparar fácilmente en casa, el limón cascarúo ha sido tradicionalmente una golosina callejera, vendida por pequeños puestos ambulantes o en bandejas caseras por vecinos que se acercaban a las procesiones.

Antiguamente, los vendedores recorrían las calles con una cesta repleta de limones partidos, saleros y un bote de azúcar, sirviendo esta peculiar golosina al instante por unas pocas pesetas.

Hoy, aunque estos vendedores han desaparecido casi por completo, todavía es habitual ver a personas mayores comiendo limón cascarúo durante Semana Santa en Málaga. Es un gesto que conecta el presente con una memoria colectiva, un sabor que transporta a la infancia y a un tiempo en que la sencillez era suficiente para provocar una sonrisa.

Un sabor que divide: o lo amas, o no repites

Eso sí, esta tradición andaluza no admite término medio, pues despierta pasiones y rechazos a partes iguales. Quienes lo aman destacan su contraste entre lo ácido, lo salado y lo dulce, o lo que es lo mismo: una explosión de sabor que activa las papilas gustativas como pocos alimentos. Quienes no lo soportan suelen hacerlo por su intensidad, aunque muchos reconocen que, al menos una vez, lo han probado por curiosidad.

Lo cierto es que más allá de los gustos, el limón cascarúo representa una parte muy singular del patrimonio cultural malagueño. Una golosina viva, sin envoltorios, sin etiquetas, que ha resistido la invasión de los dulces industriales gracias a la fuerza de la tradición oral y a su componente emocional.

Un alimento saludable, sostenible y de kilómetro cero

En tiempos en los que se habla cada vez más de volver a lo natural, a lo local y a lo saludable, el limón cascarúo cobra nueva relevancia. Es un producto de kilómetro cero, elaborado con limones andaluces, sin procesar, sin conservantes ni colorantes, y absolutamente respetuoso con el medio ambiente.

Además, no hay que olvidar que el limón en sí es una fuente natural de vitamina C, antioxidantes y minerales, lo que convierte esta sencilla preparación en un tentempié tan sano como sabroso.

La pena es que con los años ha perdido protagonismo, sobre todo entre los más jóvenes, acostumbrados a otros tipos de golosinas. Aun así, cada Semana Santa resurge como una joya del pasado, recordando con fuerza las tradiciones más auténticas de Málaga.