Los 5 faros más bonitos de España: rincones que desafían la fuerza del mar
Estas majestuosas e icónicas construcciones frente al mar, combinan arquitectura, historia, leyendas y paisajes impresionantes. Cada año, atraen a miles de viajeros en busca de rincones únicos y experiencias que conectan naturaleza, cultura y mar en un mismo destino.

En las costas españolas, los faros han sido, durante siglos, guardianes silenciosos, guiando a navegantes entre la niebla, las tormentas y las noches cerradas.
Hoy, muchos de ellos no solo cumplen su función marítima, sino que también son iconos turísticos, testigos de la historia y protagonistas de paisajes inolvidables.
5 faros de gran beleza en España
Entre todos, cinco destacan por su valor histórico, arquitectónico y visual.
Faro de Finisterre, A Coruña (Galicia)
Situado en el que para los romanos era Finis Terrae −el fin del mundo conocido−, este faro se alza sobre un acantilado de más de 140 metros y es uno de los más visitados de Europa.

Fue inaugurado en 1853 y marca uno de los puntos más peligrosos para la navegación en la costa gallega, conocida como “Costa da Morte”, para guiar a los barcos que naufragaban en estas peligrosas aguas.
Su luz, visible a más de 30 kilómetros, ha salvado innumerables vidas. Hoy, el lugar es también final simbólico para muchos peregrinos que, tras llegar a Santiago (que está a 98 kilómetros), caminan hasta el mar para cerrar su ruta con un atardecer inolvidable.
Torre de Hércules, A Coruña (Galicia)
Seguimos en esta provincia gallega para descubrir el faro romano en funcionamiento más antiguo del mundo, que es, también, Patrimonio de la Humanidad.

Construido en el siglo I y reformado en el XVIII, la Torre de Hércules sigue guiando barcos en la entrada del puerto de A Coruña.
Sus 55 metros de altura ofrecen vistas panorámicas del Atlántico, y su historia se mezcla con leyendas, como la que atribuye su construcción al mismísimo Hércules tras vencer al gigante Gerión.
Faro de la Entallada, Fuerteventura (Islas Canarias)
Enclavado en un acantilado de 200 metros sobre el mar, en la costa este de la isla canaria de Fuerteventura, este faro destaca por su arquitectura singular de estilo neomudéjar, construido con piedra volcánica local.

Inaugurado en 1955, es el punto de España más cercano a la costa africana, de la que dista solo 100 kilómetros.
Su ubicación remota y el contraste entre el océano turquesa y el árido paisaje majorero lo convierten en un lugar de gran belleza e impacto visual.
Faro de Cabo de Palos, Cartagena (Región de Murcia)
Erigido sobre un promontorio rocoso en la Región de Murcia, este faro comenzó a funcionar en 1865 y se ha convertido en emblema del Mediterráneo. Con 51 metros de altura, su silueta se divisa desde kilómetros de distancia.

El escritor y militar romano Plinio el Viejo, aseguró que, en ese mismo lugar, existía un templo consagrado al dios fenicio Baal, adorado en la colonia de Cartago, y conocido por los romanos como Saturno.
Su luz vigila uno de los tramos más peligrosos de su costa, cerca de la Reserva Marina de Cabo de Palos e Islas Hormigas, un auténtico paraíso para buceadores.
Faro de Trafalgar, Cádiz (Andalucía)
Ubicado en el histórico cabo donde en 1805 se libró la célebre batalla naval que le da nombre, este faro blanco de 34 metros se eleva sobre dunas y espectaculares playas vírgenes.

Levantado en 1862, su haz de luz vigila el estrecho de Gibraltar, uno de los pasos marítimos más transitados del mundo.
Rodeado de arena fina y aguas cristalinas, es también un lugar ideal para contemplar puestas de sol que tiñen el horizonte de tonos anaranjados.
Testigos del pasado y vigías del mar
Más allá de su utilidad para la navegación, estos faros son símbolos de la relación entre el ser humano y el mar.
Faros de España. pic.twitter.com/pXE8D7WrvX
— Francisco Gómez de Tejada | arquitecto (@gomezdetejada) July 14, 2025
Sus muros han resistido temporales, guerras y cambios tecnológicos, pero siguen siendo puntos de referencia, tanto para marineros como para viajeros.
Visitarlos es recorrer páginas vivas de historia, respirar aire salino y dejarse envolver por la inmensidad del horizonte.