Entrevista del mes: José Vicente Albero, Grupo Antártico de AEMET

Observador de Meteorología de AEMET, Centro Territorial de AEMET de Andalucía, Ceuta y Melilla, Integrante del Grupo Antártico de AEMET

Llevas ya muchas campañas antárticas a tus espaldas ¿qué tipo de trabajo llevas a cabo en la Antártida?

Mis funciones durante las campañas antárticas son básicamente aquellas que tienen que ver sobre todo con la descarga de datos, el mantenimiento preventivo y correctivo así como de la calibración de todos los equipos e instrumentos que AEMET tiene desplegados en las dos bases antárticas españolas (BAE), ello incluye en estos momentos un observatorio convencional, dos estaciones meteorológicas automáticas y un observatorio de radiación en la BAE Juan Carlos I (isla Livingston), y otra estación meteorológica automática en la BAE Gabriel de Castilla (isla Decepción). Además se mantienen y extraen datos de otras estaciones automáticas vinculadas a diversos proyectos de investigación de diversas instituciones, entre las que cabe destacar una situada en el Glaciar Hurd y otra en la península de Byers. Últimamente se está colaborando con dos estaciones automáticas del programa polar portugués, una situada en la vecina base Búlgara y otra en la base Argentina Primavera.

¿Cómo te surgió la oportunidad de ir por primera vez a la Antártida?

Empecé allá por el año 2002 respondiendo a una convocatoria pública nacional del entonces Instituto Nacional de Meteorología, para cubrir plazas de técnico en la siguiente campaña antártica 2002-2003 y en la que quedé seleccionado como suplente, ello me abrió las puertas a ser seleccionado como participante en la siguiente de 2003-2004 que fue mi primera campaña.

Jardín meteorológico de la base antártica Juan Carlos I, en isla Livingston.
¿Cuál ha sido la situación meteorológica más extrema que has vivido en la Antártida?

En la Antártida las peores experiencias meteorológicas son las debidas al fuerte viento. Es el lugar más ventoso de la tierra y ello conlleva que también se den sensaciones térmicas muy bajas. Con temporales de vientos de 100 Km/h se pueden tener sensaciones térmicas de casi 20 grados bajo cero, eso en pleno verano polar. Si además está nevando, la visibilidad se reduce a cero.

Es de vital importancia y obligatorio permanecer en el interior de la BAE todo el tiempo que dure el temporal que pueden ser más de 24 horas. En ese periodo es fácil ver a través de las ventanas como pasan volando trozos de la propia base o materiales que se han soltado de sus amarras.

El viento también es el responsable del mal tiempo en la mar, pues al ser tan intenso y persistente levanta olas que en ocasiones son de considerable tamaño, estas situaciones son realmente las que mayores perjuicios me han provocado en los trayectos desde o hacia la Antártida, pues tengo una fácil tendencia al mareo, con el agravante de que el mar se sigue moviendo varias horas o incluso días con sus noches después de que el viento haya cesado debido al mar de fondo.

Estación meteorológica de la base antártica Juan Carlos I, lista para la invernada. Fotografía tomada en marzo de 2018 por José Vicente Albero, encargado de esa labor.
¿Cuáles son las principales dificultades a las que os tenéis que enfrentar los técnicos de AEMET que participáis en las campañas antárticas?

El técnico que le tiene que abrir la BAE al principio de la campaña, tiene que estar preparado para lo peor, pues al llegar al emplazamiento de una estación automática que ha pasado nueve largos meses de oscuridad y temporales es fácil encontrar desperfectos de todo tipo, y aunque la gran experiencia acumulada por el grupo de técnicos antárticos de AEMET los minimiza año tras año; es fácil ver un sensor de radiación global arrancado del soporte y colgando de su cable, la carcasa de un pluviómetro a 500 metros del emplazamiento, la puerta de una garita desaparecida, un panel solar arrancado y reposando sobre la nieve...

Pasados los primeros días y subsanadas las posibles incidencias de la invernada, cuando están todos los sistemas funcionando, las tareas pasan a mantener las comunicaciones, realizar verificaciones de las medidas y descargar y archivar los datos, vigilando la calidad de los mismos y a preparar los materiales para las visitas al resto de estaciones que quedan en lugares más alejados de la BAE Juan Carlos I, como el glaciar Hurd, la península de Byers o la BAE Gabriel de Castila en la vecina isla Decepción.

Además es raro el año que no se aprovecha el observatorio meteorológico como plataforma de ensayo de nuevos equipos meteorológicos, sensores o sistemas de comunicaciones, ensayos que posteriormente se han ido implementado en las actualizaciones de las redes de observación que AEMET tiene en el territorio nacional.

Por otra parte, el técnico designado para cubrir la segunda fase de la campaña será el encargado de recopilar todos los datos, los metadatos, desmontar la instrumentación que funciona solo durante los veranos como el observatorio de radiación solar, empaquetar y listar todo el material para repatriar y además será el responsable de cerrar debidamente las instalaciones del observatorio que se quedarán registrando y transmitiendo datos durante la larga noche polar evitando en lo posible que haya sorpresa al inicio de la campaña siguiente.

Todo este trabajo a realizar por el técnico en las diferentes ubicaciones de las estaciones tiene lugar a un ritmo “antártico”, es decir fuertemente condicionado por las condiciones meteorológicas y logísticas. La visita a alguna de las estaciones se programa de acuerdo con la predicción meteorológica procurando que sea un día que al menos no llueva o nieve, y se hace por mar en embarcación neumática y luego por tierra, precisando la asistencia de guías de montaña que garantizan la seguridad. Al tratarse de lugares remotos, hay que cargar gran cantidad de material y repuestos para evitar la posibilidad de tener que repetir la visita por un olvido una avería imprevista.

¿Qué rasgos son los que caracterizan el tiempo reinante en los lugares donde España tiene sus 2 bases antárticas (isla Decepción y Bahía Sur de isla Livingston) y el campamento permanente de Byers?

El archipiélago de las Shetland del Sur entorno a los 62º de latitud sur, que es al que pertenecen las islas Livingston y Decepción está en una zona de paso de borrascas que se dirigen normalmente hacia el este, esto imprime un carácter nuboso y húmedo al entorno de las islas.

La temperatura media anual viene a ser algo menor de –1°C, siendo positiva solo el verano y con amplitudes térmicas anuales entre 4ºC y 5ºC, así incluso en verano, las Shetland del Sur retienen una cobertura de hielo y nieve permanentes de más del 80% de su superficie.

La BAE Gabriel de Castilla en la isla Decepción recibe vientos prácticamente en todas las direcciones, apenas abrigada por la ladera de una colina al sur. Ello es debido a la escasa elevación en que tiene la isla

La BAE Juan Carlos I se encuentra protegida por la orografía circundante (monte Friesland 1.700 m), que bloquea principalmente de los vientos del sureste predominando los flujos norestes y suroestes.

La península de Byers se encuentra al oeste de la isla Livingston, alejada de las elevaciones montañosas del este de la isla, por lo que queda mucho más expuesta a los vientos de cualquier cuadrante, tal vez un poco más resguardada de los de componente sureste por isla Snow. Cabe reseñar, que el campamento de Byers es una instalación singular formada únicamente por dos iglús de fibra de vidrio y tiendas de campaña expuestos a todas la inclemencias del tiempo.

Para quien quiera profundizar más, le recomendaría la excelente publicación de Manuel Bañón y Francisco Vasallo “AEMET en la Antártida”.

José Vicente Albero (derecha) junto al meteorólogo Fausto Polvorinos, en la oficina meteorológica de la base antártica Juan Carlos I. Ambos fueron el personal de AEMET que participó en la segunda fase de la campaña 2017-2018. Crédito: Javier Urbón.
¿Hay algún fenómeno meteorológico que se observe en la zona de la Antártida donde están nuestras bases, pero que no se observe en España?

Claro, no es corriente en España ver nevar a nivel del mar en pleno verano y menos aún en Málaga que es donde vivo.

También es llamativa la navegación entre hielos, contemplar como en cuestión de minutos la bahía frente a la BAE se va llenando de escombros de hielo que la brisa va arrastrando desde los bordes de los glaciares; éstos avanzan hacia el mar a razón de 30 metros por año.

Otro fenómeno debido a la latitud en que se encuentran las BAE es la duración del día, que alrededor del solsticio de verano supera las 20 horas sin que llegue a desaparecer la luz crepuscular en todo el tiempo.

Las ventiscas, que nos obligan a permanecer recluidos uno o dos días, acompañadas de bajadas bruscas de presión a ritmo de ciclogénesis explosivas son comunes en cualquier época del año.

El famoso whiteout que se da con frecuencia en los glaciares cercanos a la BAE y que aparece cuando las condiciones de reflexión de la luz varían al combinarse a la presencia de nubes bajas y nieve de forma que solo los objetos muy oscuros se pueden distinguir, quedando blanqueado todo el campo de visión lo que puede provocar una rápida pérdida de orientación. En estos casos solo la ruta grabada en el GPS nos puede traer de vuelta a la BAE.

José Vicente Albero junto a José Miguel Viñas junto a la mesa de instrumentos medida de la radiación solar en la estación meteorológica de la base antártica Juan Carlos I. Crédito: Javier Urbón.
Tu lugar habitual de trabajo cuando no está en la Antártida es Málaga, ¿qué tipo de labor desarrollas allí?

Mi destino está en la Delegación de AEMET en Andalucía Ceuta y Melilla, en el Centro Meteorológico de Málaga. Aquí me ocupo junto a otros compañeros del mantenimiento preventivo, correctivo y la calibración de los equipos de AEMET instalados en Andalucía Oriental y Melilla. Hay unas 70 estaciones automáticas distribuidas por varios municipios de las provincias orientales, dos radares meteorológicos, y los aeropuertos de Málaga, Melilla, Granada y Almería, dos helipuertos militares y otra estación automática en la isla de Alborán.

Sabemos que eres un estudioso de todo lo relativo a las regiones polares, en particular de los grandes exploradores y las historias de aquellos pioneros, ¿cuál es tu historia o personaje favorito?

Bien, como historia emotiva me quedo con la Expedición Antártica Sueca de Otto Nordenskjöld entre 1902 y 1903.

Para gestas épicas, la de Sir Ernest Shackelton a bordo del Endurance o la que Apsley Cherry-Garrard relató en “El peor Viaje de Mundo”

Y como historia de las más desoladoras, la de Scott, que llegó segundo al Polo Sur y no vivió para contarlo, pero la conocemos por sus diarios.

También hay historias muy interesantes en el ártico, algunas imprescindibles para comprender las del antártico.

Y en cuanto a personajes, me quedo con el prolífico de Amundsen, porque a pesar de haber sido el primero en legar al Polo Sur, injustificadamente recibió mucha menos fama y gloria que su malogrado competidor Scott, que sin embargo fracasó en la expedición por la carrera al Polo pero ha pasado a la historia como la última gran aventura.

En la presente campaña (2017-2018) se han estrenado los nuevos módulos de la BAE Juan Carlos I, en isla Livingston, ¿cómo has vivido personalmente ese cambio, el antes y el después?

La remodelación de la BAE Juan Carlos I comenzó hace unos ocho años, ha sido una larga travesía hasta ver las obras terminadas en enero de este año.

Al poco de iniciarse las obras las antiguas instalaciones tuvieron que ser desmanteladas, fue cuando se instaló un campamento provisional para alojar al personal durante las campañas y así no perder la continuidad de las series de datos que llevaban registrándose en la BAE desde muchos años atrás, algunas como la meteorológica desde la apertura de la base a principios de 1988.

Las obras, como suele pasar en muchos casos, se prolongaron durante mucho más tiempo del previsto y el campamento provisional se empezó a convertir en definitivo.

La vida en el campamento adolecía de muchas comodidades, no había una sala de estar donde realizar actividades de esparcimiento o sentarse a descansar. Solo pequeños módulos separados dedicados a dormitorio, comedor, baños y laboratorio.

Este año 2018, por fin han concluido las obras y todos los que hemos conocido la base antigua y el campamento provisional y ahora vemos el resultado de la remodelación, coincidimos en que se ha dado un gran paso en las condiciones de vida de la base tanto en confort como en seguridad, lo que ha revertido muy positivamente en el trabajo diario y la convivencia entre todo el personal.

Además se ha dado la circunstancia que en febrero de este año se ha cumplido el 30 aniversario de la presencia de AEMET en la Antártida que a su vez culmina una serie climática.

¿Cuántos técnicos formáis parte en la actualidad del Grupo Antártico de AEMET?

Dentro de grupo de personal antártico de AEMET hay predictores, técnicos, personal de informática y de logística, así como un coordinador general que es Jesús Riesco. Actualmente el subgrupo de técnicos antárticos de AEMET con participación directa lo formamos siete personas, que estamos destinados por toda la geografía nacional, desde Cantabria hasta Canarias pasando por la Sede Central de AEMET en Madrid.

Estación meteorológica de la BAE Juan Carlos I, en isla Livingston, con el paisaje nevado y el cartel conmemorativo de los primeros 30 años de observaciones ininterrumpidas en dicha estación. Crédito: José Vicente Albero.
¿Qué es lo que más te gusta y lo que menos de estar en la Antártida?

Estar en la Antártida me permite desarrollar una importante tarea de aprendizaje debido al tiempo que se pasa dedicado al trabajo, prácticamente desde que pones el pie en el suelo estás trabajando, en parte porque vives en el centro de trabajo y no tienes muchos distractores, no vas en coche a ninguna parte, no ves la TV porque sencillamente no hay cobertura, no tienes familia o amigos a los que visitar ni exposiciones o museos que ver.

El fin de semana casi no existe, solo se nota porque los domingos se relajan los estrictos horarios de las comidas (sobre todo si el tiempo no acompaña para hacer alguna excursión por los alrededores). En este ambiente, lo mejor que se puede hacer es dedicarse a lo que ha ido uno a la Antártida.

Pero lógicamente no todo es trabajo. Se convive con gente diversa, de disciplinas dispares pero generalmente relacionadas con las ciencias de la Tierra, lo que se vuelve a convertir en una forma de aprendizaje.

Los días soleados y sin mucho viento, se disfrutan de manera especial por ser los más propicios para interactuar con el paisaje y la fauna local, fotografiar montañas nevadas, iceberg, pingüinos, focas o ballenas es una de mis grandes aficiones.

En cuanto a lo que menos me gusta, lógicamente el hecho de permanecer unas cuantas semanas alejado y aislado de la familia y amigos. Algunas de mis campañas han transcurrido durante el periodo navideño lo que ha puesto más de manifiesto esta sensación.

Tampoco resulta agradable tener que trabajar habitualmente al exterior, sometido a duras condiciones que convierten en difíciles tareas que en España no presentan apenas dificultades.

Ya puestos a destacar aspectos negativos, lo mencioné antes, me resulta muy desagradable navegar en mares embravecidos.

NOTA DE LA RAM: Agradecemos a José Vicente Albero su colaboración con la revista y le felicitamos particularmente por la labor que lleva a cabo en la Antártida.

Esta entrada se publicó en Entrevistas en 23 Abr 2018 por Francisco Martín León