Hito histórico y científico: el telescopio espacial James Webb identifica la supernova más antigua jamás registrada
Un gran destello de rayos gamma ha permitido a un equipo internacional de científicos identificar la supernova más antigua jamás observada por el ser humano cuando el universo tenía apenas un cinco por ciento de su edad actual.

El hallazgo de un destello de rayos gamma en marzo de 2025 ha permitido a un equipo internacional de científicos identificar la supernova más antigua jamás observada. Gracias a la extraordinaria sensibilidad del telescopio espacial James Webb (JWST), los astrónomos pudieron detectar no solo la explosión estelar, sino también la tenue galaxia que la albergó hace casi 13.000 millones de años, cuando el universo tenía apenas un cinco por ciento de su edad actual.
Una supernova extremadamente antigua
El fenómeno comenzó cuando la misión franco-china SVOM detectó un potente estallido de rayos gamma, catalogado como GRB 250314A. En cuestión de minutos, otros observatorios espaciales y terrestres se sumaron al seguimiento. La rápida reacción permitió localizar el origen del destello y obtener un corrimiento al rojo extremadamente elevado, indicio de una distancia colosal y de una antigüedad que situaba la explosión en los primeros tiempos del cosmos. Pocos meses después, el JWST observó la zona con su cámara infrarroja y captó la luz residual de la supernova, confirmando la naturaleza del evento.

Lo más sorprendente para los científicos fue descubrir que esta explosión temprana se comportaba de forma muy parecida a las supernovas actuales. La teoría sugiere que las primeras generaciones de estrellas, formadas con escasez de elementos pesados, podrían haber explotado de maneras distintas. Sin embargo, la curva de brillo y otras características de la señal luminosa mostraron patrones familiares, como si los procesos físicos que rigen la muerte de estrellas masivas se hubieran establecido sorprendentemente pronto en la historia del universo.
La identificación de la galaxia anfitriona, aunque apenas visible como una pequeña mancha en las imágenes de Webb, añade otra capa de importancia al descubrimiento. Observar galaxias tan jóvenes es extremadamente difícil, y los estallidos de rayos gamma se están consolidando como faros que permiten localizar estructuras cósmicas que de otro modo permanecerían ocultas. Cada detección ayuda a reconstruir cómo se formaron las primeras estrellas, cómo crecieron las primeras galaxias y cómo se transformó el universo durante su periodo de reionización.
Aunque los investigadores celebran el logro, reconocen que quedan muchas preguntas por responder. La distancia descomunal limita la cantidad de detalles que puede obtenerse, y será necesario continuar con observaciones rápidas y coordinadas para captar nuevos estallidos en el universo primitivo. Webb, con su capacidad única para observar en el infrarrojo profundo, se perfila como la herramienta más prometedora para abrir ventanas cada vez más claras a aquella era.
La confirmación de esta supernova, la más antigua registrada hasta la fecha, marca un hito científico y ofrece una visión inesperadamente cercana de la vida y muerte de las primeras estrellas. En un cosmos aún joven y en formación, las explosiones estelares ya brillaban con una energía sorprendentemente similar a la de las supernovas que vemos hoy. Gracias a Webb, ese destello remoto ha viajado durante miles de millones de años para contarnos cómo era el universo cuando apenas comenzaba a encenderse.
Fuente: NASANET
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