Qué es la desertificación y cuáles son las zonas de España más afectadas: estas son las causas que provocan su avance

La desertificación es un proceso que no tiene nada que ver con la expansión del desierto, sino que implica la degradación de tierras fértiles en zonas áridas, semiáridas o subhúmedas secas por causas humanas y climáticas.

La desertificación es una realidad y el cambio climático agudiza este problema, pero no es la única causa.

Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), la desertificación es la "degradación de tierras en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, incluidos los cambios climáticos y las actividades humanas".

En otras palabras, no se trata de que un desierto natural se "mueva" o se expanda en sentido estricto, sino de que tierras productivas pierdan su capacidad para sustentar la vida y los humanos debido a procesos erosivos o de degradación.

¿Qué es la desertificación?

La desertificación es la degradación de tierras fértiles en zonas áridas, semiáridas o subhúmedas secas provocada por la actividad humana y el cambio climático.

Esto implica que el suelo pierde su capacidad para mantener vegetación, almacenar agua o producir alimentos. No hay que confundir este concepto con el desertización, que hace referencia a la extensión o formación de áreas desérticas.

Entre los factores más comunes que la desencadenan, se encuentran la deforestación, la sobreexplotación agrícola, la pérdida de cubierta vegetal, el mal uso del agua o las prácticas ganaderas intensivas. Es decir, la desertificación ocurre cuando el territorio se degrada por nuestra acción directa o indirecta.

Lo que no es desertificación

Uno de los errores más habituales es confundir la desertificación con fenómenos naturales como la aridez o la sequía.

  • Aridez: es una característica climática permanente de algunas regiones, como los desiertos naturales, y no implica degradación del suelo.
  • Sequía: es una falta temporal de precipitaciones que puede causar daños, pero no una pérdida irreversible de productividad.
  • Polvo sahariano o calimas: aunque generan impacto ambiental, no tienen relación directa con la desertificación.

Los verdaderos focos de desertificación

El verdadero problema se da en zonas agrícolas o ganaderas en las que la presión humana ha superado la capacidad del ecosistema para regenerarse. Los cultivos intensivos de regadío, el sobrepastoreo y la salinización de suelos por riegos inadecuados son algunos de los ejemplos más claros.

En regiones como Murcia, Almería y otras comarcas del sureste peninsular, el uso excesivo del agua y la pérdida de materia orgánica del suelo están transformando paisajes antes productivos en terrenos estériles y polvorientos, y todo ello, acelerado por el cambio climático.

Estos lugares son conocidos como “paisajes de desertificación”, un concepto clave en la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación, que busca identificar los puntos críticos para priorizar medidas de restauración.

El papel del abandono rural

Curiosamente, el abandono del campo también puede formar parte del problema y en muchas zonas donde antes existía agricultura o ganadería extensiva, la falta de planificación y gestión del territorio ha causado un aumento descontrolado de los matorrales, el riesgo de incendios y la pérdida de biodiversidad tradicional.

El abandono de las zonas rurales con lleva un abandono de las tierras que durante muchos años han sido tierras trabajadas y con un uso del suelo apropiado.

Aunque pueda parecer que un paisaje más verde es sinónimo de mejora, no siempre es así: en algunos casos, esos bosques jóvenes o masas vegetales homogéneas son más vulnerables al fuego o a las plagas.

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