El motor de nuestro planeta: el Sol

Descubre las particularidades del astro que mantiene a nuestro planeta tal y como lo conocemos: el sol. ¿Cómo interactúa con la atmósfera para que las condiciones de calor sean más o menos estables? No te pierdas la explicación.

Sol
Corona solar y región superior de transición del Sol. Imagen: NASA/SDO

El Sol es una gigantesca pila de fusión nuclear que convierte hidrógeno en helio a un ritmo de unas 700 millones de toneladas cada segundo, ¡emite una cantidad enorme de energía! Por eso es el “motor” de nuestro planeta. De esa energía, en forma de radiación electromagnética, le corresponde a la Tierra aproximadamente unas 2 calorías por centímetro cuadrado y por minuto, que es la llamada "constante solar".

Onda corta y onda larga

La radiación que emite el Sol es de onda corta, con un espectro que va desde el ultravioleta hasta el infra­rrojo, estando centrada en la parte visible del espectro. Éste es el motivo por el que la mayoría de los seres vivos ven en esta frecuencia de radiación.

Parte de este flujo lo absor­ben o reflejan los compo­nentes atmos­féricos -ozono, vapor de agua, nubes, etc.- y otra parte llega a la superficie de la Tierra. Una vez que esta energía entrante es absorbida por el sistema terrestre de atmósfera-superficie, se transforma en energía calórica; que a su vez tam­bién es reenviada al espacio, pero en forma de radiación de onda larga, como radiación infrarroja. Esta radiación no es detectable por el ojo humano, pero si puede ser sentida por nuestra piel. Por ejemplo, cuando en pleno verano acercamos la mano a una pared ya en sombra y que acaba de recibir los rayos solares, notaremos el calor, porque está emitiendo en radiación infrarroja aunque nosotros no lo podamos observar.

El efecto invernadero

Pero no toda la energía que radia la Tierra se pierde directamente al espacio exterior, una parte es absorbida por los gases y las nubes de la atmósfera, produciendo el llamado efecto invernadero. Los principales gases que lo producen son el oxígeno -en ciertas longitudes de onda- y el vapor de agua -el más importante-, junto con el dióxido de carbono, el óxido nitroso, el metano, el ozono y los clorofluorocarbonados. Mientras que el gas dominante en la composición de nuestra atmósfera, el nitrógeno, es totalmente trasparente a esta radiación.

Con nubes en el cielo, no hiela en el suelo

Por último, no debemos de olvidarnos de las nubes, que también son un fuerte absorbente de la radiación infrarroja. Un ejemplo del poder absorbente del vapor de agua y de la nubosidad, lo podemos observar si comparamos una noche de invierno, con aire seco y sin nubosidad en el cielo, con otra de cielo nublado y humedad. En el primer caso, casi toda la radiación infrarroja emitida por la Tierra se perderá hacia el espacio, de tal forma que la temperatura en este tipo de noches bajará significativamente; mientras que en el segundo caso, la radiación emitida por la superficie terrestre es absorbida por las nubes y el vapor de agua y radiada nuevamente hacia el suelo, evitando así que la temperatura descienda mucho.