Así ha conseguido Corea del Sur reciclar el 97% de los desperdicios alimentarios que generan hogares y empresas

El país asiático ha transformado radicalmente su gestión de residuos alimentarios y se ha convertido en un referente mundial en sostenibilidad, mediante la apuesta por innovadoras políticas públicas que combinan tecnología y educación ciudadana con una normativa muy estricta.

Cada año se desperdician casi mil toneladas de alimentos en todo el mundo.

Más de 780 millones de personas padecen hambre en nuestro planeta, y un tercio de la humanidad atraviesa situaciones de inseguridad alimentaria. Sin embargo, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cada año se desperdician 931 millones de toneladas de alimentos en el mundo, aproximadamente un tercio de lo que se produce.

De esta cantidad, 569 millones de toneladas proceden de los hogares. El resto se distribuye entre restaurantes y otros servicios de alimentación (244 millones de toneladas) y el comercio minorista (118 millones de toneladas).

Frente a esta realidad, hay un país que, en solo un año, ha conseguido reciclar aproximadamente el 97,5% de sus residuos alimentarios, lo que le ha situado como un referente mundial en la gestión de desechos orgánicos.

De la crisis ambiental a un ejemplo de sostenibilidad

En 1996, Corea del Sur apenas reciclaba el 2,6% de sus desechos alimentarios. El rápido crecimiento económico y la urbanización intensiva que vivió el país en la década de los años 80 del siglo pasado, provocaron una acumulación masiva de basura.

Los vertederos cercanos a áreas urbanas densamente pobladas generaron un verdadero problema de malos olores, contaminación y emisiones de gases de efecto invernadero como el metano, que desencadenó protestas ciudadanas y una demanda urgente de soluciones.

Como respuesta, se puso en marcha un sistema de pago por volumen de residuos generados, que todavía no diferenciaba entre los residuos alimentarios del resto de la basura.

Hasta que, en 2013, se implementó el sistema de Pago por Peso de Residuos de Comida o WBFWF (siglas de Weight Based Food Waste Fee, en inglés), que obliga a los ciudadanos de Corea del Sur a pagar por la cantidad de residuos de alimentos que generan, lo que ha incentivado la reducción del desperdicio y ha promovido el reciclaje.

La responsabilidad individual, clave del sistema

El sistema surcoreano se fundamenta en el principio de “paga según desperdicias”, lo que ha transformado los hábitos de reciclaje y ha reducido drásticamente el desperdicio de comida.

Existen diferentes métodos para gestionar los residuos alimentarios.

  • Bolsas autorizadas: los ciudadanos deben comprar bolsas especiales aprobadas por el Gobierno para desechar los restos de comida. Estas bolsas, que varían en tamaño y precio, luego son recogidas semanalmente por los servicios municipales.
  • Calcomanías para negocios de comida: los restaurantes y establecimientos de comida utilizan un sistema de stickers que deben comprar con antelación. Estos adhesivos se colocan en los recipientes de residuos de alimentos y varían en función del peso de la basura generada, lo que permite que los negocios paguen exactamente por la cantidad de restos que producen.
  • Máquinas con identificación por radiofrecuencia (RFID): en algunos complejos de apartamentos, se han instalado máquinas con sensores de identificación por radiofrecuencia. Los residentes depositan sus residuos alimentarios en estas máquinas, que identifican cada hogar mediante un código específico. La máquina los pesa y, en algunos casos, el coste se cobra directamente de la tarjeta de crédito del usuario. En otros, el total se agrega a la factura mensual de servicios públicos, como el agua o la electricidad.

¿Qué se hace con los residuos reciclados?

En Corea del Sur los residuos alimentarios se transforman, mediante el reciclaje, en productos con una nueva vida.

  • Alimentos para animales (49%): procesados adecuadamente para evitar la propagación de enfermedades, casi la mitad de los desechos alimentarios se convierten en comida para ganado.
  • Abono (25%): s través de un proceso de compostaje, los residuos también se transforman en fertilizantes de uso en la agricultura y la jardinería.
  • Producción de biogás (14%): mediante procesos de digestión anaeróbica, los restos de comida se descomponen y producen metano, que se usa para generar electricidad y calor, lo que contribuye a reducir la dependencia de fuentes de energía no renovables.

Concienciación, tecnología y normas estrictas

El éxito de este sistema de gestión y aprovechamiento de residuos alimentarios se basa en un enfoque integral que combina la tecnología con la educación pública y fuertes regulaciones.

El cumplimiento de la normativa es estrictamente vigilado, y los ciudadanos que no separan adecuadamente los residuos de alimentos están sujetos a importantes multas, que varían según la gravedad de la infracción y el tipo de usuario, y pueden superar los 70 dólares para los hogares y los 7.000 dólares para las empresas.

Es cierto que exitoso modelo de reciclaje puede no ser aplicable en todos los países, especialmente aquellos con menos ingresos o altos niveles de inseguridad alimentaria.

En estos casos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomienda que la prioridad sea reducir las pérdidas de alimentos y fomentar su donación.