¿Se ha convertido la Península Ibérica en la "chimenea" del Sahara?

La NASA publicó hace unos días una animación en la que parecen salir "penachos de calor" desde la Península con rumbo al resto de Europa. Analizamos el origen del pasado mes de julio extremo.

Julio 2022 en España
Una sucesión de mapas de la NASA muestra cómo la Península Ibérica despliega el calor por el resto de Europa.

En los últimos días, varios organismos oficiales han puesto las cartas -los mapas- sobre la mesa, mostrando los pormenores de un mes de julio que fue, en muchas zonas del hemisferio norte, realmente extraordinario por sus altas temperaturas. La NASA abrió agosto con una animación, muy significativa, de las temperaturas registradas durante el pasado mes. Más allá de las cifras que se aprecian en tonos rojizos y ennegrecidos, trasladando los 40 ºC de la escala a amplias zonas de Norteamérica, del norte de África y Eurasia, sorprende el papel de la Península Ibérica. Parece que se convirtió en el surtidor del calor extremo para el resto de Europa.

En la sucesión de mapas se aprecia una España “humeante” que tras contener durante días el calor intenso despliega, en varias olas, las altas temperaturas por otros países vecinos. La península es capaz de crear sus propias masas de aire cálido pero, este verano, se están viendo reforzadas por advecciones subtropicales venidas del norte de África. Estas han llegado como resultado de un escenario meteorológico recurrente: una DANA al oeste de Portugal. La ubicación de esa depresión ha favorecido los vientos flojos del sur, con aire cálido que salta el Estrecho y se asienta entre nosotros.

Pasados unos días, esas danas pueden desvanecerse pero, por lo general, acaban trasladándose hacia el norte y noreste en búsqueda del chorro polar. Al emprender ese viaje desde el oeste del Atlántico, los embolsamientos de aire frío han provocado intensas tormentas en la península al sobrevolarla y llevado, a la vez, el aire cálido más allá de los Pirineos. Esto ha sucedido varias veces durante el mes de julio, creando esa ilusión óptica de penachos que salen de nuestro país y se extienden por el resto del continente.

El tiempo de siempre, pero vitaminado

El 10 de agosto de 1933, el periodista y escritor Alberto Insúa publicó en el diario madrileño La Voz un pronóstico futurista en el que ya deberíamos estar inmersos. Entonces, Insúa, metido de lleno en una intensa ola de calor, anhelaba estar en el siglo XXI con un clima a gusto del consumidor. “El hombre vivirá seguramente en una tierra paradisíaca” decía, regulada por la tecnología de tal forma que nunca haría excesivo frío ni calor.

Lo que hizo fue transmitir una utopía para él esperanzadora, desde una habitación casi flameante con el calor apenas sofocado por un ventilador, según llegó a argumentar. Han pasado décadas, ya ha llegado esa fecha y estamos exactamente igual. Bueno, peor.

Los mapas retrospectivos de la agencia estadounidense NOAA permiten ver qué escenario tenían entonces, y no dista mucho del actual. Había una vaguada en el Atlántico occidental que arrastró, hacia la península y más al norte, una masa de aire subtropical. De esas cuyo origen suele ser el Sahara. Esta semana el tablero meteorológico es parecido, solo que en vez de una “lengua” de aire frío se está formando una pequeña baja en niveles altos de la troposfera que abrirá, igualmente, la puerta al aire sureño. Es una configuración clásica, solo que ahora está exacerbada por el calentamiento global.