Los científicos avisan: el desequilibrio energético de la Tierra es ahora mayor que nunca en los últimos 150 000 años

En los últimos 150 000 años, la Tierra ha experimentado un desequilibrio energético sin precedentes. Te contamos cuánto se han calentado los elementos del sistema climático y a qué se debe esta preocupante situación.

desequilibrio energético
El sistema climático de la Tierra está fuera de ese equilibrio energético, y una de sus consecuencias es el calentamiento del océano, la tierra, la criosfera y la atmósfera.

El balance energético de la Tierra se define como la diferencia entre la energía solar recibida del sol y la cantidad devuelta al espacio en forma de radiación térmica. En un escenario ideal, la energía entrante y saliente se igualan, garantizando la estabilidad térmica de nuestro planeta.

Pero a lo largo de un extenso periodo, la energía entrante ha superado de manera significativa a la que se disipa, generando un desequilibrio energético que ha alcanzado niveles sin precedentes en los últimos 150 000 años. Surge inevitablemente la siguiente pregunta: ¿en qué medida se ha calentado la Tierra y quiénes son los responsables de este fenómeno?

¿Cuánto se ha calentado la Tierra?

En los últimos 50 años, la Tierra ha ganado alrededor de 381 ZJ (zeta-julios) de calor, acumulando casi 0,5 vatios por metro cuadrado de la superficie terrestre.

Un zeta-julio equivale a 1 000 000 000 000 000 000 000 julios (algo menos de 278 billones de kwh).

La distribución de este calor es crucial: el 89% calienta los océanos, mientras que la atmósfera, el suelo y el derretimiento del hielo representan porcentajes menores.

Hidrosfera

El 89% de este exceso de calor se dirige directamente hacia los océanos, favoreciendo el aumento de la temperatura del agua.

Este proceso desencadena la liberación de vapor de agua en la atmósfera, funcionando como un gas de efecto invernadero y generando retroalimentaciones positivas que amplifican aún más el fenómeno del calentamiento global.

Atmósfera

Entre 1961 y 2000, la atmósfera ha acumulado alrededor de 0,53 ZJ por década, pero de 2006 a 2020, se disparó a 2,29 ZJ por década. Esto significa que ahora la atmósfera acumula aproximadamente cuatro veces más calor.

A medida que el aire se calienta, puede contener exponencialmente más agua, aproximadamente > 7% por cada grado de aumento de temperatura. Este vapor de agua adicional actúa como gas de efecto invernadero, calentando aún más la atmósfera.

Litosfera

No solo la atmósfera y los océanos se ven afectados, sino también la superficie terrestre. La ganancia de calor estimada desde 1960 es de aproximadamente 24 ZJ, con alrededor del 5% destinado al calentamiento terrestre.

Criosfera

El hielo, un componente crucial, experimenta un aumento significativo en el calor utilizado para su derretimiento. Como todos ya sabemos, se necesita 80 veces más energía para derretir hielo que para calentar agua en un grado Celsius.

La cantidad de calor que derrite el hielo también ha aumentado desde el año 2000.

Si todo el calor adicional desde 1960 se destinara al derretimiento del hielo terrestre, el nivel del mar sería ahora aproximadamente 3 metros más alto.

¿Cómo se han alcanzado estos niveles?

La actual desestabilización energética en la Tierra se ve influenciada no solo por el aumento de gases de efecto invernadero, sino también por la desaceleración de la Circulación Meridional de Retorno del Atlántico (AMOC), revelándose como un factor crucial. Esta corriente oceánica, responsable de redistribuir el calor global, ha emergido como un componente esencial en el aumento de desequilibrio energético.

En el pasado, la desaceleración de la AMOC ha coincidido con un incremento en el desequilibrio energético.

Si la AMOC se desacelera y no logramos reducir las emisiones, podríamos enfrentarnos a un desequilibrio energético proyectado superior a 2,0 W/m², cuatro veces más alto que el promedio de 1970-2020. En la actualidad, el desequilibrio energético se sitúa en aproximadamente 1,4 W/m².

Este fenómeno, impulsado por forzamientos antropogénicos y naturales, exige una cooperación internacional continua en seguimiento e investigación para abordar los desafíos climáticos inminentes. La comprensión de estas complejidades es esencial para informar políticas y acciones que mitiguen los impactos del cambio climático y promuevan un futuro más sostenible.