La noche polar cubre la estación científica de Belgrano II: no verá el sol en 4 meses

Sobre el hielo eterno, a sólo 1.300 kilómetros del polo sur, un grupo de 21 argentinos pasa un año aislado en uno de los ambientes más hostiles del planeta.

La Base Belgrano II fue inaugurada el 5 de febrero de 1979 sobre el nunatak Bertrab en la Bahía Vahsel, al sur del mar de Weddell. Fuente: MINREX.

A 1.300 kilómetros del Polo Sur, en un rincón perdido del mapa, 21 argentinos se enfrentan a uno de los desafíos más duros: vivir aislados durante 365 días en la Base Antártica Conjunta Belgrano II. Sin contacto con otras personas, rodeados sólo por hielo eterno, se convierten en los “centinelas de los confines de la patria”. En este recóndito lugar, varias dotaciones de las Fuerzas Armadas y la Dirección Nacional del Antártico (DNA) permanecen prácticamente aisladas durante un año.

La base antártica Belgrano II o base Belgrano II es una estación científica permanente de la República Argentina instalada en la Antártida. Es la segunda de las tres estaciones antárticas nombradas en honor al general Manuel Belgrano.

Se trata de una misión que mezcla ciencia, supervivencia y una cuota inevitable de aventura extrema. Aquí, el sol no sigue las reglas normales: durante meses nunca se oculta, y luego desaparece sin dejar rastro, dando paso a la noche polar, que comenzó justo ayer. Entre hielo, ventiscas y auroras, te contamos cómo es realmente vivir en uno de los lugares más inaccesibles del planeta.

Base Belgrano II: entre el hielo y el infinito blanco

Fundada en 1979 sobre el Nunatak Bertrab, en plena Bahía Vahsel, Belgrano II es la estación científica más al sur de Argentina. El acceso no es sencillo: sólo una vez al año el rompehielos ARA Almirante Irizar puede acercarse, en una operación que moviliza helicópteros y decenas de personas para lograr el recambio de personal.

Cuando los nuevos ocupantes llegan, son recibidos por cuatro meses de luz permanente. La mente humana, acostumbrada a la alternancia entre día y noche, sufre en este ambiente donde es fácil olvidar la hora si no se consulta un reloj. “El cuerpo no estaba acostumbrado y, sin darnos cuenta, estuvimos trabajando casi sin descansar”, recuerda Josué Alaniz, cabo primero del Ejército Argentino.

Después de la claridad total, comienzan las largas jornadas de penumbra, que desembocan finalmente en la noche polar. Con temperaturas que pueden desplomarse hasta los -30 °C, la vida diaria se convierte en una verdadera prueba de resistencia, tanto mental como física.

La vida diaria: mucho más que frío extremo

Los 21 habitantes de Belgrano II forman un equipo multidisciplinario. Entre ellos hay médicos, técnicos, cocineros, meteorólogos o carpinteros, que llegaron tras superar exigentes pruebas físicas y psicológicas. Cada uno tiene su rol, pero todos colaboran para mantener la base operativa durante el largo invierno.

Actividades básicas como conseguir agua requieren esfuerzo físico considerable. Dos veces por semana, deben recolectar hielo en condiciones extremas para abastecer a las instalaciones. A pesar del frío cortante, el trabajo en equipo y la cooperación constante son esenciales para evitar accidentes.

La convivencia también implica organizar momentos de distensión: noches de cine, días de pizzas caseras, charlas en el gimnasio y hasta pequeñas celebraciones cuando hay algo que festejar.

Tener espacios personales en Belgrano II es vital: cada integrante cuenta con su habitación, un pequeño refugio privado en medio de la inmensidad blanca. El gimnasio, el laboratorio y la casa principal son puntos de encuentro fundamentales para sostener la moral.

La Cueva de Hielo: el alma secreta de Belgrano II

Entre los lugares más impactantes de la base está la famosa Cueva de Hielo. Excavada en 1979, esta estructura natural surgió de la necesidad de proteger suministros y hoy se ha transformado en mucho más que un depósito: también es un museo y un espacio espiritual.

Conocida inicialmente como la “Hielera”, este gigantesco frigorífico natural aloja desde vehículos hasta alimentos que deben conservarse durante todo el año. Su interior es un laberinto de túneles que se expandieron a medida que las necesidades de la base crecieron.

La cueva también tiene un rincón sagrado: una capilla dedicada a la Virgen de las Nieves, donde cada domingo se celebra misa. El lugar también guarda historias de sacrificio: en 1987, un accidente mortal obligó a detener nuevas excavaciones, sumando un matiz de respeto y solemnidad a cada rincón del helado laberinto.

Fenómenos únicos y retos invisibles

La Antártida es mucho más que hielo y frío: también regala espectáculos naturales inolvidables. Las auroras australes, los parhelios y las tormentas blancas dibujan en el cielo escenas que parecen de otro mundo. La meteorología aquí no es un asunto menor. Cada dato que registra el equipo se utiliza para estudios climáticos internacionales. Entre tormentas eléctricas invisibles y cristales de hielo flotando en el aire, la ciencia y la naturaleza juegan un papel fundamental.

Moverse fuera de la base es otro reto. “Todo es blanco, blanco, blanco”, describen los habitantes de Belgrano II, destacando que las grietas ocultas en los glaciares representan un peligro constante. Por eso, las patrullas delimitan zonas seguras para evitar tragedias.

En Belgrano II cada día representa una pequeña victoria contra el aislamiento, el clima extremo y la soledad. Pero también ofrece la recompensa de ver la Tierra desde uno de sus rincones más puros y salvajes.