Entre España y Portugal hay un destino que no pasa desapercibido para la prensa internacional
Elegido por ‘Condé Nast Traveler’ como uno de los 50 rincones más tranquilos del mundo, este refugio natural ofrece paisajes impresionantes y una serenidad difícil de igualar.

Si buscas un lugar donde desconectar del mundo, pero desconectar de verdad, sin notificaciones, sin bocinas y sin vecinos haciendo agujeros en las paredes, te presentamos los Arribes del Duero. Esta maravilla natural se encuentra a caballo entre la frontera entre Portugal y España, y recientemente fue coronada por Condé Nast Traveler como uno de los 50 lugares más tranquilos del planeta.
“Parece que la quietud se nos escapa. En el ambiente cacofónico en el que vivimos la mayoría —lleno de sirenas, ruido de obras, bocinas y música a todo volumen—, el espacio para la reflexión y la calma mental se está reduciendo”, afirma la publicación de la revista de viajes.
Castilla y León es vida
— Turismo Castilla y León (@CyLEsVida) October 9, 2019
Castilla y León es...¡Duero!
Y de los múltiples lugares por los que discurre, las provincias de #Zamora y #Salamanca comparten una maravilla: ¡Arribes del Duero! pic.twitter.com/47jJAUoq2d
Gordon Hempton, ecólogo acústico y cofundador de la organización sin fines de lucro Quiet Parks, distingue entre "quietud" y "silencio absoluto", aunque a menudo usamos ambos términos indistintamente. Según Hempton, la quietud no es la ausencia total de sonido, sino más bien la atenuación del ruido humano.
“La naturaleza también tiene sonidos, pero es la ausencia de estas fuentes sonoras artificiales y fuertes la que nos permite acceder a los sonidos más débiles y significativos”, explica. Según esta lógica, la quietud es la presencia de buenos sonidos: el batir de las alas de los murciélagos, el canto de un charrán, el susurro de la hierba en las dunas, el murmullo de un lago.
Los beneficios de pasar tiempo en entornos tranquilos
Las investigaciones de Gordon Hempton han demostrado que pasar tiempo en quietud natural tiene numerosos beneficios. Algunas de ellas nos ayudan a reflexionar, a gestionar mejor las emociones, a reducir el estrés e incluso a estimular la creatividad.
Condé Nast Traveler hizo estas mismas preguntas a algunos de sus escritores y editores de viajes de todo el mundo. Y, al parecer, a pesar de estar amenazados, todavía existen lugares silenciosos en todas partes.

Es cierto que algunos requieren viajes más largos, como Wadi Rum en Jordania, el Parque Nacional Glacier Bay en Alaska o la Reserva Dark Sky en el lago Takapō en Nueva Zelanda. Otros son pequeños remansos de serenidad muy cerca de nosotros, como el Parque Natural de Arribas do Douro.
En estos lugares, alejados del ajetreo de la vida cotidiana, todos los sonidos naturales se amplifican: desde el canto de las ardillas hasta el rugido lejano de la fauna silvestre y el crujido de un glaciar. Asimismo, nuestros pensamientos y sentimientos más profundos afloran, liberados del mundo tecnológicamente sobrecargado.
Uno de los lugares más impresionantes de la Península Ibérica
Situado entre las provincias españolas de Salamanca y Zamora, 'encajado' al noreste de Trás-os-Montes (Portugal), el Parque Natural de los Arribes del Duero es un auténtico anfiteatro tallado por la fuerza del río Duero, que aquí se encoge entre gargantas de más de 200 metros de altura. Imagina un río que se convierte en un espejo, reflejando los acantilados que parecen tocar el cielo.
Pero ¿por qué tanto alboroto (o mejor dicho, tanta calma) en este lugar? La respuesta está en el tipo de silencio que encontramos aquí. Y, en los desfiladeros, lo que se oye son las alas de una cigüeña negra —una de las raras especies que aquí encuentra refugio—, el susurro del viento jugando con las sabinas y, si hay suerte, el agudo grito de un águila real marcando su territorio en lo alto.
"El silencio resuena en los Arribes del Duero, creando una frontera natural entre España y Portugal repleta de acantilados, gargantas y cascadas. Me escapo aquí siempre que puedo, pero no podría elegir el silencio de una estación sobre otra", comienza escribiendo uno de los editores sobre este destino.

Así cambian los paisajes a lo largo del año
En otoño, tras las cosechas en las escarpadas laderas, el oro se apodera del paisaje, no sólo en las hojas de los moreres y los olivos, sino también en el cielo, cuando el atardecer parece incendiar los cañones. En invierno, la escarcha da un toque plateado a los pueblos dormidos y las chimeneas se calientan con recetas de antaño.
La primavera lo despierta todo: la lavanda, el jazmín y los modestos serapes tiñen de color los campos, mientras las cascadas cobran nueva vida con las lluvias. Y en verano… bueno, en verano, sumergirse en alguna de las muchas piscinas escondidas está más que permitido, es casi obligatorio.
Pero aquí hay más que sólo paisaje y silencio. Según la web oficial de turismo de Castilla y León, el parque es también un tesoro de biodiversidad: más de 170 especies de aves, nutrias jugando en sus afluentes y una flora que va desde la jara hasta el romero.
Y para aquellos que disfrutan de un toque de cultura con su dosis de naturaleza, los pueblos vecinos, como Fermoselle o Miranda do Douro, están siempre dispuestos a recibirles con vino local y una hospitalidad que sólo quien vive lejos del bullicio sabe ofrecer.