Avistan nubes fantasma en el Pirineo, ¿por qué son un ejemplar tan valioso para los observadores?

Las nubes fantasma aunque no sean muy típicas están llenas de información. Son curiosas y predictoras. Aparecieron en el Pirineo catalán hace unos días, donde avisaban de un cambio de tiempo.

Nube fantasma
Nube fantasma fotografiada desde el Ibón de Plan (Huesca), en el Pirineo aragonés. Fotografía de Nacho Pardinilla (Divulgameteo).

A muchas personas les llama la atención el cielo y las nubes. Los meteorólogos, climatólogos y los observadores suelen ser algunas de ellas, ya que mirando las nubes se pueden predecir cambios de tiempo. Las nubes fantasma no aparecen siempre y cuando lo hacen generan expectación entre quienes las ven.

¿A qué se debe su nombre?

Se les conoce de manera coloquial como nube fantasma, y nunca mejor dicho. Se trata de una nube que, aunque aparezca en el cielo, aún no está catalogada en el Atlas Internacional de Nubes de la Organización Meteorológica Mundial. La última vez que se pudieron ver y fotografiar fue en el Pirineo catalán, desde donde se bautizó por primera vez.

También su aspecto fantasmagórico lo dice todo. Esta nube adopta forma de delicado velo, en su interior hay espacios huecos sin las pequeñas gotitas de agua que las conforman y en los bordes zonas deshilachadas, como si la nube quisiera desaparecer.

Aunque todas las nubes cambian de forma, la rapidez con la que lo hace la nube fantasma es mayor. Para mayor fascinación, en algunas ocasiones este tipo de nube puede tener iridiscencias y así hacerse mucho más peculiar e interesante.

¿Qué predicen y por qué son tan interesantes?

Hay muchos signos que aparecen en el cielo y que nos ayudan a predecir un cambio de tiempo, como son los altocúmulos floccus. Desde hace varios días los modelos meteorológicos estaban avisando de este cambio de tiempo radical. Pues bien, no solo nos avisaron ellos. En los Pirineos, hace un par de días aparecieron estas nubes.

El observador, nada más verlas, puede pensar en un cambio de tiempo venidero. Estas suelen formarse en montañas o en las cumbres y laderas. Avisan sobre todo de la llegada de un frente frío o de una corriente de aire intensa, es decir, un chorro de aire en bajos niveles. En este caso, el cambio de tiempo vino primero.

Para su formación se necesitan dos factores: aire y orografía. Básicamente así es la nube fantasma, una combinación de nube cirriforme (alta) y de otra orográfica, muy difícil de clasificar.

Un ejemplar sin clasificar

Ramón Baylina, un conocido fotógrafo de meteorología, fue el primero en ponerles nombre en el 2004. Sin embargo, como este tipo de nube no se ajusta a ninguno de los géneros ya clasificados se quedó sin entrar en el Atlas Internacional de las Nubes en 2017. Baylina era el responsable del observatorio meteorológico de Sort, en Lleida, y tras haber captado en varias ocasiones formas nubosas extrañas por fin le puso nombre.

En la actualidad, el misterio que nos surge es saber cuáles son los mecanismos físicos que rigen sus cualidades formas. Por ello, en 2020, José Antonio Quirantes y José Antonio Gallego en su Atlas de Nubes y Meteoros intentaron acercarse a este enigma.

"La condensación se produce originando esas extrañas burbujas oscuras de cielo, atrapadas en una “cámara” de nube cóncava. El flujo laminar de la capa superior es en algún momento parcialmente perturbado por las pequeñas burbujas de la parte inferior que modifican el inicial aspecto laminar o lenticular y ondulado de la nube, pero sin perforarlo superiormente."

Atlas de Nubes y Meteoros. José Antonio Quirantes y José Antonio Gallego.

Ellos apuntaron a una interacción de dos capas adyacentes de aire: por un lado una capa inferior dominada por turbulencias mecánicas y por otro lado una capa superior dominada por un flujo laminar. Ambas capas, al verse forzadas a subir por un obstáculo orográfico, pierden presión y se enfrían. Ahora que ya sabemos algo más de ellas, puedan ser clasificadas de manera oficial.


Referencia de la noticia
José Antonio Quirantes Calvo, José Antonio Gallego Poveda. et al Atlas de Nubes y Meteoros (2020).