Por qué las montañas son tan importantes: descubre cómo influyen en las lluvias y en el almacenamiento de agua

Las montañas son la columna vertebral de la vida en la Tierra. Cada cordillera montañosa es una vértebra del planeta con un papel indispensable en su dinámica climática, pero son especialmente vulnerables a la degradación humana.

Criosfera
Las montañas albergan ecosistemas únicos de gran valor que están amenazados por el aumento de la temperatura global del planeta


Las montañas son los ejes de vida del planeta. Son gigantes silenciosos que albergan ecosistemas únicos, de los que el ser humano forma parte, por eso debe cuidarlas y protegerlas. Son una fuente de recursos vitales, como agua, energía y diversidad biológica. Y entre otras cosas proveen de minerales, productos forestales y agrícolas, además de ser medios de esparcimiento para la población.

La importancia de las montañas

Las montañas ocupan tan sólo una cuarta parte de la Tierra pero sostienen más de la mitad de sus focos de biodiversidad y proveen de agua dulce a más de la mitad de la humanidad. Más de mil millones de personas viven en zonas montañosas y son el hogar de especies únicas de animales, como los leopardos de las nieves y los gorilas de montaña.

Las regiones montañosas son particularmente sensibles a la degradación originada por las actividades humanas y el cambio climático. Restaurar los ecosistemas de montaña es fundamental para impulsar el desarrollo sostenible y una armoniosa convivencia entre naturaleza y comunidades.

El ciclo del agua es fundamental para la generación de alimentos, energía y otros servicios que nos brinda la naturaleza. Agente clave de la regulación del clima y, además, receptor y transmisor del cambio que originan las sequías e inundaciones causadas por el cambio climático.

Las montañas juegan un papel vital en el ciclo hidrológico porque sirven como barrera natural al 'cortar' el aire que circula por el planeta, obligándolo a elevarse provocando su condensación en nubes que acaban dando lugar a precipitaciones. Sin ellas el ciclo del agua no existiría o al menos, su dinámica no podría ser igual.

Las montañas son cruciales en el ciclo del agua porque actúan como barreras que fuerzan la elevación del aire húmedo hacia la trosposfera, provocando su condensación y formación de nubes, que a su vez generan precipitaciones en forma de lluvia o nieve, que alimentan ríos y acuíferos.

Las montañas provocan las lluvias y después almacenan el agua.

Además, las montañas son grandes reservorios de agua y en este punto es donde hay que tener en cuenta dos conceptos clave, la criosfera y el permafrost.

¿Qué es la criosfera?

La criosfera es el conjunto de todas las partes de la Tierra donde el agua se encuentra en estado sólido: nieve, glaciares, hielo y permafrost. Mientras que la nieve, los glaciares y el hielo son elementos visibles en la superficie terrestre.

El permafrost o también llamado, permagel, es un elemento que está presente principalmente en el subsuelo y, por ello, es difícilmente visible. El permafrost es un suelo o roca que se mantiene congelado durante al menos dos años seguidos y no siempre se ve.

La nieve y el hielo son partes conocidas de la criosfera, pero el permafrost es la parte invisible que acostumbra a pasar desapercibida. Aunque el permafrost tiene un papel fundamental en la estabilidad de la montaña.

El permafrost en las montañas

El permafrost puede estar bajo bloques de roca, tarteras y paredes verticales, sin nieve visible en la superficie. Por ejemplo, en Alaska capas de permagel quedan al descubierto y son visibles por el efecto de la erosión costera.

La importancia del permafrost como ese “cemento oculto” radica en que: aporta estabilidad a las partes de la roca, reduce el riesgo de desprendimientos, regula el flujo de agua proveniente del deshielo y además, es un indicador clave del aumento de la temperatura asociado al cambio climático.

El permafrost en el Pirineo

La presencia potencial de permafrost se ha detectado en las montañas de la cordillera pirenaica, concretamente, en el Macizo del Aneto y la Maladeta, dónde se encuentra la cima más alta del Pirineo, el Aneto, con sus 3.404 m de altitud.

No sólo se tiene constancia de la presencia de permafrost en el Macizo del Aneto y la Maladeta, sino también en la Pica de Estats, el Pico Vignemale, el Macizo de Monte Perdido y los Besiberris.

Sin embargo, se desconocen algunos aspectos del permafrost del Pirineo, como su extensión real, su profundidad exacta y un dato crucial hoy en día, cómo de rápido se está calentando.

¿Cómo afecta el cambio climático al permafrost?

El cambio climático está provocando un aumento global de la temperatura que no sólo calienta el aire y reduce los glaciares y el hielo superficial: el calentamiento también penetra hacia el subsuelo y puede afectar al permafrost.

A medida que el permafrost se calienta, se va descongelando, provocando que el terreno pierda su cohesión natural a base de este “cemento oculto”. Esto a su vez, favorece un mayor número de desprendimientos de roca, peor inestabilidad de las rutas de montaña y un mayor riesgo para los excursionistas y las infraestructuras del terreno.

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